miércoles, 1 de junio de 2011

LA UÑA DE GONZALO ROJAS



Marirrós Bonifaz leyó a Gonzalo Rojas en la radio de Comitán. Lo leyó días antes que Marvin Arriaga, Directora de Coneculta-Chiapas, llamara a casa y dijera: “Hace cuarenta minutos me entregaron Conjuros. Ya te haré llegar tus libros”. “Conjuros”, lo saben mis lectores, es el librincillo que contiene la obra poética que obtuvo la Mención Honorífica en el Premio Estatal de Poesía Enoch Cancino Casahonda. La Directora de Coneculta-Chiapas atendió la recomendación del jurado y, en octubre de 2010, en el programa radiofónico de Miguel González Alonso se comprometió a publicar dicho librincillo. El jueves 26 de mayo, Marvin me llamó y dijo que había cumplido su promesa. Miguel, generoso como siempre, hizo favor de dar a conocer la noticia de la aparición de “Conjuros”, en su programa del viernes 27. Ahí, la Directora de Coneculta dijo que, haciendo una excepción a la normatividad, me entregaría trescientos ejemplares en donación. Ella volvió a cumplir su palabra y el mismo viernes, a las siete de la noche, el Licenciado Daniel Oropeza, Director de Patrimonio e Investigación Cultural, bajó de su camioneta y me entregó una caja con los librincillos (Gracias, Daniel, la caja pesaba un resto, pero vos, amable, la cargaste dejando a un lado, tantito, la importancia de tu puesto. Yo no ayudé porque no puedo cargar cosas pesadas, ya bastante tengo con cargar las piedras y complejos que desde siempre cargo).
¿Y ahora qué? Marvin empeñó su palabra en “Palabra Libre” de Miguel González Alonso y la mañana del 27 la desempeñó y, estoy seguro, la recuperó más luminosa, porque cuando un funcionario cumple con su encargo de servir a la sociedad ¡un cordel de luz hace volar los más altos sueños! Esa mañana, por la radio, dije que el gobierno estatal tiene ahora un lema muy bonito: “Poner el corazón por Chiapas”. Desde siempre, los auténticos creadores chiapanecos, han puesto el corazón por Chiapas. El puente llega a la otra orilla cuando los funcionarios ponen a Chiapas en su corazón.
Marirrós leyó a Gonzalo como un mínimo homenaje en su memoria. Ella dice que en el mundo deberíamos leer solo a los más altos poetas y que los aspirantes a la escritura debieran, cuando menos, hacer el intento de ser la uña de Gonzalo Rojas.
¿Y ahora qué haremos con los trescientos librincillos? ¿Una presentación? ¡No! Haremos una firma de autógrafos. Uno de estos días medio mundo sabrá que, en una cafetería de Comitán, de once de la mañana a una de la tarde y de cinco a siete de la noche, firmaré librincillos. Todo lo que se recaude de la venta será para beneficio de la Casa Hogar para Ancianos “El Sagrado Corazón”.
En algunos libros, diez o veinte, dibujaré originales en páginas interiores a fin de hacerlos especiales. Dichos libros tendrán más valor y, por lo tanto, costarán más. ¿Cuánto? Pues lo que alcance para alcanzar la mano de un anciano.
¿Sirve de algo la palabra? ¿Conmueve conciencias, modifica el mundo, construye libertades, inspira territorios fantásticos? ¿Quién sabe? Acá lo único que sabemos es que puede, perfectamente, ayudar a que un grupo de ancianos tenga un poco de arroz en su panza y un rayo de esperanza en su ya muy tenue línea del horizonte.
Alfonso Carbonell, en el programa radiofónico del viernes, privilegió el papel que jugó la radio como puente de aire (en el aire) entre la funcionaria y el creador. Es una certeza que sin la intervención del medio de comunicación, ¡el libro jamás se hubiese publicado! ¡La publicación de este librincillo puede ser motivo de reflexión en tal sentido y motivo celebratorio para significar logros cuando se reúnen voluntades!
De manera personal espero que mi librincillo (mío y de Miguel y de los correctores de Coneculta) toque el corazón del lector y que, cuando menos, alguna línea sea el tenue esbozo de la uña de Gonzalo Rojas.