domingo, 27 de octubre de 2013

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE EL VIGÍA CUMPLE SU MISIÓN





La parte de abajo está llena de vegetación que ha crecido de manera desordenada. De igual forma ha crecido la soledad: de manera desordenada. ¿Hace cuántos años que está abandonada esta construcción? A simple vista es difícil saberlo. Tal vez es preciso observar los detalles: la carencia de la cancelería; la ausencia permanente, por lo tanto, de cristales. La hierba ha crecido en el patio delantero con la misma profusión que ha crecido el silencio. Si el lector observa con atención verá que ese “hollín” que altera el blanco es causa de la humedad. El lector ¿alcanza a oler la humedad del ladrillo? Hay una nata que se pega a la nariz; hay una cuerda que ahorca los huecos con que respiramos. Es un ahogo que asfixia, no sólo el cuerpo sino también el espíritu. Las casas abandonadas siempre provocan nostalgia. El observador sabe que ahí se gestó una historia, historia que fue cancelada. Siempre una idea de guerra aparece en toda construcción abandonada. Siempre aparece una idea de derrota. Algo sucedió en esa casa que, como bota imperialista, canceló toda posibilidad de crecimiento familiar. Sólo crece la hierba, sólo el silencio, sólo la soledad. ¡Ah, cómo se desarrollan estos entes nauseabundos! ¡Cómo se divierten llenando todos los espacios que antes fueron plenos de sonrisas! El pretil rezuma humedad. El moho se apoderó de las muescas y ahora su sonrisa parece la sonrisa de un hombre desdentado. ¡Ah, qué malévolo es el tiempo cuando el hombre abandona su sueño! El sueño se convierte en una esponja trasnochada, en una lámpara con el foco fundido.
¡Sólo el vigía sigue impertérrito! ¿De dónde esta paloma saca el coraje para seguir fiel a su destino? ¡Nada la interrumpe en su vocación de vigilante! Tal vez (uno nunca sabe) esta paloma es tataranieta de aquélla que fue paloma mensajera en la Segunda Guerra Mundial. Tal vez ella está acostumbrada a esas ráfagas y a esas flautas llenas de Napalm que provocan los espantos y la muerte; tal vez ella cree que esos espacios vacíos, entre columnas, son los espacios para que la muerte no se instale para siempre. Ella está en su puesto de observación, en el punto más estratégico de la construcción: la esquina. Los más perversos la confunden con aquellas mujeres que, por las noches, también se ponen en las esquinas para la batalla diaria.
Nunca se escuchará un “cabo de guardia ¡estoy desarmado!”. Jamás. Esta paloma es mensajera y está acostumbrada a no abandonar su puesto. Siempre está armada. El mensaje más importante que nos envía es el de que la vida es etérea y volátil como nube.