lunes, 28 de mayo de 2012

PORQUE UNA PLEGARIA ES COMO UNA PIEDRA EN EL RÍO




A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son como una cinta para el cabello, y mujeres que son como un canasto sobre la cabeza.
La mujer cinta (que no en cinta) es como un casete de los años setenta; es preciso usar un bolígrafo para enrollar sus deseos. A veces, ¡qué pena!, se revienta. Es necesario usar un pedazo de diurex para restañar sus heridas. Ya no suena con fidelidad. En el tramo recuperado existe algo como un bache, algo como una bolsa de aire que impide el limpio vuelo.
Los hombres de estos tiempos creen que la mujer cinta es hueco de otro siglo, que su rostro alberga los tonos sepia; por esto, la moda impone a la mujer devedé y toda caricia es como un lector de rayos láser, como un impoluto escaneo.
Le gusta citarse con sus amados en callejones con apenas una lámpara en la esquina; le gusta cantar arias de ópera antes de descubrir sus secretos más íntimos en cuartos húmedos de moteles. Como su tradición viene de los años sesenta le gusta bailar ritmos de música disco; sus deseos se funden en la voz de los Bee Gees y su horizonte tiene el brillo de Cat Stevens.
Su principal divertimento es dibujar sobre hojas de papel bond o caminar por bosques tupidos de pinos. En ambas actividades siempre busca el origen del arco iris; siempre busca el hilo donde se cuelga la luna.
Le gusta que su amado la despoje, lentamente, de sus prendas más íntimas. Su corazón es como una pirámide donde un espejo llora la caminata de los infieles. Su sabor favorito de nieve es el de fresa con chicle y sus cielos siempre están llenos de globos rojos y de sonrisas para madrugadas.
Las luces que alimentan su espíritu son aquellas que están alejadas de escenarios, son aquellas que son hijas de la flama de la vela y del quinqué. El color favorito de su cabello es el de la vaina que cuelga de los árboles en primavera a punto de invierno.
Su nombre lo escribe con iniciales. La k es una de las iniciales favoritas, porque Kasete, dice ella, se escribe con k, con k de kometa, de kalandria, de kasta, de kama.
Para ella, estos tiempos son tiempos de lockers y de venas con neón. Para ella, estos sueños son sueños de piedras encaramadas sobre nubes. Le gusta que su amado la tome del mentón y le diga que el corazón de la almohada está en el sueño de madrugada.
Si le dan a elegir entre una isla de bongó o una calle de palmera, ella elige la ventana sin ausencia. Por esto, a la hora que el reloj del palacio municipal, marca las cuatro de la tarde, ella se sienta en una mecedora de madera de cedro y se cubre el rostro con encajes heredados por la abuela. Abre la ventana y escucha al ciego que toca la guitarra mientras el abuelo se hinca en un reclinatorio y a Dios pide la varita mágica que elimine todas las nubes negras.
Si alguien le da a elegir entre el camaleón que sube al campanario de Santo Domingo o la pared que abre sus ladrillos de veladora, ella elige el balcón donde la flama se convierte en deseo o la zapatilla que abandona el pie para sentir la lluvia del tiempo.
Cuelga jaulas en sus ventanas, jaulas sin aves, jaulas sin barrotes, sin celdas ni celadores. Cuando está excitada se cuelga cinturones de cangrejos y teje collares hechos con pantallas de los aplausos en un concierto de Madonna.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que son como chamarras de cuero, y mujeres que son unos cueros cuando se quitan la chamarra.