viernes, 9 de noviembre de 2012


CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO LO INÉDITO TIENE AVERSIÓN AL LUGAR COMÚN

Querida Mariana: mi Maestro Rafael Ramírez Heredia, Rayo Macoy, presentaba libros en las cantinas. Marco Aurelio Carballo también lo hace, en Tapachula o en la ciudad de México. Nunca entré a la cantina “La Guadalupana”, en Coyoacán, pero hacé de cuenta que la conozco porque “El Rayo” hablaba de ella a la menor oportunidad. Los libros se presentan en Museos, vestíbulos de teatros, plazas, parques, templos, paraninfos, salones, cafeterías y cantinas. ¿Alguien ha presentado un libro en un prostíbulo? No creo, pero puede ser. Hace meses, en Comitán, a María Elena Jiménez Guillén se le ocurrió presentar libros en las radios del pueblo (XEUI y Radio IMER-Comitán). Escribí que era la primera vez que un acto similar se realizaba en esta ciudad. Hace días, con motivo a la conmemoración del Día de Muertos, a Francisco Nucamendi Pulido se le ocurrió presentar el libro: “Murciélagos, los aliados de la noche”, en el panteón Municipal, a las siete de la noche. El libro es una edición de ECOSUR y sus autoras son Anna Horvath, Odette Preciado Benítez y Laura López Argoytia.
¿Quién dijo que los libros no pueden presentarse en lugares insólitos? Ya Francisco nos enseñó que también es posible presentarlos en los panteones (según el decir de los presentes fue una pena que ningún murciélago hiciera acto de presencia esa noche; tampoco algún difuntito salió de su tumba para echarse un trago del posh que llevó el famoso Nuka).
Si los libros están llenos de vida es lógico pensar que pueden presentarse en todos los lugares donde exista vida: grutas, desiertos, a mitad del océano, arriba del Everest, a mitad de un torbellino, al fondo de una mina de carbón y en la pausa del vuelo de una liana a otra.
No sé si sea cierto. Ya mirás que el Eugenio es muy mentiroso. Pero él me contó que leyó (saber dónde) que en un viaje que Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, realizaron en tren, de París a otra ciudad de Europa, uno de ellos, mientras tomaba una copa y miraba en la ventanilla cómo el sol se escondía en los sembradíos de remolacha, dijo: ¿Por qué no presentamos un libro en lo alto de la Torre Eiffel?
A Eugenio le creo la mitad de lo que dice y dudo de la verdad de la otra mitad. Pero, ahora que escribo pienso que la anécdota pudo ser cierta. ¿Por qué no? Si a Malena se le ocurrió presentar un libro en estaciones de radio y a Francisco se le ocurrió presentar un libro en un panteón no veo por qué no a Julito o a Gabo o a Carlitos se le ocurriera presentar un libro arriba de un autobús, mientras hace el viaje de París a Marsella. ¿No los migrantes se trepan en el techo del tren llamado “La bestia” y ahí, como si fuesen libros abiertos, se presentan desvalidos ante el aire, ante la vida?
En Chiapas ¿cuáles son los lugares más insólitos donde han presentado libros los escritores chiapanecos? ¿En dónde los autores presentan libros en San Cristóbal, en Tuxtla, en Tapachula, en Tonalá? ¿Algún escritor Tonalteco ha presentado un libro en la arena de la playa, a las once de la noche, iluminada con teas? ¿Alguien ha presentado un libro en la línea del lago Tzizcao, donde termina Guatemala y comienza México, arriba de cayucos, a las cinco de la tarde, cuando el viento es un pájaro que busca nido para dormir?
Tal vez a Francisco algún día se le ocurra presentar un libro a mitad del rastro municipal, en medio de reses en canal; o tal vez se le ocurra presentar un libro a la hora del intermedio de un partido de fútbol entre Jaguares de Chiapas y los Pumas de la UNAM. Tal vez.