jueves, 11 de agosto de 2011

EL POZO DE LA LUZ


Con un abrazo cariñoso a la familia Bermúdez Molinari, en San Cristóbal de Las Casas,
por la ausencia física de Aurorita y Lucita.




Medio mundo ha sido tocado por la luz de Luis Aguilar. Luis es el artista creador de la escultura del poeta Mayor de Chiapas que da la bienvenida a los visitantes del Centro Cultural Jaime Sabines, de Tuxtla Gutiérrez.
El pasado 7 de agosto, aniversario luctuoso de Rosario Castellanos, se develó, en el parque central de Comitán, una escultura realizada por Luis, cuyo motivo es la palabra y el cielo de Rosario.
La obra de Luis está llena de vacíos, pero no son los vacíos del saco roto, ¡son los vacíos inspiradores del origen del universo! Los vacíos de las obras de Luis no son los vacíos de los ojos de los ciegos o de los pozos sin agua; los vacíos de Luis son los vacíos de los agujeros negros, de esas ventanas primigenias que absorben la energía y la convierten en el gran misterio de la creación. ¿En dónde retoza la energía absorbida por un agujero negro? ¿Es tan intensa la soledad del color negro que le gusta jugar con el color blanco a las escondidas? ¿De qué se llenan los vacíos que toca la mano de Luis a través del agujero?
El espectador de las obras escultóricas de Luis se para enfrente y, como si fuese un alud, siente que se le viene encima una masa de bronce. No es sencillo quedar absorto e indiferente ante esa avalancha sólida e inalterable que se desgaja como se desgaja la furia de Atila o de Sansón. Pero basta un segundo para que la mirada se transforme en una línea de mercurio que se vuelve dúctil y se derrite como se derrite el Sol ante la presencia de lo Divino. ¿Qué línea logra el prodigio de convertir en gajo de manzana la alteridad de la roca?
Como en juego infantil, el espectador llena su mirada con lo que está “detrás” de esos vacíos, con lo que se llenan esos vacíos ¡jamás tan llenos como llenos los anhelos del hombre! A veces son cielos con aves, cielos con árboles, árboles con flores, flores con colibríes, colibríes con alas, alas con vientos, vientos con nubes, nubes con cielos, cielos con palabras, palabras de hielo, de brasa, de tiempo y de arena. Los vacíos de Luis están llenos del Todo y más allá. Abren esos universos alternos en donde el tiempo es otro y otro es el otro.
Los espectadores jamás volvemos a ser los mismos. Desde siempre nos dijeron que el mundo se palpa y que mientras más sólida es la construcción más certeza tenemos de nuestra casa. Ahora ya dudamos. Dudamos porque los vacíos de Luis nos advierten la posibilidad de que lo real no sea esto que, como Santo Tomás, ¡tocamos!, sino aquello que está rodeado de aire y de viento. Tal vez el universo, más allá de éste que palpamos, sea la ventana dúctil que nos indica el camino para la utopía y para el sueño.
Luis toca el viento y, niño travieso, nos invita a ser cómplices de su juego, porque -ya lo demostró- el viento es un cristal con color de algodón donde la vela, además de impulsar el barco, prende la llama del alma y de lo que rodea al corazón del hombre.
¿De qué está lleno el universo? ¿Cómo Dios modeló esto que está lleno de huecos y de pasadizos secretos? ¿Qué Minotauro se divierte en este fantástico laberinto que construyen los “dédalos” de Luis?