viernes, 14 de febrero de 2025
CARTA A MARIANA, CON TECHOS
Querida Mariana: el cielo es el techo del mundo. Sin embargo, todas las casas necesitan techos para protegerse. Las techumbres evitan que veamos el cielo desde las recámaras, sobre todo el cielo nocturno, que es un obsequio divino. Sólo la literatura permite el prodigio de tener una casa sin techo. El autor serbio Goran Petrovic, en su novela “Bajo el techo que se desmorona”, habla de una casa sin techo, la gente la habita. Salvo ese extraño y maravilloso ejemplo, todas las demás casas tienen techos. Comitán tuvo casas con techos de tejas. Luis Armando Suárez tiene una editorial que se llama “EntreTejas”, es un nombre maravilloso. Porque, los comitecos de los años cincuenta y años anteriores crecieron entre tejas. Hoy dicen que los techos de tejas son un problema, porque cada año hay necesidad de “trastejar”. Nunca he comprendido bien a bien el porqué del deterioro de las tejas. ¿Por qué hay filtraciones de agua, cuando nadie camina por los techos? ¿De verdad los gatos provocan las rajaduras de las tejas? Nunca he visto que una nube panzona se siente a descansar sobre un techo.
Hoy, todo mundo construye sus residencias, pero les meten techos de cemento. No hay ya el acto de trastejar, basta con impermeabilizar los techos cada temporada previa a las lluvias.
Yo también crecí viendo techos de teja, esa visión permitió que algo del barro de Yalchivol entrara por mis ojos y abonara mi espíritu.
Los comitecos de bien tenemos espíritu de barro. El barro es, me cuentan los expertos, un material amable. El otro día entré a una casa construida a principios del siglo, es una casa maravillosa, con cuatro corredores, con pilares de madera, patio central y sitio. El techo, por supuesto, está cubierto con tejas. El propietario me contó que el amarre de las vigas está hecho con cuero. La casa tiene muchos años y se mantiene muy bien, tiene las famosas paredes maestras, que eran paredes con un grosor galán. Desde la calle se ve la casa con paredes que tienen más de siete metros de alto, son altísimas, con balcones a la mitad, pero cuando entré a la casa vi que el balcón casi casi está al ras del piso. Las habitaciones tienen una altura de cuatro metros; es decir, las casas tenían un relleno como de tres metros. Recordé mi casa de infancia, tenía una distribución similar. Mi casa tenía un zaguán con escalones. Después de subirlos se llegaba al nivel de piso, pero, por ejemplo, la oficina de mi papá, que era la Corresponsalía del Banco de México, estaba debajo del nivel de piso, había que bajar algunos escalones.
Las casas de principios del siglo XX tenían una gran altura, las habitaciones tenían cuatro metros de altura. El propietario de la casa que menciono me dijo que los constructores de aquellos tiempos eran sabios, porque su casa es muy fresca en tiempo de calor y, aunque pareciera paradójico, en tiempo de frío es muy cálida.
Circula en redes sociales una fotografía de Comitán de los años cincuenta a vista de pájaro, es una imagen preciosa, porque se ve la armonía del pueblo, es impresionante ver todos los techos con teja. Poco a poco se fue deteriorando dicha imagen. Llegaron tiempos de renovación y las casas se transformaron, la gente prefirió los nuevos materiales y desecharon la teja, así como los pisos de ladrillo. ¿Perdimos o ganamos? Como en cualquier cambio hubo de las dos esencias. Ganamos y perdimos, tal vez alguien diría que perdimos más de lo que ganamos, que la ganancia fue magra. El propietario de la casa que comento y que la mantiene en buen estado me dijo que él se siente privilegiado por vivir en una casa de aquellos tiempos, dice que disfruta la galanura del patio central, los corredores y la bendición de las alturas de los cuartos.
Posdata: crecimos entre tejas. Los chicos y chicas de hoy crecen entre losas de hormigón. ¿Quién tiene una mejor perspectiva de la vida?
Mencioné la Corresponsalía del Banco de México, mi papá fue el corresponsal de 1953 a 1964. Mi papá dejó de serlo cuando abrieron la primera sucursal que estuvo en la esquina del edificio donde hoy está el Teatro de la Ciudad. En los últimos tiempos hubo una sucursal a una cuadra del parque central, en un edificio que es propiedad de los herederos de Don Roberto Pulido. Y digo hubo porque en días pasados me encontré con la noticia sorprendente que Banamex (ya no CitiBanamex) cerró esa sucursal del centro. ¿Por qué? Andá a saber.
¡Tzatz Comitán!