lunes, 3 de febrero de 2014

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO HAY EJERCICIOS QUE LASTIMAN LOS CARCAÑALES DEL ALMA





Querida Mariana: camino por las calles de Comitán. Lo hago como ejercicio de vida y como ejercicio de literatura. Perdón, por el pleonasmo. Camino como si lo hiciese por primera vez, pero acompañado de la nube de más de cincuenta años. Camino y pienso en la cantidad de veces que he pasado por una calle. ¿Cuántas veces he visto la misma fachada que aún se conserva? ¿Cuántas veces he caminado por esa calle donde ahora todo parece cambiado, porque, un día, a un Presidente Municipal se le ocurrió emitir un decreto para remeter las casas? Te cuento: el Señor Presidente, en intento de hacer más anchas las calles (para que los carros pudieran transitar con holgura), ordenó que las casas “se hicieran para atrás”. Así, el propietario que remodeló su casa debió tirar la fachada y construir una nueva un metro adentro. Como no todo mundo remodeló su casa, porque no fue un programa social bien planeado, ahora, las fachadas de las casas no tienen uniformidad. Las fachadas entran y salen en un juego interesante pero desafortunado, muy desafortunado. Los arremetidos sólo han servido como orinaderos, como cagaderos y como posibles espacios para que los delincuentes se confundan en la sombra de la noche y salten de improviso con una navaja en la mano. Ya te conté cómo un propietario logró un prodigio. Cuando abría la puerta de su casa remetida hallaba en el esquinero de su banqueta una plasta de mierda. ¿Cómo podía evitar que su fachada fuese un infecto cagadero público? Una mañana, medio Comitán vio a un albañil que construyó una repisa de cemento en el esquinero, un metro del piso. Antes de que secara la repisa, el propietario sacó una imagen de la Virgen de Guadalupe, de piedra tallada y le dijo al albañil que la “pegara”. ¡Santo remedio! ¡El prodigio estaba logrado! Jamás volvió a hallar mierda en ese esquinero. Su lógica fue impecable: ¿qué mexicano se baja los pantalones y se acurruca para defecar teniendo a sus espaldas una imagen de la Guadalupana?
Camino y encuentro novedades. Algunas novedades son descubrimientos agradables, otros son descubrimientos ingratos. Mi ciudad tenía un rostro y lo cambiaron. Es como si le hubiesen dado una de esas “hojalateadas” que tanto acostumbran las mujeres de hoy (ver el caso de Lucha Villa, cantante y actriz) y que las deja irreconocibles. La idea de ese Presidente hizo que las fachadas de las casas de Comitán perdieran su rostro auténtico y tomaran un rostro plástico que afectó, para siempre, su imagen. Porque (uno entiende) los propietarios fueron contagiados por el complejo de la modernidad. En los años setenta había tendencias arquitectónicas novedosas y Comitán suspiraba por dar el salto a la modernidad, así que los propietarios mandaron a hacer fachadas con una arquitectura moderna importada quién sabe de que región del mundo. De esta manera, el perfil arquitectónico de Comitán resultó un tachilgüil muy jodido.
Camino por las calles de Comitán. Lo hago como un ejercicio de vida. Pepeno los rayitos de luz y los entramados oscuros que hoy la conforman. Camino. Miro la tiendita de la esquina, con sus estantes de madera y su piso de madera. ¡Sobreviviente de otros tiempos! Camino y pienso en que, tal vez, la Reforma Hacendaria exigirá al propietario de ese triste changarrito expedir facturas electrónicas. ¿Sobrevivirá? ¡Difícil! El rostro de la patria se modifica, se llena de grandes consorcios venidos quién sabe de qué región del mundo.