jueves, 2 de febrero de 2012

UNA FOTO EN BLANCO Y NEGRO




¿Quién es el hombre que aparece en la foto que me envió Jaime Córdova López? Jaime radica en la ciudad de México. Creo que él es oriundo de Tzimol, un pueblo lleno de todos los verdes del universo. ¿Por qué me envió la foto? No lo sé bien a bien. Tal vez lo hizo para que yo comenzara a fragmentarla -tal como ahora comienzo a hacerlo- para luego volver a unir esos fragmentos en un intento de jugar a formar los rompecabezas que de niño jugué. Por esto, ahora vuelvo a preguntar: ¿quién es el hombre que aparece en la foto? El hombre que está al lado de un perro que, intuitivo, voltea hacia la cámara. Porque el hombre, dubitativo, mira al frente. Al fondo de la fotografía aparece un murete de piedra, de esos que eran tan comunes en los pueblos para demarcar los territorios y que ahora son cada vez más escasos. Son escasos porque ahora los hombres levantan muros altos, cada vez más altos, del tamaño de la inseguridad. Antes, así lo corrobora esta fotografía, los espacios eran más libres. Los obstáculos eran los naturales y la gente podía, sin pedir permiso, entrar a los terrenos vecinos, porque, se sabía, nadie iba a cometer un hecho inapropiado. Lo más que hacían los niños de esos tiempos era entrar a los terrenos para mover la piedra que tapaba el hueco del maguey para chupar el aguamiel.
En la foto que Jaime me envió miro algo como un arco que define el primer plano. El arco, la sombra, a modo de cielo, está hecho de ramas de un árbol que parece un espino. ¿Es un espino? ¿Este elemento es algo como aquella corona que ciñó la frente de Jesús? ¡No puede ser! Sin embargo, la imagen (en blanco y negro) ahora me remite a esas imágenes del cine mexicano, de los años sesentas, donde Rodolfo de Anda, sobre un caballo blanco, cabalgaba en intento de huir de un grupo de apaches que lo perseguía; o donde Luis Alcoriza, amarrado de las manos, era escoltado por un grupo de soldados romanos que lo conducía ante Poncio Pilatos. En ese tiempo, el cine estaba lleno de polvo. Como el terreno era similar al que se distingue en la fotografía de Jaime, los caballos y los hombres levantaban mucho polvo, esta niebla opacaba el horizonte y, por ende, el futuro. Ahora, en tiempos en que todo lo cubrimos con cemento, el polvo ha desaparecido y, tal vez por esto, pensamos que somos inmortales y olvidamos aquello que nos recordaba que somos polvo y…
La sombra del arco de espino cae a plomo, como a plomo cae la sombra del perro y del hombre. ¿Quién es éste? ¿Qué piensa mientras mira al frente? ¿Acaso advierte lo que el futuro depara al hombre? El paisaje es un paisaje miserable dentro de su belleza: piedras, tierra yerma y espinos forman su forma. Cualquiera pensaría que no tiene vida y ¡sin embargo! Ahí está el perro que mira a la cámara, sin preocuparse del futuro hacia donde se dirige la vista del hombre. El hombre, recto, más recto que el árbol de espino, se enorgullece de sus dos ramas: una, la izquierda, forma un ángulo recto sobre su cintura, y la otra, la derecha, también en ángulo recto forma la clásica figura del pensador pues es la mano sobre la barbilla. ¿Qué piensa el hombre? ¿Por qué está parado debajo del sol? ¿Por qué no se resguarda debajo del arco y de la sombra? Tal vez el perro voltea a ver la cámara porque ésta sí se cobija en la sombra. Pero el hombre parece que no se moverá durante algún tiempo. Algo le hace ver hacia el frente, hacia donde el horizonte es una incógnita, donde, tal vez, crece la milpa o el verde de la caña de azúcar alimenta el trapiche y se forman los batidos de panela debajo de un cobertizo o, tal vez, el agua de la Rejoya se descuelga debajo de los árboles que están llenos de vida y que contradicen este paisaje de espino, de piedra y de polvo inmanente. Tal vez por esto el hombre es como un sabino y sus ramas están a punto del aleteo. Los perros no vuelan, por esto, lo más que hacen es mirar a la cámara. El hombre mira un punto que está un poco más allá de las estrellas, un poco más allá de donde el agua gorgoritea y se extiende sobre el valle. ¿Por qué Jaime me envió la foto? No lo sé. Tal vez fue un envío para decir que más allá del polvo está la transparencia del agua; y que más allá de los arcos de espino está el azul donde retoza el Sol; y que, a veces, uno puede jugar a armar rompecabezas como cuando era niño, como cuando las fotografías sólo eran un mundo en blanco y negro.