viernes, 8 de marzo de 2013





LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE SE VE UN PERSONAJE QUE ES COMO UNA MULTITUD

Puede ser la calle de cualquier ciudad. Puede ser la banqueta de cualquier calle. Por la sombra se advierte que es un poco más allá del mediodía. El personaje camina por la sombra. Por la sombra, también, camina la mayoría de personas que viene hacia donde el fotógrafo toma la foto.
Se aprecia una serie de anuncios que afean la calle. Son como banderas que interrumpen la mirada, son como topes para los ojos. Si los caminantes andan como extraviados entonces ven esas banderas en intento de hallar una que sea como la señal divina que les indique por dónde caminar. El personaje que está en primer plano, quien camina hacia abajo (se percibe cierta inclinación en la banqueta), no pone atención a los letreros. Su mirada está dirigida hacia la izquierda, hacia el espacio donde los carros transitan. Tal vez, detrás de la camioneta roja, avanza otro carro. Es práctica común en los mortales “pajarear” a todos lados mientras caminan. Ven los negocios, ven a la mujer que vende manguito con chile y ven las caras de los que conducen carros por si es un rostro conocido. Claro esta última práctica se da en pueblos, en las grandes ciudades es difícil toparse con conocidos y vecinos.
Si el personaje del primer plano, en lugar de ver hacia la izquierda, viera a la derecha miraría los dos balcones que, suspendidos, se abren generosas a la calle, desde la pared. Si viera a la derecha, un poco más adelante leería los letreros que anuncia un “estudio fotográfico” que ofrece enmicados, impresiones y demás chunches relacionados con la fotografía. Un poco más adelante se ve el anuncio de un consultorio médico que ofrece consultas por treinta pesos. Más adelante, ya casi en la esquina se alcanza a leer el anuncio de una papelería. No se ve que el personaje tenga necesidad de tomarse una fotografía tamaño infantil, ni, tampoco, necesidad de una consulta médica, pues, a pesar de que camina un poco lento, se ve que está fuerte, si bien no como un roble, si se ve fuerte como una espiga de trigo, de esas que, según la cita popular, “se dobla, pero no se quiebra”. Tampoco se ve que dirija sus pasos a la papelería. ¡Quién sabe a dónde se dirige!
Si imagino, puedo imaginar que el personaje es un escritor y camina porque es práctica de escritores salir a pepenar imágenes. Tal vez él no lleva ningún destino. Camina porque su oficio se lo demanda. Los creadores salen a caminar porque, saben, que en las calles está la vida. Ahí se concentran las pasiones de los hombres. En las calles, los hombres ríen, lloran, se mientan la madre y practican el hermoso arte de la simulación. Cuando estos hombres llegan a su casa tiran sus caretas y se ensimisman. Ahí no saben quiénes en realidad son. Ahí, en el interior de sus cuevas, los hombres del siglo XXI vuelven a ser como los primeros hombres de la humanidad.
Si el personaje del primer plano elevara tantito la vista y viera hacia adelante miraría el letrero que anuncia llamadas de larga distancia. Este letrero, no sé porqué, otorga cierta tranquilidad. A pesar de que la calle es la calle de un pueblo pequeño, en un pequeño lugar del mundo puede tener comunicación con cualquier otro lugar del planeta. Las llamadas de larga distancia nos pueden comunicar a Chacaljocom o a Sidney. Es un prodigio ese tipo de establecimientos. ¿Se puede llamar a más “larga distancia”? ¿Se puede uno comunicar con el más allá? ¿Cuánto cuesta hablarle a Dios?
El personaje lleva una mano metida en la bolsa del pantalón; la otra, la derecha, va libre, como dispuesta para escribir, como para convertirse en ala y levantar el vuelo. El pie derecho es el que avanza, sin titubeo, como gozoso por haber salido de la casa, como si fuese un chucho y le soltaran el amarre y disfrutara de la calle soleada, armoniosa.
A la distancia se ven dos taxis que van vacíos. Buscan pasajeros. Los taxistas, también, al igual que los escritores salen a pepenar. Dan vueltas y vueltas hasta que alguien los ocupa. El escritor también se ocupa de esos ocupantes, de esos oficiantes.
Si el personaje caminara de noche advertiría que del piso se elevan haces de luz. En cada uno de esos círculos “empotrados” en la banqueta un chorro de luz se eleva hasta perderse en la más “larga distancia” jamás concebida. Pero a la hora que el fotógrafo tomó la foto la luz no brota del piso. Toda la luz se concentra en cada uno de los que caminan por esas calles de Dios, que son la más cercana distancia para llegar a hallarse en medio del bullicio y del guateque que siempre se da al mediodía en las calles de los pueblos.