sábado, 15 de febrero de 2025
CARTA A MARIANA, CON ENTRADA DE FLORES
Querida Mariana: el 10 de febrero 2025 se celebró la Entrada de Flores dedicada a San Caralampio. Si un visitante la hubiera presenciado podría sintetizar el recorrido de la siguiente manera: un grupo de personas, muchas provenientes de comunidades cercanas a Comitán, se reunieron en un punto que le dicen “El chumís”, nombre de un árbol. A las once partieron hacia el templo de San Caralampio, que se encuentra en el barrio de La Pila, en Comitán. Llegaron a otro lugar que tiene nombre de otro árbol: El cedro. En este lugar había otros grupos que se unieron al grupo inicial y todo el contingente comenzó a subir por calles empinadas, pasaron por un lugar llamado “Las siete esquinas”. La gente llevaba velas, flores e imágenes del santo homenajeado. Se pudo ver claramente que la celebración fue una mezcla de elementos sacros y profanos, pero todos reunidos en torno a la invocación de San Caralampio, que, dicen, es el santo más querido del pueblo. El contingente estuvo conformado al principio por gente que tocaba tambor y silbatos de carrizo, que llevaba banderas con imágenes religiosas e imágenes de San Caralampio; a continuación, lejos del grupo inicial, grupos de comparsas; hombres vestidos de mujeres; jinetes sobre caballos, sobresaliendo la figura del presidente municipal, el señor Fox, quien siempre participa. Todo fue una gran fiesta, muchas personas de la ciudad acudieron a las calles y avenidas por donde pasó la manifestación pagano-religiosa y se conmovieron ante las imágenes del santo, se emocionaron al ver a las mujeres con rebozos y a los hombres con sombreros caminar para agradecer los favores recibidos por San Caralampio y para implorar sus bendiciones. Quienes saben dicen que la Entrada de flores del 10 de febrero está relacionada con la petición de lluvia para las siembras, para que vayan bien las cosechas. Todo fue una gran algarabía, así como la entrada se divide en una manifestación religiosa y luego otra pagana, la audiencia también se divide en dos grupos, hubo quienes al finalizar la primera parte se retiraron; hubo quienes llegaron exclusivamente para ver lo que se asemejó mucho a un carnaval y disfrutaron la caminata de las comparsas, de los hombres vestidos de mujeres con sus leperadas, así como la presencia, por primera vez, de un grupo de bastoneras de la república centroamericana de El Salvador. En todo el trayecto hubo autos con altavoces con música y quema de cuetes. Cuando los diversos grupos llegaron al templo, subieron la escalinata, entraron al templo, satisfechos por haber cumplido, y al salir recibieron un vaso de agua de temperante.
La gente de acá conoce el ritual. Lo que anteriormente escribí sería la síntesis apretadísima de lo que vería un visitante. Es complicado, complicadísimo, resumir la experiencia de un día de Entrada de Flores, son muchos elementos los que confluyen. Los comitecos y comitecas, argüenderos por naturaleza y chismositos, siempre encuentran material para la crítica. Es bueno que exista tal discusión, pero cuando se ve el hecho en sí se concluye que la Entrada de Flores del 2025 fue una mezcla extraña de participaciones. No, ya no es lo que era. Esta manifestación social, llena de vida, no es lo que era. Por supuesto que no. Los tiempos han cambiado. El mismo Comitán de hoy ya no es el Comitán de 1928, cuando el investigador Carlos Basauri vivió esta experiencia y la dejó narrada en el libro “Tojolabales, tzeltales y mayas. Breves apuntes sobre antropología, etnografía y lingüística”. El testimonio de Basauri es de gran importancia para el conocimiento de esta tradición. Los historiadores e investigadores pueden hallar elementos para la comparación. Basta ver (en una fotografía) que el jacal está hecho de madera y (media hora antes de la entrada de flores) está pelón; al observar la fotografía que fue tomada media hora después de la entrada de flores, se aprecia que hay muchísima gente encaramada sobre el jacal y ya tiene flores. En este 2025, días antes prepararon el jacal con estructura de fierro y (haciendo la comparación) media hora antes de la entrada de flores ya estaba adornado con laurel. Ninguna persona sube al jacal después de la llegada de las personas. En las fotos de 1928, después del arribo del contingente se aprecia que hay varias personas en la parte superior del templo, al lado de las torres. Si se ve con atención da vértigo porque esas personas no tienen protección alguna, están paradas sobre una especie de alero, breve saliente que sirve de adorno.
