miércoles, 2 de febrero de 2011

CARTA ABIERTA PARA LA DIRECTORA DE PUBLICACIONES DE CONECULTA-CHIAPAS



Respetada Ana María Avendaño Zebadúa: la historia es sencilla. Una tarde, un afecto me dijo que vos habías sustituido a Óscar Wong en la Dirección de Publicaciones. Me lo dijo con una sonrisa porque, según ella, vos garantizabas seriedad en el cargo. Dijo que eras una persona responsable y talentosa.
Por esto, cuando una tarde, en el auditorio del Centro Cultural Rosario Castellanos, vos te acercaste a mí no tuve ningún empacho en repetir lo dicho por mi amiga. ¡Por el bien de nuestro querido Chiapas deseaba que así fuera! Esa tarde vos te acercaste a mí porque llevabas un encargo de la Directora de Coneculta, Marvin Lorena. Me dijiste que la Directora me invitaba a cenar un pan compuesto para que platicáramos. Yo, Ana María, con pena, te dije que no acostumbro cenar y tengo la costumbre de acostarme temprano (pésima costumbre para asuntos de relaciones públicas). Te dije que para mí sería un honor poder platicar con la directora del instituto público más importante en materia cultural de Chiapas, y me ponía a vuestra disposición cualquier día, de ocho de la mañana a seis de la tarde.
Como ya nunca nos volvimos a ver días después envié un correo electrónico a tu dirección institucional en el cual anexé el archivo del librincillo que la directora de Coneculta, en forma pública, en el programa radiofónico de Miguel González Alonso, se comprometió a publicar a principios de este año. Después del mensaje escribí (entre paréntesis) mi reserva porque ustedes, los funcionarios, revisaran dichas direcciones.
Con asombro, al día siguiente hallé tu amable respuesta. Escribiste que tenías la sana costumbre de revisar tu correo institucional y, no conforme con ello, me enviaste tu dirección personal para estar en contacto. ¡Ah, Ana María, sonreí! ¡Mi amiga tenía razón! Como repitiera Nadia Villafuerte: “No todo está podrido en Dinamarca”. En ese correo me dijiste que con Marvin platicarías acerca de la edición y luego me informarías. Fui a la cocina y preparé una limonada sin azúcar y me senté a esperar. Una tarde mi mamá llegó a la cocina y me quitó las telarañas que ya me tenían como momia de Egipto. Entonces, volví a escribirte. Y, ¡sí, queridos lectores!, la directora de publicaciones de Coneculta-Chiapas ya no respondió. En el más reciente correo escribí que, como Marvin, al parecer seguía firme en el puesto, contra la apuesta de varios periodistas que juraban habría un cambio en el puesto (decían que otra paisana, Katina De la Vega, la sustituiría), quería saber el avance o retroceso del proyecto editorial.
Entre particulares se considera una falta de cortesía no responder a una petición. Entre ustedes, los funcionarios públicos, es un desacato ignorar el derecho constitucional de petición formal (sé que vos sabés que el artículo octavo de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos otorga a los ciudadanos comunes el derecho de recibir una puntual respuesta a toda petición realizada por escrito en términos correctos. Por esto, respetada directora de publicaciones de Coneculta, exijo una respuesta. La Constitución no establece que toda petición deba ser resuelta de forma positiva. Vos y Marvin tienen todo el derecho de mandar al basurero el librincillo del Molinari, pero yo tengo todo el derecho de esperar una explicación).
El día que vengás a Comitán me dará mucho gusto invitarte a comer un pan compuesto, siempre y cuando no sea en el horario inconveniente posterior a las siete de la noche. La invitación es extensiva para la directora de Coneculta. ¡Faltaba más!