domingo, 12 de noviembre de 2017
DEFINICIÓN DE IMPRESORA
Cambiaron los tiempos. Los abuelos no pudieron saber que, en el siglo XXI, existiría un chunche electrónico que serviría para hacer impresiones y que el mundo llamaría impresora.
Los abuelos llamaron impresora a aquella mujer que se dedicó a hacer folletos, revistas y libros en una imprenta. La mujer impresora era una mujer sublime, porque sublime fue el oficio de impresor.
En la actualidad, cualquier persona piensa en “un dispositivo electrónico que imprime”, cuando escucha la palabra impresora.
¿Dónde quedó la oficiante de la imprenta que ejercía el oficio de impresora?
Los chiapanecos reconocemos la figura de María Hernández Zarco, porque ella imprimió el memorable discurso de Belisario Domínguez, donde, con valor civil, dio cuenta precisa de la situación lamentable que guardaba la nación, bajo la presidencia del chacal Victoriano Huerta.
Los chiapanecos reconocemos que ella fue la impresora de tan valioso documento; es decir, hubo un tiempo en que la palabra impresora remitía a la mujer que ejercía el oficio.
La biografía de María Hernández Zarco (una de las seis mujeres mexicanas que han merecido la medalla Belisario Domínguez) narra que ella aprendió el oficio de “cajista de imprenta”; es decir, ella colocaba las letras de plomo en las cajas, que servían para imprimir los textos en las hojas. Era una labor delicada, porque se colocaban las letras con el sistema de espejo.
Cambiaron los tiempos. Ahora, nadie piensa en el oficio de la impresora. Cuando alguien menciona la palabra la relaciona con el objeto que, conectado a una computadora, imprime hojas a una velocidad que nunca imaginaron las impresoras de aquellos tiempos.
¿Cuánto tiempo empleó doña María Hernández en imprimir el discurso de Belisario? La impresora contó que Belisario Domínguez se acercó al jefe de Zarco para pedirle que le imprimiera el discurso, pero el impresor se negó, al ver de qué se trataba. Fue cuando María Hernández se acercó al senador y le dijo que ella, a escondidas, le haría el favor. Dijo que lo imprimiría en la noche y que a la mañana siguiente ya lo tendría listo.
Del testimonio histórico se entresaca que el documento fue impreso en no más de doce horas, pero, tampoco, en menos tiempo. Uno puede imaginar a la mujer eligiendo las letras de plomo y colocándolas en la caja, para luego colocar ésta en la prensa y hacer el tiraje en plena madrugada. ¿Cuántos ejemplares tiró la impresora? Tampoco se sabe.
Si algún lector ha llegado a esta línea puede comprender el acto de grandeza que tuvo la impresora. Sin duda que el discurso de Belisario no hubiera logrado la trascendencia si el documento no hubiese sido impreso.
Reconforta tantito acercarse al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española y leer en la segunda acepción que impresora es “una persona que imprime o realiza esta actividad como oficio”, y es en la cuarta acepción que se menciona al chunche. Pero (debemos ser realistas) en la vida cotidiana ya hay poquísimas mujeres impresoras y cada vez el mundo se inunda de dispositivos electrónicos.
Llegará algún día que la palabra impresora dejará de existir para nombrar a las mujeres que, en imprentas, se dedicaban a componer las cajas para impresión.