sábado, 28 de abril de 2012

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO HAY FRANQUICIAS DEL CORAZÓN

Con un abrazo respetuoso para la familia Guillén Alcázar por la ausencia física de don Efraín. Querida Mariana: los OXXO’s nos invaden. Los niños comitecos de los años sesenta pensábamos que el mundo terminaría cuando los extraterrestres invadieran la tierra. En esos tiempos, los seres extraterrestres venían de Marte y no tenían mayor misión en la vida que conquistar planetas a través de violentos ataques con pistolas de rayos. Cuando, en el sitio de la casa, nos aburríamos de jugar a los “indios y vaqueros”, jugábamos peleas interplanetarias. Los terrestres teníamos la encomienda de hacer polvo a los marcianos. ¿Por qué todos los extraterrestres eran Marcianos? ¡No lo sé! Pero parece que Marte era el planeta favorito de los escritores terrícolas, tan era así que la letra de un chachachá de moda decía: “Los marcianos llegaron ya”. ¡Mentira, nunca llegaron! Ahora sabemos que en Marte no hay vida. Pero, en ese tiempo, hubo una película que se llamó: “Santo contra la invasión de los Marcianos”. Por esto, los niños, en la noche, salíamos al patio de la casa y buscábamos en el cielo alguna señal. ¡Nada! Nuestro cielo comiteco, lleno de estrellas, estaba sosegado y nosotros, al menos por esa noche, podíamos dormir tranquilos. Los Marcianos a esa hora, sin duda, estaban invadiendo otros planetas. Jamás nos dijeron que nuestros invasores serían seres terrenales con nombres exóticos como Walmart, OXXO y demás apellidos de pronunciación difícil. En los años sesenta, Mariana mía, teníamos a ¡Santo!, que nos defendía de todos los males habidos y por haber. Un día, de 1984, México despertó con la noticia de que Santo, el Enmascarado de Plata, había muerto. ¡Dios mío!, dijimos todos. ¿Quién lo mató? ¿Un marciano? ¿Un vampiro? ¿Un zombi? ¿Alguna momia de Guanajuato? ¡No!, nos dijeron, murió de un infarto. ¡Ah, qué muerte tan boba para alguien como él! Los héroes debían morir desollados por la vida y no por la muerte. Su ausencia nos conmocionó y nos dejó en el desamparo. A partir de ese instante quedamos a merced de todos los peligros, cualquiera podía invadir nuestros territorios. Ahora, como dicen en el programa de Chespirito, “¿Quién podrá defendernos?”. Parece que nadie. Ante el avasallamiento de las Súper poderosas cadenas comerciales, los tendejones y misceláneas tienden a desaparecer y con ello, admitámoslo o no, desaparecerá una parte importante de nuestra identidad. En los años sesenta, las tiendas de la esquina tenían nombres menos rimbombantes, pero más cercanos a lo que éramos. ¿Adónde vas?, preguntaba la abuela y nosotros decíamos: “A la tienda de doña Angelita” o “Con don Rami”. Doña Angelita, don Rami y todos los demás comitecos, propietarios de negocios pequeños, eran referentes de nuestra memoria colectiva. Esos nombres señalaban a un ser cercano. Ahora (no me quejo, sólo consigno que es parte del fenómeno de la globalización y de la avalancha de la mercadotecnia) vamos a comprar a lugares que son como eso que en el registro de Hacienda se llama Persona Moral, las personas físicas se están diluyendo y esto es una pena. Es una pena porque, vos lo sabés, la vida se justifica con el acercamiento del otro: el hijo con el padre; el novio con la novia; el amigo con la amiga; el amado con la amada. ¿Qué tipo de relación puede sostenerse con una entidad sin rostro? ¿Adónde vas?, pregunta la abuela, y el nieto responde: “Voy al OXXO”. ¡Virgen de la Concepción!, grita la abuela y recomienda que no se acerque mucho, “qué tal que ese oso es peligroso”. Se está acabando el trato con la gente. Parece que es la preparación para lo que nos depara el futuro: el trato del hombre con el robot. Vos sabés que nunca he sido bueno para el comercio. Lo mío está alejado de la venta. Antes, si alguien me pedía una cajita, de esas que pinto y quedan tan bonitas, yo la regalaba. Gracias a Dios ya no lo hago, porque comprendí que es mi trabajo y mi creación, y es justo que si alguien quiere tener una obra original de Molinari debe pagar ¡mi trabajo y mi creación! Pero, aún me da cierta pena. Te lo juro. Digo esto porque anoche pensé en crear una franquicia, no como competencia del OXXO sino como intento digno para preservar nuestra identidad. Te cuento mi idea por si querés llevarla a cabo, porque yo no tengo tiempo para hacer dinero (mi tiempo prefiero dedicarlo a escribir cuentos, novelas y Arenillas. La escritura no me deja dinero, pero empapa de luz mi corazón, y yo, la mera verdad, prefiero la Luz en mi espíritu a la “luz” en mi cartera). La propuesta es generar una cadena de tiendas con el mismo concepto de OXXO, pero ¡a la comiteca! La franquicia se llamará: “Catz, quetz, quitz, cotz, kutz”. Y son tiendas ubicadas, de manera estratégica, en gasolinerías, esquinas de mayor confluencia y plazas. ¡Igual que el OXXO! Te pido que comencés a imaginar los locales. Todo mundo entrará a un espacio cositía, limpio, digno y moderno (igual que los multicitados). Los anuncios estarán diseñados por expertos y los mensajes estarán escritos en lenguaje comiteco. El otro día, en el programa de