domingo, 4 de septiembre de 2011

RAYMUNDO ZENTENO




No todas las ratas son ratas ni todas las palomas son blancas palomas. Parece que uno de los cielos de Raymundo es mostrar que todo el mundo puede encontrar su Ray. Si decimos que la zorra es astuta es porque los hombres le han otorgado esa categoría y por eso andamos repitiendo lugares comunes como el de que “la fulana de tal es una zorra”.
Tal vez algún día Raymundo logre que los seres humanos dejemos de otorgar a los animales vicios y virtudes que sólo corresponden a los hombres.
“Sos una araña panteonera”, decimos a una mujer frágil y jodida. “Esta muchachita es una chiva”; “pero ¡qué burro sos!”; son apenas unas cuantas plegarias con que llenamos nuestro libro de oraciones.
Raymundo Zopilote estuvo en Comitán. Un grupo de tiucas y de curgüatones lo esperaba ansioso. Ray, a pesar de tener una afección en la garganta acudió puntual a la cita (como es pariente de la Ray-o-vac siempre anda con la pila hasta arriba).
El director del programa “Radiombligo” llegó para decirnos que el zopilote no es el ave que todos creemos o que nos han dicho que es. Vuela, sí, ¡sí vuela!, pero vuela más alto que las águilas; come, pero no come carroña, al menos esa noche comió panes compuestos y se aventó una copita de posh tzimolero (el Nuka le ofreció la copita en intento de que aclarara su garganta y adormeciera tantito las alas. Pero no logramos adormecerlo, parece que los zopilotes están acostumbrados a permanecer con el ojo abierto toda la noche, tal vez por la vieja costumbre que esos carroñeros tienen de aullarle a la luna. Zope no durmió en el árbol comiteco. A las ocho de la noche se enfiló rumbo a la niebla de San Cristóbal y a la nata de Tuxtla Gutiérrez). Raymundo vino a decirnos que el zopilote canta, canta mucho mejor que el canario; y su plumaje es más colorido que el del quetzal.
Las tiucas y los curgüatones comitecos estuvieron fascinados con su visita. A final de cuentas, Ray también vino a contarnos que en todos los cielos del mundo hay aves y que el chiste de la vida es hallar las corrientes de aire más propicias para el vuelo.
Pero, tal vez, es bueno recordar que Ray no nació zopilote, y si cumplió su anhelo, es porque un día imaginó que podía volar alto y, en lugar de soñar con ser águila o aguilucho como lo hace cualquiera, él soñó con ser algo menos pretencioso. Y así, sin pretensiones, sin ínfulas, sin dárselas de mucha altura, ha logrado alcanzar cielos que a pocos les es concedido y a los que nunca llegan los que se creen águilas.
Ray vino a decirnos que es válido desear ser zopilote, rata, tlacuache (tacuatz, decimos en Comitán); vino a decirnos que cada uno tiene alas para volar por todos los cielos. Vino a decirnos que nuestra misión en la vida es trascender, dejar de ser simples hombres y convertirnos en animales alados. Ray nos dejó la idea de que la carroña no es el alimento de los zopilotes sino de aquellos hombres que creen que los cerdos (cuches, diríamos en Comitán) no vuelan y su destino es regodearse en el fango y comer achigüal.
Raymundo vino a decirnos que con el Zenteno se hacen centenas de panes españoles de centeno, porque la zeta crece en la humedad y no hay edad húmeda para crecer. Las tiucas y los curgüatones estuvieron felices mientras el zopilote anduvo revoloteando por acá. Cambiaron paradigmas. Los zopilotes no sólo acuden ante la muerte, también festinan la vida ¡y de qué manera!