lunes, 24 de febrero de 2014

LA LITERATURA DESDE LAS LENGUAS MATERNAS Y SU ENTORNO (II de II)





La lengua española es una lengua llena de luz. Nos da la posibilidad de decir una serie interminable de groserías, pero también nos permite atisbar momentos sublimes. ¿Recuerdan a Octavio Paz, escritor mexicano que obtuvo el Premio Nobel de Literatura? Ustedes saben que el Premio Nobel de Literatura es el más alto honor que un escritor puede recibir en el mundo. Nuestro poeta y ensayista logró el Nobel. Hay un poema de Paz que se llama La Rama ¿Qué es una rama? Rama, dije, no rana. Rama de árbol. Piensen en una rama. ¿Qué elementos posee una rama? Escuchen la reflexión de Octavio Paz respecto a la rama: “Canta en la punta del pino / un pájaro detenido / trémulo, sobre su trino. / Se yergue, flecha, en la rama / se desvanece entre alas / y en música se derrama. / El pájaro es una astilla / que canta y se quema viva / en una nota amarilla. / Alzo los ojos: no hay nada. / Silencio sobre la rama, / sobre la rama quebrada”. ¿Escucharon cómo la palabra en el poema de Octavio Paz tiene un ritmo y una luz indecibles? Como si la palabra volara en el aire, como si la palabra fuese una gota de agua limpia cayendo sobre una almohada de seda.
Este prodigio de lengua es lo que heredamos nosotros. Hablamos el lenguaje de Paz, el de Fabio Morábito, el de Sor Juana Inés de la Cruz, el de Rosario Castellanos. Hablamos la maravillosa lengua en la que está escrito El Quijote.
María Luisa Armendáriz Guerra es una novelista chiapaneca. Una de sus novelas se llama: “Amores de selva y sombra”. Ella fue directora de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la feria del intelecto más grande de América Latina. Pues bien, María Luisa, en el primer capítulo de la novela mencionada, habla de las hormigas llamadas tzizím (que en la tierra de Dámaris llaman zompopo o chicatana o vayan ustedes a saber cómo). ¿Por qué María Luisa habla de esas hormigas? Porque el entorno en que crecemos define en mucho lo que somos. A ustedes ¿les gusta comer tzizim? Los expertos dicen que no hay que comer todo, sólo se come el culito, dicen. Quienes no saben comer esas hormigas pueden tener una grave decepción, porque estas hormigas, una vez asadas, tienen un cierto “chuquij” que molesta a quienes tienen el olfato fino. ¿Ya escucharon esta palabra: chuquij? Mis amigos escritores de otras partes de Comitán ignoran el vocablo. Estoy seguro que más de dos de ustedes saben qué es chuquij. Chuquij es uno de nuestros regionalismos y significa: “de mal olor”. Aplíquenlo entonces a todo aquello que huele mal. Yo tenía una compañerita en la escuela primaria que siempre llegaba con un chuquij en su ropa y en su cuerpo. Se orinaba y no podía evitarlo. María Luisa habla de las hormigas porque esto es parte esencial de nuestro modo de ser.
Nosotros, los seres humanos, estamos conformados, en buen porcentaje, por la lengua materna que hablamos. La palabra nos sirve para nombrar la cosa. Al árbol le llamamos árbol, los gringos, al árbol le llaman tree, qué bobos, nosotros llamamos tri al tri del fútbol o al tri del Alex Lora.
Creo que en este instante ya podemos estar conscientes de que si hay algo que nos une con los demás países de Hispanoamérica es la lengua. Ya nos dimos cuenta que tenemos palabras que sólo entienden los que habitan una determinada región, pero en general, nos entendemos. Entendemos, perfectamente lo que el guatemalteco nos dice, así como lo que nos dice el argentino. Con ambos países tenemos algo en común: el uso del voseo. ¡Hablamos de vos! ¿Recuerdan el chiste que contaba doña Lolita Albores, quien, hasta su muerte, fue cronista de Comitán? Doña Lolita contaba que a Comitán llegó un viajero, entró a una tienda, de esas que aún tienen su estantería de madera, donde venden atados de panela y redes de tostada, y preguntó: “Disculpe, ¿acá es donde hablan de vos?”, y la mujer, muy enojada contestó: “¿Que si hablan de mí? ¡Hablarán de su abuela, porque yo soy mujer decente, pendejo éste!”. Cuando ustedes celebran el día del amor y la amistad nuestra región chorrea miel y temperante y la mayoría de las muchachas bonitas reciben una rosa (envuelta en papel celofán) y un su muñecote de peluche. ¡Dios mío!, o un globo enorme con forma de corazón, ¡Dios mío! Comparto con ustedes un cachito de un poema del escritor uruguayo Mario Benedetti, quien, a mí en lo particular, no me parece un gran poeta, pero, bueno, es muy conocido y es mucho mejor decir a Benedetti antes que cantar una de Arjona: “Si te quiero es porque sos / mi amor, mi cómplice y todo / y en la calle codo a codo / somos mucho más que dos”. Tiene la misma estructura de los corridos y de las bombas que leímos al principio de esta plática.
Somos hablantes de la lengua española, escribimos y leemos en español. Esto es así, porque el español es nuestra lengua materna. Nacimos en medio de un entorno donde la mayoría de hablantes es mestiza y habla esta lengua. Claro, acá en Comitán, nuestra lengua española está salpicada por vocablos tojolabales. Esto es comprensible. Mucha gente tojolabal llega a la ciudad a realizar compras o a trabajar. Antes, en las casas de ricos, los propietarios de haciendas encargaban el cuidado de sus hijos a las nanas, quienes, por lo regular, eran mujeres tojolabales. Se colocaban un chal y cargaban a los hijos de los patrones. Ese chal se llama kujchil, en lengua tojolabal. Esta palabra es parte de nuestra herencia, crecimos con ella. Ahora, incluso, la Dirección de Cultura edita una gaceta mensual que se llama Kujchil. Tal vez sea importante reflexionar en esas fronteras culturales que se hacen moldeables. Quienes viven en la frontera norte se contagian de la lengua inglesa. Hemos oído cómo a las camionetas les llaman trocas, porque camión en inglés es truck. Pero, bueno, esto, como dijera Nana Goya: ¡es otra historia!
Ahora, como dicen los corridos clásicos, ya con esta me despido: ¡va bomba, bomba!
“En el patio de mi casa / cayó un papel colorado / sube tu fustán, mestiza / que lo traigo ya parado”.