miércoles, 14 de noviembre de 2012
PARA LA ALACENA
I.- A los comitecos, más que a los demás habitantes de esta patria, les interesa conocer el nombre del recipiendario de la Medalla Dr. Belisario Domínguez. Don Belis es nuestro, por esto es importante conocer quién es invitado de honor para llegar a casa. Este año, a los comitecos nos dio gusto la noticia. La Comisión decidió entregar la Medalla a don Ernesto de la Peña. El mensaje es alentador: ¡se premia el lenguaje! En tiempos en que la lengua bambolea como bolo a mitad de la calle, es bueno saber que el país reconoce a un hombre que dedicó toda su vida al estudio de las palabras. Don Ernesto trató de hallar la luz en el candil de la palabra. Bueno, no otra cosa hizo Belisario Domínguez.
II.- Hubo un tiempo en que Fidel Velázquez recibió la distinción de la Medalla Belisario Domínguez. Dios permita que jamás otro hombre o mujer mediocres vuelvan a ser premiados con tal reconocimiento. ¡Que así sea!
III.- “¿y qué onda don Óscar Wilde?”. “Nada, nada, acá escribiendo la obra: La importancia de llamarse Ernesto”. ¿Ernesto Zedillo? “No, tontito”. ¿Ernesto Che Guevara? “Ay, de veras que eres tontito”.
IV.- El niño decidió cambiarse de nombre. Fue al Registro Civil y ahí le dijeron que sólo le autorizaban a cambiar las vocales de su nombre. El niño regresó a su casa, sacó una libreta y comenzó a cambiar las vocales de su nombre: “Arnasta, Erneste, Irnisti, Ornosto, Urnustu, Arnoste, Irnusta…”. Regresó al Registro. “¿Y?”, le preguntó el encargado. El niño jugando con sus dedos y con la mirada baja preguntó: “¿Usted, cómo se llama?” ¡Marcos!, dijo él. “¿Marcas?”, dijo el niño viéndose los dedos. “Está bien”, dijo el encargado: “¿Cómo quieres llamarte?”. ¡Marcos!, dijo el niño, el hombre sonrió y cambió el nombre en la libreta.
V.- Cuando Ernesto supo que su nombre significaba “Firme y tenaz” comenzó a llamar Ernestito a su pene.
VI.- ¡Ah, cómo le enojaba! Todo mundo, en la escuela, lo llamaba Neto. Todo mundo jugaba con su nombre: “Neto la neta”. El más cabrón de sus compañeros fue más allá. Cuando el salón estaba lleno y el maestro revisaba las tareas, él pedía permiso para ir al baño. Desde la puerta gritaba: “Neto la neta va en camioneta, avioneta, bicicleta” y hacía como que tomaba un manubrio. Todos reían. El pobre Ernesto se ponía colorado y sus ojos se le humedecían como playa. Ernesto creció y un día llegó a ser Presidente de la República. El más cabrón de la escuela llegó a pedirle trabajo y trató de bromear. El Presidente lo detuvo, pidió a su secretario que lo atendiera. “Por órdenes del Presidente, su amigo, a partir de hoy será “aviador” en la Secretaría de Planeación”. El cabrón se sintió feliz. Un segundo después el señor secretario le dijo: “Neto la neta decreta que vaya a chingar a su madre en esta avioneta” y dándole una patada en el trasero mandó a volar al cabrón.