A Basauri llamó su atención lo siguiente: “…a esta fiesta concurren todos los indios, llevando muchas y variadas ofrendas: gallinas, borregos, huevos, flores, palmas, dinero…” En 2025 no llevaron animalitos como ofrenda, las flores siguen presentes (hinojo, que repasan sobre la falda del santo y lo llevan a sus casas donde hacen té para curarse). Sí, querida Mariana, los tiempos son otros, pero hay esencias que continúan vigentes. Lo que siempre es un tema inmodificable es que todos (manifestantes religiosos y paganos) lo hacen por amor y veneración hacia San Caralampio. Te conté que hace años entrevisté a uno de los llamados “intensos” (gente que se viste de mujer, que comienza a beber trago desde el Chumís, hace desmadre en todo el trayecto y llega bolísimo al templo), él me dijo, con vaso de agua de temperante en mano, que todo lo hacía en nombre de San Caralampio, porque desde chiquitío su papá lo llevaba a la Entrada de Flores, cuando me dijo esto ya me lo dijo con los ojos llenos de lágrimas. Casi casi vi en su mirada perdida, mirada de bolo, un resabio de su mirada infantil, de su recuerdo de niño.
El testimonio de Basauri es de gran valor. No sé si en alguna plática te compartí una anécdota que el investigador contó en su libro y que da una idea del mito de Tata Lampo. Para que no me quede en la conciencia lo transcribo: “…en el año 1910 el cura secular de Santo Domingo subió al púlpito y lanzó ante el asombro de los fieles la aseveración de que “en el martirologio no figuraba San Caralampio” y que nunca había existido ni mucho menos tenía los privilegios que se le atribuían. No se hizo esperar una demostración palpable del error en que había incurrido dicho señor cura, pues esa misma noche, al tratar de encender una lámpara de alcohol, se inflamó todo el contenido del depósito, y el sacerdote recibió graves quemaduras en el rostro. Todos los adeptos de San Caralampio robustecieron su fe con este motivo y los pocos a quienes había convencido el cura, lo abandonaron”. Qué historia. Mirá el comentario con que Basauri remata lo contado: “Muchos ejemplos como el anterior podrían citarse, pues todos los vecinos de Comitán tienen algo que contar respecto a las grandes concesiones hechas por el santo a sus fieles servidores, así como los graves castigos que han recibido otros que se han atrevido a dudar o a desobedecerlo”.
Para quien quiera juzgar los cambios ocurridos puede servir como respuesta lo anterior. Los bolos, los que hacen malcriadezas, no son mal vistos por San Caralampio, de lo contrario ya hubiera descargado su furia contra ellos. ¡No! Parece que el santo sabe que en lo íntimo “los carnavaleros” no tienen otra forma de demostrar su cariño y su fe. Hacen desmadre, pero todo lo hacen (así lo aseguran) en honor al santo.
La entrada ya no es lo que era, Comitán ya no es lo que era, pero algo de la esencia de la tradición continúa, esta esencia es la fe inconmovible al santo. Tata Lampo sigue siendo el santo más querido de Comitán.
Posdata: Paty Cajcam y yo fuimos a hacer un ligero registro de la entrada del 2025. Bajamos a La Pila, como a las diez de la mañana, cuando en el templete del parque central aún no estaban las autoridades. Subimos y entramos al templo, cerca del altar estaba una imagen de Tata Lampo y al lado la fotografía de Doña Conchita Pérez, quien falleció días antes, y fue una gran devota y vecina del santo. Esta escena fue algo inédito, algo que conmovió a muchas de las personas que le tuvieron buena ley a la gran cocinera comiteca. En el atrio estaba la marimba de los hermanos Castro, dándole con todo, las líneas de plásticos y adornos volaban al ritmo del aire, como si celebraran la música y la vida. Ya estaba la señora con su mesa, los vasos, los contenedores con el agua de temperante. A todo mundo le ofrecía, en vasos de cristal. No había desperdicio con vasos de unicel, al contrario, como en los viejos tiempos, los vasos, en cuanto eran vaciados los metía en una vasija para lavarlos para que continuaran sirviendo. En el parque había venta de dulces, de jocotes encurtidos, de elotes hervidos. Dos mujeres, sentadas en el graderío, platicaban, vestían los tradicionales trajes tojolabales.
¡Tzatz Comitán!