lunes, 25 de febrero de 2013



LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE APARECE LA LECTURA EN PRIMER PLANO

El fotógrafo Ángel Gabriel Penagos Gordillo me envió esta fotografía. Él y yo nos preguntamos: ¿qué lee el hombre de la gorra? ¿Lo hace de gorra? Parece que sí. Si se ve con detenimiento se observa que, en el vano de la puerta, aparece un foco. No es un foco completo. Es apenas como una luna en cuarto creciente, pero alcanza, imagino, para iluminar la estancia que se intuye detrás de esa pared hecha con bloques de adobe. ¿Y el canal? Porque en la foto aparecen un foco de luna en cuarto creciente y una canaleta que conduce agua en tiempo de lluvia. Un foco que da luz y un canal que da agua. Dos conceptos que sintetizan la vida. Hubo un tiempo en que todo estaba en oscuras, pero a Dios se le ocurrió inventar la vida, la verdadera, y dijo ¡hágase la luz!, y la luz se hizo. ¿Se hizo ella sola? Sí, al conjuro de la palabra. La misma palabra que aparece en la revista que el hombre de la gorra tiene entre sus manos.
Si se ve con detenimiento, se observa que el hombre lee en voz alta y la mujer escucha. Ella cubre su pecho con una cobija. No abraza a una criatura. La frazada es como buen augurio de maternidad. Tal vez adentro de la estancia duerme una criatura y ella acaba de dejarla en su cuna improvisada. Tal vez le dijo: ahora regreso, pichito mío. Y cuando salió halló al hombre de la gorra leyendo, y ella se sentó a su lado, se reclinó contra la pared de bloques de adobe y dejó la cubeta con el jabón, al lado de la regadera. Porque, parece, la mujer salió dispuesta a lavar la colcha, que debe ser la que cubre a su criaturita, cada noche. Lo dejó al lado de la regadera, porque ésta permanece justo debajo de donde cae el chorro de la canaleta, cuando llueve. No es casualidad que la luz del foco y el agua de lluvia sean los conceptos más visibles y ocultos de esta fotografía. No es casual, porque cada vez que el acto de lectura se realiza una lluvia de luz baña el corazón del lector. Por esto la humedad de la pared asoma cerca de los cimientos, ahí donde las piedras son más visibles. Casi no se advierte, pero si el espectador observa con detenimiento verá que a los pies del hombre de la gorra y de la mujer de la cobija aparecen unas hojas de buganvilia. Han caído del árbol que, seguramente, es como el faro del patio. ¿Qué lee el hombre? ¿Es una de esas Atalayas donde los Testigos insisten en ver a Dios? ¿Por eso detuvo lo que iba a hacer e igual que la mamá de la criaturita hizo una pausa y se sentó a leer?
Los lectores, todos los lectores del mundo, hacen el mismo movimiento que realizó este hombre. De pronto, quién sabe por qué prodigio del Universo, los lectores dejan en pausa las demás actividades y se sientan a leer. ¡Dios mío, dicen los materialistas, por qué se dedican a una actividad tan poco práctica! ¡Por eso el mundo no avanza!, dicen y se rasgan las vestiduras. Es cierto lo que ellos dicen, es cierto porque en ese instante el mundo también se detiene. Por esto el foco media luna es discreto, por esto la canaleta hace silencio. Un hombre y una mujer suspendieron su actividad urgente y decidieron inaugurar una nueva pausa para el corazón, para el entendimiento, para el espíritu. No llueve afuera, ¡llueve en sus corazones!
La mujer hace una mueca de extrañeza ante lo que el hombre lee. Lo que pepena es como una migaja sobre la mesa. Ella lo levanta y lo observa. ¿Se lo lleva a la boca o lo tira al basurero? Es un proceso mental eterno. Todos los que escuchan hacen el mismo movimiento, a todos les enreda la misma cuerda. Mientras el mundo de los prácticos sigue su brutal marcha, esta pareja decidió hacer una pausa. Por esto, el banquito de madera muestra la “x” de la incógnita. Siempre, en un plano Cartesiano, hay una incógnita ante la vida. Por esto, tal vez, los hombres toman un libro o una revista o una gaceta y tratan de encontrar una ventana donde sólo hay puertas de madera con focos de luces tímidas y canaletas sin agua.
El piso con cemento cede ante la presión de la tierra. Tal vez es fruto de algún acomodamiento de placas tectónicas. Por eso se ven fragmentos fracturados de la banqueta. Por esto, los hombres y las mujeres del mundo leen. Para evitar fracturas. El espíritu también es endeble. A veces, el hombre piensa “estoy hasta el gorro de lo que es de gorra”, mientras un foco ilumina la estancia, donde duerme la criaturita y donde duerme el espíritu del hombre.