miércoles, 27 de marzo de 2013



LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE LAS PALOMEAS PICOTEAN SOBRE LA PIEDRA

Esta fotografía contiene cuatro elementos: la luz, la sombra, las palomas y las piedras. Nadie podría atreverse a privilegiar uno de los elementos; tampoco podría hacer el ejercicio absurdo de imaginar qué pasaría si las palomas no estuvieran, si no estuviera la piedra, si no la luz, si no la sombra. Si la fotografía tiene relevancia es, precisamente, porque contiene los cuatro elementos, que son como cuatro líneas que conforman el cuadro donde se concentra el universo. Acá está la vida al lado de lo inerte acompañados por la luz y la sombra, elementos éstos que siempre han acompañado al hombre.
Mi tío Eugenio contaba que, en tiempos del Diluvio Universal, la paloma fue el ave elegida para una misión especial. Cuando la paloma regresó con una rama de oliva en su pico, Moisés supo que el Diluvio había terminado. De ahí que no es aventurado decir que estas palomas son descendientes de aquélla. Por esto, siempre que un hombre ve una paloma piensa en la de Noé y sabe que esto es garantía de que el Diluvio ya terminó (claro, hay hombres que ven una “palomita” y se excitan; se sabe, de todo hay en la Viña del Señor). Cuando comienza la lluvia, el hombre abre un paraguas o se pone un impermeable y busca un refugio o, al estilo de Gene Kelly, se pone a cantar bajo la lluvia. Lo hace así porque sabe que todo será pasajero. Puede llover “a cántaros”, pero en algún instante la lluvia cesa, el sol aparece y todo vuelve a tomar su cara de normalidad. Todo porque las palomas siguen sosteniendo ramas de oliva en los picos. Por esto es falso que eso simbolice la paz. Si así fuese, las guerras, como las lluvias, serían pasajeras. Los hombres se matarían durante unos cuantos días y luego todo volvería a tomar su cara armoniosa. Y esto no es así, la guerra, ¡qué pena!, es un Diluvio que ahoga miles y miles de hombres en todo el mundo, a todas horas, por siempre.
Lo sorprendente de esta foto es el número de palomas: ¡seis! Si el espectador observa bien verá que ellas están a punto de conformar el hexágono perfecto. Por esto, tres están en la luz y tres en la sombra. El problema está cuando este número se repite en términos de tres: El padre, el hijo y el Espíritu Santo. Porque si son tres seises la cábala indica que es número demoniaco. Siempre es así, toda línea puede servir para delimitar el cielo o el infierno, que nos es tan cercano.
Las tres palomas que permanecen en la sombra ya casi están ordenadas. Las que reciben la luz están como desorientadas. Siempre es así, la luz deslumbra, por esto, cuando algún hombre recibe la luz del poder o el reflector de la fama puede desorientarse y caminar hacia el abismo, sin que él se dé cuenta.
¿Qué hacen esas palomas en el piso de piedra? ¿Acaso quieren ser como la escultura de Soriano y cada una busca su pedestal? Porque ellas no buscan comida. No hay una sola migaja en el suelo. O acaso ¿juegan un juego secreto? ¿Algo que se parezca a la Rayuela que jugamos los hombres? ¿Acaso las palomas que permanecen en la luz hacen el “team back”? Tal vez, entonces, están reunidas por un motivo más lúdico. No buscan la perfección del hexágono, sino el azar que siempre se da en los juegos que juegan los hombres. El mismo azar que plantea el juego de la piedra. Porque si vemos bien, la piedra también juega, igual que el hombre, igual que las palomas, la piedra está sujeta a la veleidad y al azar de la luz y de la sombra. La misma sombra está sujeta a los caprichos de la luz. Sin la luz ¡la sombra sería una sombra inexistente! Y sin la sombra, la luz sería un mar sin sentido. ¿Quién podría sobrevivir a tanta luz?
Sí, tal vez el sentido de su juego es algo más sencillo. Tal vez juegan a hallar su piedra. Y mientras lo hacen zurean, como si fuesen Pavarotti y cantaran un aria, sólo para que el aire encuentre, también, su piedra.
O tal vez, aún, todo es más simple. Javier dice a cada rato: “palomitas ¡qué alto vuelan!, pero con maicito bajan”. Tal vez sólo están en espera de que alguien extienda la mano y, generoso, llueva unos granos de luz, de agua. Tal vez sólo están en espera de alzar el vuelo para recordar que el Diluvio ya pasó y todo, todo, es un mero juego en la vida, todo, incluso la muerte, incluso la guerra.