radio “Crónicas de Adobe”, Raúl dijo que a la biblioteca, todas las tardes, llega una “caterva” de muchachitos. La palabra caterva llamó la atención, Paty y yo la sustituimos por “bola” de muchachitos, pero Genaro, muy comiteco, nos envió un papelito para decirnos que su mamá dice: “catazumba” de muchachitos. Ahí, Genaro puso el dedo en el corazón de Comitán. Nuestro lenguaje tiene una manera especial de nombrar al mundo. Por esto, en todos los “Catz, quetz, quitz, cotz, kutz” se expenderá un “titipuchal” de productos originarios de este pueblo maravilloso. ¿Gatorade? ¡No, no, qué risa! ¡Puro atolito de granillo! ¿Coca Cola? ¿Por qué la ofensa? ¡Por supuesto que no! En lugar de coca ¡un vaso de taxcalate!, bien frío. ¿Mantecadas de Tía Rosa? No, Marianita, en lugar de estos panes acartonados, todo mundo podrá comprar ¡salvadillos con temperante! ¿Hot dog vikingo? ¡No, no, no! Mejor un pan compuesto o una orden de taquitos dorados, de papa. ¿Mirás cuál es el concepto? Se trata de ofrecer nuestros productos con la mercadotecnia actual. Porque este mundo globalizado es producto de la publicidad. ¿Por qué compramos y bebemos la coca? ¿Por qué es el refresco más sabroso del mundo? ¡No, no! Lo que sucede es que es el refresco más publicitado ¡del mundo! En todas las paredes, en todas las pantallas, en todas las revistas, en todos los cielos, ¡uf!, nos topamos con el logotipo del famoso refresco. No es casualidad entonces que sea el refresco más vendido. ¿Es sabroso? ¿Es sano? No lo sé, Marianita, pero creo que no, el otro día leí un artículo científico que alerta sobre el daño que ese refresco ocasiona a nuestra salud. Compramos muchos chunches plásticos porque nos han “vendido” la idea de que son maravillosos. El mundo no consume productos sanos y auténticos porque no hemos tenido la capacidad de “venderlos”. ¿Por qué la gente compra cacahuates “Mafer”? Porque son famosos, gracias, más que a su sabor, a la publicidad exorbitante. Esa gente quedaría con la boca abierta si probara los cacahuates comitecos. Estos cacahuates tienen un sabor único, especial. En los “Catz, quetz, quitz, cotz, kutz” existirán expendedores de café chiapaneco, orgánico; jocoatol, bien calientito. También habrá un exhibidor con revistas y libros comitecos. Y, como dije líneas arriba, todos los mensajes estarán escritos en lenguaje comiteco, porque nos sentimos orgullosos de nuestra identidad. Por supuesto que los OXXO’s seguirán existiendo. ¿Cómo evitar el oleaje violento de la globalización? Pero, junto a lo plástico, habrá una oferta natural de nuestra tierra. En lugar de comprar pan Bimbo compraremos los panes franceses, de las Torres; en lugar de comprar la botella de tequila, compraremos la botella de comiteco, que expende Jorge Domínguez. ¿Mirás cómo esta propuesta es una iniciativa noble? Además de reafirmar la esencia de nuestro pueblo, los turistas encontrarán en esta cadena de tiendas de servicio todas las bondades de nuestra cultura. No sólo esto, la paguita irá a los bolsillos de nuestros empresarios comitecos que podrán reinvertir la lana en otros proyectos productivos que beneficien a la región. ¿Sándwiches fríos de jamón y queso amarillo? ¡No, no, qué horror! Los “Catz, quetz, quitz, cotz, kutz” venderán “paquitos” de frijol, de chorizo con huevo, ¡calientitos! ¿Una bobera? ¿Una utopía? ¡Yo no sé! Te digo que soy malísimo para el comercio. Ya vos me dirás si esta propuesta tiene posibilidades. Hace años, Comitán era autosuficiente, tal como lo fue, por ejemplo, la península de Yucatán. Yucatán generaba su propia industria: fabricaba una cerveza de lujo; galletas riquísimas y lazos (cuerdas, pitas) de excelencia y los yucatecos compraban sus propios artículos. Si queremos seguir siendo auténticos; si queremos evitar mimetizarnos y volvernos igual que los demás; debemos procurar la convivencia de lo nuestro con lo otro. ¡Que no lo otro cancele lo nuestro! Será la única manera de evitar que Comitán se convierta en una mala copia de ciudad acartonada con tufos agrios. Este pueblo, como todos los demás pueblos auténticos del mundo, tiene personalidad y carácter. ¡No perdamos nuestra riqueza en aras de buscar algo que es plástico y hueco! Pd. ¡Ah, mi niña bonita, qué tiempos estos tiempos que vivimos! ¡Tiempos tan lejanos de aquéllos en donde el Santo nos salvaba de todas las invasiones! “Catazumba” significa bonche de gente, por lo tanto podemos decir que una “catazumba” acude al OXXO. Yo aspiro a que, algún día, una “catazumba” acuda a los “Catz, quetz, quitz, cotz, kutz” y ahí compren sus obleas; los ocotes para prender el fogón; que ahí disfruten unos africanos y unos turuletes; y que todo lo conviertan en un gran guateque. Porque la vida es una fiesta y la fiesta del corazón es ¡la más intensa! El corazón de nuestro pueblo está bordado con pechulej y trenzado con cintas de juncia. No lo olvidemos, porque, de lo contrario, corremos el riesgo de convertirnos en un híbrido insípido e incoloro. Y sería una pena que un pueblo con tanto color y vida se volviera un simple estropajo. Marianita, no lo olvidés, te quiero, con la misma intensidad que amo a este pueblo luminoso. ¡Que viva Comitán!