martes, 7 de noviembre de 2017
CARTA A MARIANA, DONDE SE HABLA DE UNA CHARLA CON ALICIA TORRUCO
Querida Mariana: El 28 de octubre, Daniel Saborío pidió que les regalara una entrevista para “Lengua de calle”, un canal de videos en las redes sociales. Daniel siempre es muy amable conmigo. De inmediato contesté que sí, por supuesto, dije que lo consideraba un honor. Él agregó que la charla sería con “una entrevistadora muy simpática”. Ella se pondría en contacto conmigo. Así fue. Alicia Torruco me dijo que hiciéramos la entrevista el viernes tres de noviembre, a las once de la mañana. ¿En dónde? ¿La hacíamos en la casa o en un café? Sugerí que lo hiciéramos en el parque de San Sebastián. Aceptó.
La charla (ya la viste en el Facebook) resultó muy agradable. Alicia condujo la plática de manera sutil. Me sentí muy bien. Platicamos de los dos proyectos más recientes: mi novelilla breve “Siempre aparece un elefante llamado Doko” y ARENILLA-Revista.
Ahora recuerdo dos cosas de la plática. Alicia dijo que no preguntaría lo que mucha gente, sin duda, pregunta: ¿Quién es Mariana?, pero dijo que sí preguntaría por qué sólo le escribo a Mariana; es decir, por qué sólo te escribo a vos.
La otra cosa que recuerdo es que Alicia (Daniel tuvo razón, es una entrevistadora muy simpática) pidió, en un momento de la charla, que yo le hablara de vos (no de vos, vos, sino que empleara el voseo, como una muestra del modo de hablar comiteco).
Agradecí que Alicia no saliera con el sobado tema de quién sos vos, porque siempre que lo preguntan no puedo decir más que sos el motivo de estas cartas, sos el pretexto ideal (así se lo dije a Alicia) para apuntalar dos de mis modestas pretensiones: Uno: rescatar un género literario que ya es escaso y que dio tanta luz a la literatura mundial: el género epistolar; y dos: usar el lenguaje coloquial comiteco que, de igual manera, ya no usan muchos jóvenes paisanos, que prefieren el tuteo y no el voseo.
¿Sólo te escribo a vos? No, pero vos sos el motivo de la mayoría de mis cartas. Esto es muy sencillo, así como ya pocas personas escriben cartas, pocas personas tienen la paciencia y el amor que vos tenés para leerlas completas. Los tiempos actuales exigen la brevedad, pero la brevedad llevada al extremo. Ahora ya apareció un nuevo género literario: La tuiteratura; es decir, los textos que se escriben en el twitter, con un máximo de ciento cuarenta caracteres (Sonia dice que ya duplicaron el límite y que ahora son doscientos ochenta caracteres). Es la tendencia: los mensajes deben ser breves, porque el tiempo exige un menor esfuerzo. Samy, el espléndido librero de Lalilu, cuenta que una vez un ocasional comprador le pidió un libro de cien páginas, no más. Ya no importa el tema, ni el autor, importa que el libro no sea de esos ladrillos al estilo de “Guerra y Paz”, de Tolstoi.
Para hablar de vos debe existir un lazo de comunión; es decir, el voseo más intenso se da entre amigos, entre camaradas, entre afectos. Si el trato es de usted (como fue en el caso de Alicia; ella me trató de usted y yo hice lo mismo) el voseo íntimo no se da. Si, por el contrario, el trato es de tú, el voseo aparece como un rayo de sol e ilumina la conversación. Por esto, cuando Alicia pidió que le diera un ejemplo de voseo, boté el muro del usted y me dirigí a ella como lo hago con vos, tendiendo el puente amistoso.
