miércoles, 16 de octubre de 2013

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE APARECIÓ EL ESPÍRITU DE LA CASA





Raspar ¡es la consigna! Detrás de la fachada está la esencia. Este hombre raspa. Lo hace para pintar la fachada de la casa. Pero, en el proceso encuentra cosas. Un poco como si levantara un mueble y hallara las llaves extraviadas o el “pasador” de la abuela. El contraste es evidente. Está trepado en una escalera de aluminio, una escalera posmoderna. En el extremo inferior se lee la palabra videojuego, estampada sobre una lona también posmoderna. Pero el hombre, cuando menos en este instante, está empecinado en raspar, en hallar las huellas del tiempo, y éstas brotan como le brotan las alas a los niños inocentes. Casi sin percatarse encuentra letreros de hace mucho tiempo. Él cubrirá esas huellas, porque su cometido es raspar para pintar. Lo hace, entiendo, para que el nuevo recubrimiento se adhiera a la superficie. ¿Qué lección nos da? ¿Qué debe hacer un hombre para cambiar paradigmas, para decirle adiós al pasado? ¿Debe “raspar” su espíritu” para ver las manchas y luego cubrirlas? ¿De veras es así el proceso? Tal vez sí. Tal vez esta imagen nos demuestra que nada puede borrarse. Todo está debajo de la cáscara.
El letrero que brotó tiene más de cincuenta años. ¿Quién sabe cuánto tiempo estuvo oculto? De pronto, por el milagro del “raspado” apareció de nuevo. Apareció sólo por un instante. Tal vez sólo para que quedara consignado. Sólo para decir que el universo se expande y que tiene millones de años luz que inició su expansión. Hay capas, ¡lo sé!, que igual que este letrero están ocultos en los agujeros negros del espacio.
¿Alcanzan a leer el letrero? ¿Ven que dice “Fábrica de gaseosas”? La fachada de la casa corresponde a la casa de don Jorge Soto, quien fue el “visionario” fabricante de las gaseosas. Don Tono Villatoro dice que las gaseositas de don Jorge Soto eran de dos colores: rojo y verde. Yo sólo recuerdo las “verdes”, las gaseositas verdes de don Jorge.
Hubo un tiempo (el tiempo del letrero) que en Comitán existieron fábricas: de aguardiente, de triplay, de zapatos y de gaseosas. Hoy, todo es como una nueva fachada. Dejamos de ser productivos y sólo somos consumidores. ¡Ay, cómo consumimos! El Ingeniero Javier Utrilla me dijo el otro día que la tienda Aurrerá, de Comitán, es una de las que reporta mayores ingresos a la empresa, a nivel nacional. ¿Por qué es esto? Debe ser porque Comitán es área de influencia de muchos poblados cercanos y la gente de estos poblados acude a Comitán a hacer sus compras. Ahora todo mundo consume esa agua negra llamada coca cola. Hubo un tiempo (el tiempo de la fachada) en que Comitán consumió las gaseosas verdes de don Jorge Soto. Fue el tiempo en que don Jorge usaba burritos para ofrecer su producto. ¡Nada de camiones transportadores! ¡No! El burro soportaba dos cajas de madera, perfectamente diseñadas para “encajar” en el lomo, con pequeños compartimentos para contener las botellas de cristal. Recuerdo que, desde el balcón de mi casa, miraba los burritos pasar por la calle. De ese tiempo es el letrero que el otro día apareció ante mis ojos. Hoy, ¡ya lo vieron!, la casa ya no contiene la fábrica. Las fábricas ya son inexistentes en Comitán. Hoy, en la casa existe un salón de videojuegos que se llena de niños y jóvenes diestros en esas artes de la tecnología. Antes, debo decirlo, los niños y jóvenes, siguiendo el ejemplo de los adultos, “fabricaban” sus juguetes: “gallitos” y carretones. Los niños de hoy sólo consumen. Dejamos de fabricar nuestros sueños. Tal vez por esto nos va como nos va.