miércoles, 20 de febrero de 2013



LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE ESTÁ RAFITA


De fondo el pueblo, siempre el pueblo. ¿Qué hay en el primer plano? Es apenas una línea de piedra laja, casi casi como si fuese una franja, casi casi como si fuese una cuerda o un cable; como si Rafita fuese un equilibrista e hiciera un acto de equilibrio en una breve cinta de laja. Camina sin titubeo, vence el vacío. Su cometido (y destino a la vez) es caminar de una a otra orilla, aunque no se sepa bien a bien para qué llegar si el gozo está en el camino.
Como si fuese una 4 x 4, para tener mayor agarre, Rafita no usa zapatos. Alcanza a verse el pie derecho, desnudo, la garra, un poco en homenaje a aquel maestro del equilibrio que se llamó Mario Yáñez y que en Comitán fue conocido como Mario “Mocoso”. Los grandes equilibristas del mundo no usan zapatos. Saben que el tacto Divino no está en la mano, sino en el pie. El pie es el que nos lleva a otros territorios. Acá, Rafita, siempre pepenador de quién sabe qué chunches, acaricia la cinta de laja. Porque también la piedra es hija del pie.
Rafita usa un bastón (bordón, diríamos en Comitán). En el extremo inferior del palo se advierte una ligera cubierta de caucho, para no resbalar. Él sabe que en la vida cualquiera resbala, por esto, en la fotografía, camina con mucha parsimonia. ¿Qué carga? ¿Cuánto lleva en esas bolsas, adentro de su chamarra, por en medio de su pantalón?
Si ponemos atención veremos que su cabello es como la cabeza de ese pájaro que se llama cacatúa. ¿En dónde, Rafita, esconde sus alas? El copete por encima, la mirada hacia abajo, como buscando comida. Tal vez, en una vida pasada, él fue habitante de Australia y se cansó de hablar y de volar. Por esto ahora hace silencio y camina con la vista gacha. O tal vez, por el penacho, en una vida pasada, fue descendiente de un monarca azteca, por esto camina por caminos de piedra y lo hace con la dignidad de quien no acepta a los colonizadores. O tal vez, ¿quién lo sabe?, en una vida pasada fue ave en cautiverio y ahora disfruta una libertad condicionada. Camina temeroso de que alguien le corte las alas y lo confine al encierro.
Como motivo de fondo: el pueblo. Siempre es así. Las figuras de atrás (un portal, lámparas, árboles, un auto, un fantasma y el cielo) corresponden a la otra orilla. La orilla que Rafita ignora. Él camina por la cinta de laja, lo hace con precaución, como si su oficio fuese contar los pasos o dar constancia de cómo el tiempo, igual que un equilibrista, también camina por una línea tenue, casi hilo de niebla, casi línea de agua.
¡Momento! Si vemos con atención, Rafita lleva los ojos cerrados. Tal vez, por esto, el bordón le lleva un paso adelante. La vara le sirve como lazarillo. Sí, ¡Rafita es un pájaro! Vuela del árbol que se ve a la izquierda hacia el árbol de la derecha. Sí, ¡Rafita es un mensajero! Al estilo de don Chico que Vuela, personaje de Laco Zepeda, lleva encargos de uno hacia otro lado. Por esto carga una serie de chunches irreconocibles. Nunca se sabe qué es lo que necesitan los pájaros del otro lado. Tal vez, Rafita, fue bayunquero, en una vida pasada. Y ahora lleva sueños y los trueca por migajas de viento. Así lo demuestra esta fotografía tomada por Carlos Gordillo Alfonzo. ¡Bella foto!
De fondo el pueblo, siempre el pueblo, como una nata que da sustento al cielo.