lunes, 13 de febrero de 2012

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO PASAR DE SER SEGUNDO A SER PRIMERO




Querida Mariana: Segundo Guillén, Presidente de COPARMEX, me invitó a una reunión. Asistí. Asisto a reuniones que no pasen de hora y media y sean en las tardes. Hay gente que se reúne después de las ocho de la noche. Vos sabés que a esa hora yo me dispongo a dormir. La cita fue en la sede del IMPLAN (Instituto Municipal de Planeación), a las seis de la tarde.
Salí de casa diez minutos antes de la cita para llegar a tiempo. Siempre procuro -procuro- ser puntual. En Comitán tenemos la ingrata costumbre de llegar tarde a todos los actos. Hace como dos o tres meses un amigo me invitó a celebrar su cumpleaños. La invitación era para las dos de la tarde, en un salón que está por el Club Campestre. Ahora, los festejos se hacen en Salones. Antes, en los años sesenta, nos alegraba recibir a los amigos en el patio de la casa. Se rociaba agua al patio de ladrillo, se engalanaban las paredes con festones de juncia y se colocaba un manteado (con dos o tres hoyos que jodían la tarde de algún invitado, cuando llovía). Ahora no. Las señoras de las casas aducen que es una friega tener que andar limpiando, antes y después del festejo. Resulta más cómodo pagar la renta de un Salón. En el festejo de mi amigo fui puntual y a la hora que llegué sólo estaba el grupo de marimba. Bueno, con decir que ni el festejado estaba. Con pena me acerqué a los marimberos y comencé a platicar con uno de ellos. Cuando estaba avanzada la plática le pregunté si los contrataban por hora y él dijo que sí; y ¿de qué hora a qué hora los contrataron hoy? De dos de la tarde a ocho de la noche. Ah, qué bonito, dije. ¿Y por qué no tocan, entonces?, agregué. Y el marimbero firmó el acta de perdedor cuando me dijo: ¡No hay nadie todavía! Aproveché el desliz y dije: ¡yo soy invitado y ya llegué! Total que, para no hacer el cuento largo, me senté en una mesa, pedí un vaso de agua al mesero y escuché la primera tanda del grupo de marimba. Pensé: “Ah, no saben lo que se pierden los que llegan tarde”. Esa tarde tuve el privilegio de escuchar a un grupo de marimberos tocando sólo para mí. Pero no siempre sucede así. La tarde en que asistí a la cita de Segundo debí esperar cinco, diez, quince minutos ¡sin marimba!
Mientras nuestro convocante acudía comenzamos a platicar con los invitados que poco a poco iban llegando. Cuando Segundo apareció la reunión principió. El Director de IMPLAN explicó el motivo de habernos citado: la presentación de tres programas relacionados con el desarrollo de nuestra ciudad.
Segundo, quien, ya lo dije, es Presidente de COPARMEX-COMITÁN, nos citó para incentivarnos acerca de un tema que es añejo pero del cual no se ha logrado mayor avance: la propuesta para que Comitán sea considerado Pueblo Mágico.
Esa tarde bailó en el ambiente una certeza: Comitán ¡es un pueblo mágico! Lo intuyen sus moradores y lo reconoce la gente que llega de otras partes. No es casualidad que muchos visitantes se lamentan cuando abandonan la ciudad, y no es coincidencia que muchos de estos visitantes hayan decidido quedarse a vivir en esta tierra. ¿Qué los motiva a radicar acá? ¡La magia! Y como la magia pertenece al territorio de lo inexplicable, a los propios comitecos nos cuesta trabajo mencionar cuáles son los elementos que hacen mágico a este pueblo. La propuesta de Segundo fue retomar el tema. Mencionó que él ya hizo contacto con la Secretaria de Turismo y que la puerta se abrió. Sólo falta, precisamente, relacionar todos aquellos elementos culturales que nos distinguen de los demás pueblos del mundo.
Dentro de estos elementos hay uno que no lo entienden todos los comitecos: el voseo. ¿El voseo? Sí, uno de los ríos que hacen la magia de este pueblo es nuestro lenguaje. Muchos paisanos ven al voseo como una rémora, como una herencia húmeda que debemos erradicar. ¡Por el amor de Dios! Botar el voseo equivaldría a cancelar una de las vetas más ricas de nuestra idiosincrasia. El lenguaje está íntimamente relacionado con los entornos social y cultural. El lenguaje construye el espíritu del hombre. Los estudiosos del lenguaje coinciden en que las sociedades que reflexionan acerca de sus modalidades lingüísticas tienen más elementos de identidad y se adaptan, con dignidad, a los inevitables procesos de transculturación, tan comunes en esta época de globalización. Nosotros hablamos igual que hablan millones de argentinos y quienes lo hacen con orgullo. La única diferencia es el timbre de voz. Y acá brinca un fenómeno singular. Cuando escuchamos hablar a un argentino llama nuestra atención el tono con que hablan, pero cuando hablamos nosotros “nos oímos mal”, nos da pena. Ah, no sabemos que nuestra riqueza radica precisamente en ese cantadito tan peculiar, tan de tiuca alebrestada. Muchos comitecos dicen que hablar de vos representa un retroceso cultural. Como si el hablar de tú nos abriera una puerta al desarrollo y nos convirtiera en una sociedad de Primer Mundo. No nos hemos dado cuenta que el día que volvamos prestigioso al voseo nos devolveremos el prestigio que una vez tuvimos.
