miércoles, 25 de abril de 2012

PARA QUE VOLVAMOS A SER HUMANOS

De Picasso viene la idea: el arte es lo que mantiene vigente el mundo. Alguna vez pregunté: ¿Por qué los millonarios compran obras de arte? ¿Por qué alguien de apellido Slim compra un Van Gogh con un valor de millones de dólares? Mario halló respuesta a mi pregunta: ¡porque los millonarios invierten! Los millonarios no gastan, no botan su dinero, ellos compran algo porque saben que ese “algo” costará más al otro día. ¿Para qué los museos llenos de obras de arte? Para que el visitante reconozca que el arte es la vida. Una obra de arte nos coloca frente a la grandeza del hombre. Nos recuerda que (como en el caso de Picasso, con su obra Guernica) existe el horror de la guerra, la bondad del universo (Millet, en El Angelus) y la sensualidad del cuerpo (cualquier pintura de Modigliani). El arte nos sirve para preservar la cultura del deterioro normal de los objetos terrenales. Los seres humanos, en las prisas por llegar al trabajo, en la gana de acumular bienes perecederos y tontos, nos olvidamos de lo esencial. Esta esencia se manifiesta en el arte. ¿Qué seríamos los hombres sin la ventana de Chaikowsky, qué sin la Quinta de Beethoven? ¿Qué seríamos los hombres sin las pinturas cachondas e irreverentes de Toledo? ¿Qué sin “Rayuela”, de Cortázar? ¿Qué sueños tendríamos sin el sax de Charlie Parker? Por esto, y no por otra cosa, los niños y jóvenes de esta patria (de este Chiapas tan extraviado) deben pepenar el arte. Lo deben pepenar y, como si fuesen canicas, lo deben meter en las bolsas de su corazón. Un cuadro en un museo nos enfrenta ante nuestra grandeza y nuestra miseria, nos recuerda que somos humanos y, por lo tanto, capaces de sublimarnos. Sí, es cierto que algunos animales pintan, pero ellos no pueden reflexionar acerca de su condición. Nosotros, los humanos (o que aspiramos a serlo) sí reflexionamos acerca del proceso creativo y de todas las circunstancias que nos rodean. ¿Qué seríamos los hombres sin las películas de Woody Allen, sin las películas de Kieslowsky? ¿Qué seríamos sin esos hombres y mujeres que interpretan el “Lago de los Cisnes”? ¿Qué sin las obras Molière o de Shakespeare? El arte nos dice qué hemos sido y cómo podemos ser. En estos tiempos en que la mercadotecnia nos impulsa a comprar para ser lo que no somos, resulta vital acercarnos al arte. Por esto es necesario que en las calles nos topemos con el arte, para que se convierta en el pan nuestro de cada día. Una vez, el Congreso Chiapaneco (por órdenes de saber quién) apoyó una idea noble: dedicar el año al poeta Jaime Sabines. Por desgracia, la sana intención se perdió. Pintaron muchas bardas en todo el estado con fragmentos de poemas de Sabines. Los rotulistas locales (sin mayores conocimientos ortográficos) pintaron las paredes con evidentes errores. Como ninguna autoridad realizó labor de supervisión, aún existen letreros mochos, que, evidentemente, logran un efecto contrario. La propuesta debe ser diferente. Algo más sencillo, pero más efectivo. Hay necesidad de plantear, desde el Estado, una política que promueva el arte. ¿Por qué Carlos Slim compra un Monet y lo cuelga en la pared de su sala? Lo hace como inversión, pero, también (no es tonto), para recordar que, después de todo, no es más que un ser humano y esto ¡es fundamental para todo hombre! Por esto Slim anda tranquilo por todas partes.