viernes, 30 de septiembre de 2011

LOS QUE NO CUENTAN


Con un abrazo respetuoso para la familia Figueroa Jasso
por la ausencia física de don Rami.



Desperté por el ruido, ¿o fue por el nombre fragmentado de la mujer? A la hora de abrir los ojos, recordé, en medio de la niebla inconsciente, algo como un vendaval de campanas y de cadenas chocando entre sí. ¡Tuve la certeza de que ese alud me había despertado! Luego dudé porque apareció el nombre. Me senté sobre la cama. Yo, que no sudo, sudaba copiosamente. Mi corazón latía como émbolo atormentado. Agucé mis oídos. Ya no estaba el ruido. Al contrario, ahora el silencio cancelaba todos los ruidos. Eran las dos de la madrugada. El nombre sí estaba presente. Eran fragmentos regados en el piso, como cucarachas, pero tenían una consistencia como de roca.
Fue tal mi desasosiego que no volví a dormir. Mientras la madrugada llegaba pensé en el nombre. Ya no lo recordaba con exactitud, pero era el nombre de uno de los personajes de mi novelilla “Yo también me llamo Vincent”. Personaje que ya no aparece en la versión final. Apareció en algún momento de la creación y comenzó a tomar cuerpo, pero luego desapareció. Desapareció porque una amiga (a quien le di a leer la versión antes de publicarla) me cuestionó la importancia de dicho personaje. Después que lo comentamos me di cuenta que mi amiga tenía razón: ese personaje no aportaba algo al desarrollo de la trama; al contrario ¡confundía! Entonces, con la arrogancia del creador, eliminé el personaje. El texto ganó con esa eliminación.
Tal vez esto fue lo que me despertó: ese desasosiego. ¿Cuántos personajes no han visto la luz porque el escritor los ha eliminado, por una u otra razón? Pensé, de inmediato, en el peso específico de El Quijote y de muchos personajes de la literatura. ¡Ah, cuántos personajes inolvidables!
¡Que nadie diga que son personajes ficticios! Las vidas de los hombres y mujeres “reales” han sido tocadas por esos personajes “inventados”.
Continuaba sudando, a pesar de que ya tenía despierto más de una hora. Ese personaje femenino ¿me reclamaba su muerte prematura? ¡Qué absurdo! Ni siquiera recordaba su nombre. Sin embargo, algo como un residuo quedó en mi cerebro. La prueba fue ese insomnio y ahora esta Arenilla.
Ahora pienso en todos los “abortos” que han provocado los escritores; pienso en todos los personajes que pudieron ser y no fueron; pienso en que, tal vez, algunos de esos personajes pudieron ser importantes si hubiesen sobrevivido. Incluso pienso en los que permanecen adentro de gavetas y que nunca han recibido la luz del Sol. ¿Saldrán algún día? ¿No será que, en medio de todos ellos, existe un personaje que puede modificar alguna vida real? ¡Oh, Dios mío, pienso en que, tal vez, alguno de ellos puede, para bien, cambiar el mundo con sus palabras, con sus actitudes! ¿Quién puede asegurar que algunos de ellos no habría sido otro Quijote, por ejemplo, si los escritores lo hubiesen dejado crecer? No es raro hallar en la vida real historias de niños que no prometían y se convirtieron en adultos maravillosos.
Esa madrugada, cuando salió el Sol, prendí la computadora y busqué el borrador de la novelilla. ¿Por ahí habría quedado algún vestigio? ¡Nada! ¡Nada! A las siete de la mañana le envié un mensaje a mi amiga: por casualidad ¿guardaba el original que le di? Dos minutos después llegó la respuesta: ¡no!, ya lo había tirado a la basura. Otro mensaje: ¿se acordaba del nombre del personaje? Cinco minutos después: ¡no! También lo había botado de su mente.
Bueno, pensé, eso ayudaba al proceso de eliminación. Si no recordábamos su nombre significaba que no era importante. Pero entonces ¿qué significaban esos fragmentos regados en el piso de mi espíritu?
Ya tiene más de diez días que ocurrió. Sin embargo sigo dándole vueltas al asunto. Esto es como el Limbo donde -contaban los viejos- iban a dar los no bautizados. ¡Pero no! Ese personaje sí lo bauticé. El problema es que en algún instante extraviamos el nombre. Ese extravío lo causó su desaparición. Los autores, así como dan vida, ¿también son asesinos inclementes? ¿Esto es reflejo de la Creación?
Ahora estoy seguro que fue el ruido el que me despertó esa mañana: el ruido de mi mente, de mi corazón. ¿A dónde van a dar los muertos? ¡Quién sabe a dónde irán! Los muertos del panteón literario, ¿adónde van?