Si ahora Alicia me preguntara por qué elegí el parque de San Sebastián le diría: Ah, lo hice porque vos, Alicia, sabés que en ese parque se gestó la independencia de Chiapas, pero lo que no sabés es que acá fue el patio donde los estudiantes de secundaria del colegio Mariano N. Ruiz teníamos nuestra media hora de recreo. Vos, Alicia, no sabés que este privilegio lo han tenido muy pocos alumnos en el mundo. En Comitán también fueron privilegiados los estudiantes de la secundaria y de la preparatoria en los años setenta, cuando la escuela estaba ubicada en el edificio que ahora ocupa la casa de la cultura. Aquellos muchachos salían a su recreo al parque central.
Nosotros, alumnos del colegio del padre, dábamos vueltas en el parque de San Sebastián. Las demás personas ya sabían que a las once salíamos media hora a nuestro recreo. Por eso, el nevero se acercaba, lo mismo hacía el que vendía los salvadillos con temperante, y Cirito ofrecía las gorditas que vendía en un local que estaba frente al parque, en el edificio del Niñito Fundador. También, qué pena, lo sabía el depravado que se paraba detrás de un árbol y se masturbaba mirando a mis compañeras que en ese tiempo usaban la falda a mitad del muslo y cuando se sentaban dejaban ver más. El depravado (miserable) jugaba su miembro por encima del pantalón, mientras miraba a lo lejos a mis compañeras, que eran bien bonitas. En varias ocasiones yo vi al tipo que manchaba su pantalón a la hora que no podía contener su excitación.
Querida Mariana, esto le contaría a Alicia, así, hablándole de vos, para que viera que ese parque es simbólico y, para mí, tiene una carga histórica personal que va más allá de Fray Matías de Córdova y de Josefina García. El parque de San Sebastián me regala el recuerdo del padre Carlos; el del padre Raúl; el de la madre Sara; el de Rosa Elena dando vueltas al lado de su novio de entonces; el de los hermanos Barrios llorando desconsoladamente el último día de clases, porque ya dejarían el colegio y tendrían que cambiar de escuela, los hermanos Barrios eran muchachos con fama de ser los más fuertes del salón, pero el último día de clases, abrazados con los demás compañeros daban vueltas en el parque, con el llanto sin contener. Porque, has de saber Alicia, en la secundaria del colegio hice los mejores amigos que, hasta la fecha, son el bálsamo de mi corazón. Ahí conocí a Eva Morante que, desde Guadalajara, lee las cartas que le escribo a Mariana.
Mi niña mía, no sé si Alicia comprendió que apoderarnos del parque de San Sebastián esa mañana era una gran hazaña. Colocamos una mesa al centro del kiosco, con un mantel verde, y encima dispusimos ejemplares de ARENILLA-Revista y un ejemplar de mi novelilla. La gente caminaba sin prisa, muchos estaban sentados en las bancas, tomando vasos de aire fresco, tomándolo sin popote. Alicia no lo vio, pero ahí también estaba parte de mi corazón y del corazón de todos mis compañeros de la secundaria de la escuela del padre Carlos. Ahí estaba la sonrisa de mi amigo Miguel, quien falleció cuando ya era todo un ingeniero egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana, pero al que conocí en esos salones donde el doctor Robles nos enseñaba los principios de la química, y el padre Carlos nos hacía escuchar música clásica y la maestra Virginia Avendaño nos daba dibujo de imitación y el maestro Güero nos impartía clases de modelado con plastilina, materia que cimentó la vocación de Luis Aguilar, el famoso escultor.
Posdata: Alicia Torruco llegó a Comitán hace como año y medio y ahora platica con escritores comitecos y Daniel Saborío sube esas entrevistas al canal de “Lengua de calle”. Por eso, desde ahora, cuando camine por el parque de San Sebastián, a todas las imágenes de mis amigos y compañeros de la secundaria, así como de las de cientos de alumnos que he tenido, se agregarán las de Dany y las de Alicia, quien un día llegó de Las Choapas, Veracruz, y que ahora, poco a poco, habla de vos.