Esa tarde de la reunión coincidimos en que era necesario aportar datos acerca de los elementos distintivos. Nos dimos cuenta que ¡lo diferente! es lo que provoca la magia. Todo lo que nos iguala ¡nos mimetiza, nos desvaloriza! Por el contrario, todos aquellos elementos culturales que nos son propios nos otorgan un valor esencial, ¡nos hace únicos! Y en la vida se trata de ser diferentes. Basta poner un ejemplo: en literatura, nadie quiere leer textos que se parezcan a otros textos. Nos sublima la idea de hallar historias inéditas en las páginas de los libros. Lo mismo sucede con la comida y demás elementos culturales que forman el entorno del hombre.
A ver, te invito a hacer un ejercicio de imaginación. Imaginá un mundo donde no hubiese más que hot-dogs y hamburguesas para comer. ¿Imaginás que tragedia tan cruel? Bueno, pues lo mismo sucedería si todo mundo uniforma sus diversos modos de ser (al paso que vamos no va lejos que el mundo termine así y con ello acabemos con el mundo).
La propuesta de que Comitán sea reconocido como Pueblo Mágico nos recuerda la maravillosa certeza de que este pueblo es diferente y que corresponde a los comitecos conservar esa joya. Para lograr esto, antes que convencer a las autoridades federales, es necesario convencernos nosotros y obtener el respaldo de las autoridades locales. ¿Estamos conscientes de que este pueblo es mágico? ¿Reconocemos cuáles son los elementos que nos otorgan esa magia? ¿Podemos enumerarlos? ¿Sabemos que parte de esa magia está instalada en sus bajadas y subidas, en sus balcones, en sus patios llenos de flores, en sus arcos, en sus balcones, en sus techos de teja, en sus…? ¡Uf! Y esto sólo para hablar de sus rasgos arquitectónicos. En la medida que cancelamos estos elementos arquitectónicos propios nos volvemos más como los otros y vamos dejando de ser nosotros, dejamos de poseer esa magia. Jamás, jamás, querida mía, ¡jamás!, llegaremos a poseer la magia que posee Nueva York, por ejemplo, con sus rascacielos. ¿Por qué entonces imitamos la grandeza de aquellos edificios con modelos chiquitíos y jodidos que, en lugar de causar asombro, provoca la misma tristeza que aparece cuando mirás a un niño pepenando frutas podridas en un basurero?
¿Podemos relacionar todas las riquezas de nuestro pueblo? ¿No? Esto fue lo que Segundo nos advirtió. Es necesario hacer un inventario de todos los elementos que hacen de este pueblo un pueblo mágico. ¿Qué sucede con la comida? Pensemos un poco en la riqueza gastronómica que poseemos. ¿La valoramos en todo lo que vale? La compañía de gas GAS-COM editó, para obsequiar a sus consumidores, un Recetario de Cocina Chiapaneca. Es una bella edición que realizó con motivo al aniversario número cuarenta. Ahí, a todo color, en papel couché, hay muchas fotografías de esas riquezas gastronómicas que nos hacen diferentes. ¡Por ahí asoma el pan compuesto, la olla podrida, la butifarra, el hueso, los picles, el atol agrio… y más, mucho más!
Pensá, niña mía, pensá en todos los dulces que a vos te gustan y que sirven en las casas comitecas como postre después de la comida.
Pensá, amor mío, en los panes, los panes de Las Torres que comés a las seis de la tarde, con un cafecito, en el corredor de tu casa, mientras el sol se oculta.
Pensá en todo lo que nos hace diferentes; en lo que hace mágico a este pueblo.
La reunión en el IMPLAN sirvió para decirnos que los comitecos poseemos un tesoro casi tan mágico como su clima. ¿Lo hemos valorado? ¿Vamos a catafixear nuestro oro por las piedritas con brillitos? ¡No debemos permitirlo, al contrario, debemos apoyar esta iniciativa! Cada uno, desde su trinchera puede contribuir a preservar y a enriquecer este lingote de luz. Vos, niña mía, como joven, podés hacer que este pueblo sea más grande de lo que es. Sólo un ejemplo pongo: oí a Espinosa Paz, a la Chica Dorada, a Los Tigres del Norte, a Elvis Presley, a Los Beatles, pero date el tiempo para sentarte en el atrio del templo y escuchar la marimba cuando hay novenas y entradas de flores. Mirá cómo fluye la armonía entre el brillo de los farolitos. Procurá entender el simbolismo de las entradas de velas y flores y mirá cómo el cielo es diferente en esta parte del mundo.
Pd. Ahora que celebramos a San Caralampio hay motivos suficientes para ver cómo este pueblo tiene la magia de lo diferente. No hay otro pueblo del mundo que tenga tanta fe en este Santo. Esta fe ha dado paso a un fenómeno antropológico que es único en el universo. El día que quienes se llaman Caralampio digan su nombre con orgullo ese día entenderemos la belleza de nuestras palabras. Comitán está en un segundo lugar, pero, vos lo sabés, está destinado a ser un lugar de primera. Mientras tanto, yo conmino a la gente a procurar ser puntual, porque la impuntualidad no es rasgo cultural que nos conceda orgullo.