lunes, 10 de febrero de 2025

CARTA A MARIANA, CON UNA FOTO INFINITA

Querida Mariana: “pero te peinas”. Frase que usaron en un comercial del IFE (actual INE), frase que se hizo muy famosa. En el ingenioso anuncio un compa le avisaba a otro que iría a tomarse la foto de la credencial y el segundo le decía: pero te peinas. Durante mucho tiempo se volvió frase común, de cotorreo. Cuando alguien decía que se iría a tomar una foto (aunque no fuera la de la credencial) alguien decía: ¡pero te peinas! Recordé la frase la mañana de ayer. Fui a Plaza Las Flores y en la entrada de Walmart vi a un grupo de chicos de prepa en una caseta que, por treinta pesos, toma fotos instantáneas. ¿Mirás el prodigio? En tiempos de fotografías, de las famosas selfies, aún hay gente que se toma fotos para imprimir. Los vi entrar, eran cinco, tres chicas y dos chicos, los vi correr la cortina negra, no lo vi, pero intuí que se encaramaron unos con otros sobre la pequeña banca para que salieran sus rostros; escuché sus risas (ya se sabe cómo se goza la vida en convivencia, cuando la juventud es un pájaro al hombro). Cuando salieron de esa breve jaula les pedí (viejo metiche) que me permitieran ver la foto. Amables lo hicieron. Vi ocho pequeños recuadros donde aparecían ellos haciendo diversos gestos. Papelito que daba constancia del instante gozoso, pensé en la cita común: “papelito ¡habla!” ¿Y quién se quedará con la fotografía?, pregunté. Uno de los chicos dijo que la recortarían y se repartirían los pedacitos, fotos minúsculas. En algunos pedacitos una o dos caras salieron movidas. Desde afuera los escuché divertirse, una avalancha de risas brotaba del cuartito. Cuando la cámara dejó de funcionar, los vi correr la cortina y regresar a lo cotidiano, donde la gente entraba a Walmart para surtir su despensa. Ese cuartito les permitió una pausa divertida. Esperaron que la máquina vomitara la fotografía impresa y todos se acercaron para verla (yo incluido, viejo metiche). Lo hice porque deseaba atrapar ese instante que el prodigio de la vida me permitió vivir (compartir con ellos). Pudieron tomarse la selfie en cualquier lugar de La Plaza, tomarse mil fotos (exagero, pero sí existe la posibilidad, hacer mil caras, sacar la lengua, ponerse serios, hacer bizco), pero decidieron gastar sus treinta pesos y meterse a la cabina para tener otra experiencia, algo que parece venir del pasado en tiempo presente. La fotografía siempre ha estado presente en la historia del ser humano, digo, desde el descubrimiento de la fotografía. Mi mamá tiene dos o tres fotos que le fueron tomadas en San Juan de Letrán, en la Ciudad de México, los fotógrafos ambulantes (sin permiso) tomaban fotos a los peatones y luego ofrecían un papelito con la dirección donde podían pasar a comprarlas. En el pueblo hubo un fotógrafo callejero, en la calle que da a la parte posterior de la Biblioteca Rosario Castellanos y del Auditorio Roberto Bonifaz, casi frente al local de “Chacharilandia”, cuando había urgencia de unas fotos para una credencial de un equipo deportivo, uno se paraba frente a su cámara de cajón y minutos después las entregaba, todas húmedas. Hoy, medio mundo tiene celulares con los que toman fotos (miento, debí decir ¡todo mundo!) Todos se toman las selfies. Vos mirás que yo tengo mi sección sagrada, la de las fotos de privilegio, donde amigos y amigas me permiten tomarme una foto para compartirla en mi muro. Estuve a punto de decirles a los chicos de la fotografía instantánea que me permitieran tomarme una foto con ellos, pero sosegué. Posdata: pienso que este tiempo permite que exista un registro fotográfico como jamás se dio en épocas pasadas de la historia de la humanidad. Dentro de muchos años, todo mundo podrá saber cómo era nuestro Comitán actual y podrá advertir los mínimos cambios que se fueron dando. ¿Cómo fue el Comitán de los años cincuenta? Poseemos pocas evidencias. Por fortuna, Armando Alfonzo Alfonzo nos regaló sus libros “Sólo para comitecos” y “Comitán 1940”, que, a través de su narrativa y de sus espléndidos dibujos, nos ayudan a conocer algunos aspectos. Asimismo, tenemos el libro “Así te recuerdo, Comitán”, de la querida Lolita Albores; y la presencia de escritores como nuestra amada Rosario Castellanos y de B. Traven y de Basauri. Las fotografías que pueden ayudarnos a armar, más o menos, el rompecabezas, aún siguen en los baúles, ahí están humedeciéndose, echándose a perder. ¡Qué pena! Bastaría que sus propietarios les tomaran una foto con el celular y las compartieran en redes sociales. Todos los días se toman millones de fotografías en el mundo, se comparten en el Facebook (libro de caras). No siempre nos peinamos, a veces salimos con nuestras hormas desaliñadas. Total, se trata de compartir vida con los demás. ¡Tzatz Comitán!