martes, 28 de noviembre de 2017

CARTA A MARIANA, DONDE SE VISLUMBRA UN CACHITO DE NICARAGUA




Querida Mariana: mi abuela Esperanza llamaba nicanora a la bacinica. La señora que llegaba a lavar ropa se llamaba así: Nicanora, y de cariño todo mundo le decía Nica. Como mi abuela le decía a la sirvienta que tirara los orines de la nica, doña Nica decidió llamarse sólo Nora.
Mi abuelo Enrique, en un juego de palabras, terminó llamando nicaragua a la nica, porque decía que ahí, en la nica, se vaciaban las aguas, las aguas de la vejiga. Cuando Joselino, el único nieto que ya se había recibido de licenciado en derecho, le reclamaba y le decía que era un grosero por llamar con el nombre de un país a la simple bacinica, mi abuelo hacía como que no escuchaba y hablaba de cualquier otra cosa, del clima o de la escasez de los aguacates en temporada.
Desde niño, entonces, escuché la palabra Nicaragua, mucho antes de escucharla en la escuela primaria. Y, al fin niño, la palabra era una palabra confusa en mi mente, tatarateaba, porque, el maestro no lo sabía, pero cuando mencionaba a Nicaragua, yo reía, porque recordaba lo que el abuelo designaba con tal palabra; y cuando el abuelo tomaba su nicaragua para hacer aguas, yo imaginaba que llovía sobre aquel país. Debo, querida mía, decir que nunca pensé que tal juego de palabras era un agravio para el país centroamericano, porque mi abuelo tampoco lo hacía de manera ofensiva, sino como un mero juego eufónico, así como mi abuela jamás quiso agredir a la lavandera, la buena de Nicanora.
Ya fue en la universidad, en la Ciudad de México, cuando tuve más acercamiento con el país centroamericano y fue a través de Cortázar, en su cuento “Apocalipsis en Solentiname”, donde aparece su amigo, el escritor Sergio Ramírez, quien, hace apenas algunos días, fue elegido como el ganador del Premio Miguel de Cervantes (premio que han ganado los mexicanos Fernando del Paso, José Emilio Pacheco, Carlos Fuentes, Octavio Paz y la Poniatowska). En ese texto (con tintes autobiográficos), Cortázar cuenta que viajó a Costa Rica y ahí encontró a Sergio y explica que él no es tico sino de Nicaragua. Fue mi primer acercamiento a Nicaragua y a Sergio. Ya luego, un poquito después, conocería al gran poeta Rubén Darío, que es el árbol mayor de aquel país.
Poco a poco más nicas se fueron incorporando a mi archivo y lo que había sido apenas un arrozal se convirtió en un bosque.
Todo esto te lo cuento, porque, ahora, tengo en mi mesa de noche un libro de cuentos de Sergio, el libro se llama “Antología personal. 50 años de cuentos”. En la introducción he hallado dos cosas que quiero compartir con vos: la primera: Sergio dice que su primer libro de cuentos (una edición de autor, con quinientos ejemplares) fue vendido a través de dos canales: su novia que lo ofreció de puerta en puerta; y algunas librerías donde el autor dejó unos ejemplares a consignación. Sergio iba cada fin de semana a preguntar en las librerías cómo había ido la venta y, con una ironía deliciosa, cuenta: “en una de esas ocasiones la propietaria de la librería Selva, que quedaba entre la avenida Roosevelt y la avenida Bolívar de la Managua que pulverizó el terremoto de la navidad de 1972, al contar los diez ejemplares que le había dejado, halló que había once”; y lo otro que quiero compartir es su declaración de principios, que retomó de Billy Wilder: “No aburrirás”, en tratándose de escritos para lectores. Lo primero no merece aclaración, desde siempre el arte de vender libros es de una apabullante dificultad (que me lo digan a mí); y respecto a lo segundo sí me parece pertinente decir que Sergio se une a Roald Dahl quien pregonaba lo mismo: La máxima responsabilidad de un escritor es escribir libros entretenidos.
El gran amigo de Sergio, Julio Cortázar, fue uno de los escritores más grandes, porque él demostró que la literatura podía ser un divertido juego, ajeno a los salones donde la pedantería es el centro de atención. Quien lee a Cortázar nunca se aburre, ¡al contrario!
Ahora, Sergio Ramírez, el nica, obtuvo el reconocimiento del Cervantes. Alguna tarde de éstas viajará a España para recibirlo de manos del Rey. Un cuentista nica recibe el Cervantes, autor que, se reconoce, es uno de los más grandes escritores, precisamente porque siempre escribió con inteligencia y humor. Sin duda que Cervantes, mucho antes que Wilder lo dijera, ya nos había legado la gran lección: ¿Sos escritor? Ah, bueno, entonces, tu primer mandamiento es: “No aburrás al lector”.
Posdata: Martín me dijo que Sergio estará en la FIL, en Guadalajara. Presentará su libro de cuentos “Antología personal. 50 años de cuentos”. ¡Ah, qué coincidencia! Este es el libro que tengo en mi mesa de noche. Espero no haberte aburrido con esta carta. Te quiero.