miércoles, 8 de junio de 2011

PARA DESENREDAR EL ALMA



¿Han visto cómo el viento es diferente en el patio de las casas y en las azoteas? Esto pensé cuando Mabel Narcía ¡hizo el prodigio! Resulta que Mabel, junto con su esposo (el famoso integrante de La Rial Academia de la Lengua Frailescana: Marco Antonio Besares), su hijo Iván, su sobrino Gregorio, y Nelly (novia de Iván), estuvo en Comitán para la filmación de una entrevista.
El viento es diferente en el patio de las casas, porque siente que se asfixia dentro de un embudo. Nunca se sabe por dónde se cuela a la casa. No se sabe si husmea a través de una ventana, un balcón o por la puerta, o por el cielo abierto. Lo que sí se sabe es que, en algún instante, el viento se apodera del patio de la casa y juega a las escondidas, un poco de manera atolondrada, como palabra de ronda infantil. Busca, ¡afanoso!, una salida y en su camino abre puertas como si fuese un niño espantado. El viento bota papeles, cierra puertas como una aparición, despeina la cabellera de humo de las abuelas y hace que las muchachas bonitas cierren los ojos y piensen en sus amados, en faunos enredados en bosques.
En cambio, ¡el viento es otro en las azoteas de las casa! Ahí cabalga como corcel; vuelan sus crines como si fuesen atados de hilos destejiéndose; ahí, en las azoteas, se siente, a decir de Juan Bañuelos: “un viento compadre”, y su carrera es la del hombre que sonríe, la de la muchacha que se baña en el río, o la del pájaro que asume su condición primaria de vuelo. ¡El viento en las azoteas no tiene más atadura que su destino y su infinito deseo!
La entrevista fue en el patio interior del Centro Cultural Rosario Castellanos. El viento era como una hamaca en reposo. La presencia de Mabel fue discreta. Mientras Marco Antonio elegía el lugar para la entrevista e Iván, Gregorio y Nelly ubicaban las cámaras, ella caminaba y veía las flores y el cielo que se colaba a mitad del patio. Ahí rondaba un viento, igual que ella, ¡discreto! De pronto, Iván apareció con un chunche de esos que permiten guardar la fila en los bancos, apenas dos postes de madera sencillos y una cadena mínima. Marco Antonio preguntó para qué (tal vez el viento también preguntó lo mismo y cruzó por encima, sólo para jugar a brincar la cuerda). Mabel, entonces, dijo, con palabras de plegaria: “para que coloquen los libros”. ¡Ahí ocurrió el prodigio! El entrevistado entendió, abrió los libros y los colgó como si colgara ropa en el tendedero. Mabel se retiró tantito y a dos o tres metros contempló la obra. ¡La entrevista podía comenzar!
¿Ven? El piso de un corredor se convirtió, por un sencillo acto de luz, ¡en una azotea, en un territorio más cercano al cielo! ¿No son acaso estos actos mínimos los que, en la vida, hacen la diferencia? He visto a mi madre colocar imágenes de santos sobre una mesa desvencijada y he visto cómo ese espacio se convierte ¡en un oratorio!, casi casi en un retablo, en un santuario. Esa tarde vi cómo esos libros, expuestos como camisetas sobre un sencilla cadena, retomaron su esencia. ¿Han visto cómo los libros sobre las mesas, sobre los estantes, aparecen somnolientos? ¿Han visto cómo cuando un lector los toma entre las manos y los abre, los libros parecen extender sus alas dispuestos al vuelo? Pues esa tarde, gracias a la mano generosa de Mabel, los libros desplegaron sus hojas y, divertidos por las cosquillas que el viento les hacía, asumieron su condición de pájaros, de hijos del cielo.
¿Quieren ver cómo la palabra también es hija del cielo? Vean el programa de La Rial, este viernes, a las diez de la noche, en el canal 10, en el canal de Chiapas.