miércoles, 16 de mayo de 2012
PARA LA ALACENA
I
Porque la palabra es un río, salimos a pescar un día. Pescamos la palabra río y la palabra día. Cuando volvimos -descalzos, por una brecha, con la compañía de un sol triste- nuestras mujeres nos reclamaron. Sólo los rostros de los niños fueron como un sol. Sabían que, entre manos y corazón, tenían muchos días para el resto de sus ríos.
II
Los niños lloran. ¿Qué buscan entre piedras? ¿Hierbas o lagartijas? Los niños abren huecos. Sólo los miserables reconocen en el hueco su destino. Entonces, ¿son miserables los niños? No lo saben, mientras tanto, crecen, lloran.
III
Los hombres construyeron sus casas en el cielo. Suspendidas, como nubes, las casas se sintieron más cerca de Dios. Los hombres no resistieron. Como kamikazes pegaron sus brazos al cuerpo y se aventaron al vacío. A los impuros, la cercanía del sol ¡los quema! Hoy las casas están vacías. Son como globos. Vuelan.
IV
Ella siempre piensa en comida. Por eso confunde las palabras. La otra tarde quiso entrar a su correo y me dijo: “Mi cuenta es de Hotcakes”. Yo traduje: sí, Hotmail.
V
Marianita siempre juega con las palabras. La otra noche me preguntó cómo se llamaría la nueva sección de Arenilla. Cuando le dije, ella sonrió y me dijo: “No, tontito. No le pongás Alacena. Llamala Aladesayuno o Muslocena”. ¿Cómo decirle a ella que soy tímido hasta en el uso de las palabras? Tal vez algún día vuele, con sus alas, con sus muslos.
VI
El tío Eusebio siempre se opuso a poner bardas a su casa. Le parecían una afrenta al viento. Ayer, a las seis y cuarto de la mañana, un conductor borracho se metió al terreno, destrozó los rosales del jardín y tiró una de las paredes de su dormitorio. Por suerte él, a esa hora, estaba bañándose, porque el carro quedó encima de la cama. Todos pensamos que ahora sí se animaría a bardar. Cuando lo fui a ver me dijo: “Te lo dije, Alejandro, el viento está encabronado. Ya entendí que tampoco quiere paredes en mi cuarto”, prendió un cigarro y se quedó tan tranquilo.
VII
¿Cómo se dice “te amo” en el lenguaje de los mudos? ¿Jugamos a que somos mudos?, le dijo ella a él. Él (que era medio mudo) le escribió una carta en braille; ella (que era una muchacha bella) se consiguió otro amante, uno que sabía perfectamente el lenguaje de las manos.