viernes, 24 de febrero de 2012
POR LAS MONTAÑAS DE SUIZA
Marcos entró a la sala y dijo que iba a esquiar. El reloj de péndulo marcaba las doce del día. Su papá dejó de leer el periódico y lanzó una mirada cómplice a la mamá, quien sonrió y dijo que sí, que estaba bien, que no volviera tarde. La mamá ya no dijo lo que siempre decía en estas ocasiones. Ambos se habían acostumbrado a las fantasías de su hijo. Al principio, la mamá miraba al papá, con mirada tolerante y decía: “¡Ay, las locuras de don Juan!”, y es que el abuelo Juan fue igual de fantasioso. Marcos había heredado la mente fantasiosa de su bisabuelo materno.
El niño, vestido con un pasamontañas, chamarra gruesa con vivos azules y blancos, guantes negros y botas, tomó los dos esquíes y mandó besos a ambos. Cerró la puerta.
Todo mundo estaba de acuerdo en que Marcos era un niño raro. Por esto, en la escuela fue suspendido. Su papá decidió no llevarlo más. Aprendería con un tutor. Éste llegaba de lunes a viernes, de cuatro a seis de la tarde.
La última lección del último viernes había sido geografía universal. Sin duda, pensó el papá, de ahí había tomado la idea de ir a esquiar. ¿Esquiar en Comitán? ¡Por el amor de Dios!
A las dos con treinta y dos, Marcos regresó, tiró los esquíes, se quitó los guantes negros y se sirvió un vaso de agua. ¿Cómo te fue?, preguntó la mamá. Bien, dijo él, y se sirvió otro vaso. María se cayó, dijo el niño. ¿A dónde fueron? En la ladera Este de Los Alpes, dijo el niño, serio. Se limpió el sudor. ¿María, está bien? Sí, ya el doctor la enyesó. Estará en cama dos semanas. ¿Dos semanas? ¡Bendito!, dijo la mamá y le pidió a Marcos la ayudara a poner los platos en la mesa. Luego lo mandó a lavarse las manos. El papá bajó de su habitación y habló de las próximas elecciones, mientras en la televisión daban las noticias del clima. El pronóstico para el día de mañana era lluvioso y con frente frío. La mamá, sirviendo la sopa fría de coditos con jamón y mayonesa, que tanto le gusta a Marcos, dijo, en tono de broma: “Mañana no es conveniente que vayás a esquiar”: No, dijo el niño, Irma y yo iremos a montar elefantes. Los papás buscaron sus miradas cómplices, mientras el niño alargaba el brazo con el plato y pedía otra porción de sopa. A las cuatro llegó el maestro.
Al otro día, Marcos, vistiendo un pants azul y una playera con cintas amarillas, dijo que volvería a las dos. La mamá, que cortaba palmito y zanahoria, en pedazos minúsculos, para prepararlos en vinagre, dijo: “Tené cuidado, los elefantes no son como los caballos”. Sí, dijo Marcos, no te preocupés, mamita, Irma es experta. Como el papá no estaba, Marcos se acercó a su mamá y le dio un beso en los labios. La mamá sintió una corriente de frío que le recorrió toda la piel. Miró la ventana y la vio cerrada. No supo de dónde había llegado esa culebra fría que se había paseado en su cuerpo, fue algo como un presentimiento. El niño tomó la mochila y salió.
El papá se sentó a la mesa y preguntó por Marcos. La mamá, sirviendo la ensalada de ajopuerros, dijo que el niño había asegurado estar en casa a las dos. El papá consultó su reloj de pulsera, ya eran las dos con cuarenta y cinco. Prendió el televisor. La del clima decía que el pronóstico del otro día era soleado, con una temperatura mínima de 18 y una máxima de veintiocho. El conductor del noticiario dio la noticia de que en un lugar de Chiapas, llamado Comitán, escaparon dos elefantes de un circo causando destrozos en el centro de la ciudad. Por fortuna, elementos del Zoológico Álvarez del Toro, de la capital, se trasladaron en helicóptero y con dardos somníferos potentes lograron someterlos. Marcos entró, dejó la mochila sobre una silla, besó en la frente al papá y, llevándose a la boca una rebanada de pepino, les mostró una foto: “Es del día que María se accidentó”. Los papás vieron a la niña y a su hijo, sobre los esquíes, levantando los bastones. El paisaje era un paisaje nevado, como si hubiesen estado en Suiza. “Es un fotomontaje, ¿verdad?”, dijo la mamá. Marcos tomó otra rodaja de pepino y la comió. En la televisión se veía la última toma de los elefantes. Irma y Marcos estaban al lado. La fotografía no parecía de un paisaje comiteco, tenía mucha similitud con una calle de Jaipur.
Mañana iremos con Alicia a jugar rugby, dijo el niño y subió a preparar su tarea. Faltaba menos de una hora para que llegara su maestro.