lunes, 18 de marzo de 2013



LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE HAY ALGO COMO UN SOL O COMO UN HUECO NEGRO

La foto es simple. Se ve un fragmento de muro, hecho con bloques de cemento y un punto negro que, en realidad, es una corcholata. Se ve las junturas que hizo el albañil para “pegar” los bloques, líneas medidas a través de un “nivel”. Si uno imagina tantito, puede ver al albañil, sudoroso, meter la “cuchara” en una batea llena de mezcla y luego, con un tacto de amante experto, verter la mezcla sobre el canto de los bloques para unirlos uno a uno, para levantar una barda a mitad del aire.
La imagen es lo que hoy llamarían Minimalista. No hay más que líneas, no hay más que el color gris, apenas matizado con el color oscuro, oxidado, de esa corcholata, que, en algún instante, tapó una botella de cristal. Las botellas de plástico usan roscas, también de plástico. Las corcholatas vienen de otras épocas, de cuando los líquidos se conservaban en botellas de vidrio. Por esto, tal vez, esta corcholata quiso ser preservada del olvido y de la extinción y se refugió en ese block. Pero, tal vez, no fue una intención tan solemne; tal vez, el hombre que fabricó el block lo colocó ahí como una travesura. Los científicos dicen que en el Universo hay hoyos negros cuyo cometido es “devorar” la luz. ¿A dónde la enviarán? Los hoyos negros ¿son como bolsas que “invisibilizan” la luz y la guardan en un bolso que no tiene envés? Si el constructor del block que adosó la corcholata lo hizo como una travesura, no es un atrevimiento pensar que los hoyos negros también son como travesuras de Dios. Puedo imaginar a Dios como un albañil, lo puedo imaginar con un paliacate amarrado al cuello, expuesto al sol, metiendo la “cuchara” en la batea llena de magma Divino; lo puedo imaginar empleando un “nivel” para lograr que el muro que levanta en el aire resulte lo más recto posible; lo puedo imaginar haciendo una travesura: metiendo corcholatas, como huecos negros, a mitad del espacio; sólo como travesura. Por esto, la imagen que ahora leo, se me hace una genial travesura. Muchos podrán decir que la corcholata para nada sirve, pero yo los contradigo y digo que ese pequeño punto tiene una función esencial en el muro. Por esto, los seres humanos tenemos propensión a colgar objetos en las paredes. Si el mundo fuese perfecto dejaríamos que las paredes fueran lisas. Pero, algo tenemos en nuestro espíritu que nos dice que es necesario clavar clavos en las paredes para colgar chunches. Por esto, el hacedor de este block colocó una corcholata, a modo de hueco negro.
Mi papá, en algún instante de su vida, tuvo una pequeña “fábrica” de refrescos. A mí me gustaba la máquina que servía para colocar las corcholatas. Una vez llena de líquido la botella de vidrio, se colocaba en una base para taparla con una corcholata metálica. Ésta se ponía en un dispensador y luego, con ayuda de un pedal, se daba un bajón al pie para que la corcholata sellara la boca de la botella. Era un movimiento muy sencillo: la mano derecha colocaba la corcholata en el dispensador, mientras la mano izquierda sostenía la botella de vidrio y luego el pie derecho accionaba el pedal que hacía que el dispositivo bajara en un movimiento firme y sellara la botella. Era un movimiento muy sencillo: el dispositivo era como una tenaza que oprimía la corcholata alrededor de la boca. Tal vez así es el proceso de Creación Divina y ahora, mientras escribo, en algún punto del Universo Dios atenaza el aire y forma un hueco negro. ¿Para qué? ¿Adónde conduce esa luz que engulle?
La foto es Minimalista. Raya en la sencillez, casi casi en la simpleza. No es más que un trozo de pared, que bien puede ser como un trozo del Universo, donde, ¡oh, maravilla!, vemos un hueco negro puesto ahí sólo como travesura.