lunes, 14 de octubre de 2013

PORQUE LO IMPORTANTE NO ES LA CAÍDA SINO EL COLCHÓN





A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en mujeres que son como muletas y mujeres que son como una silla de ruedas.
La mujer muleta tiene una misión en la vida: ser sostén del inválido. Como el lector ya se dio cuenta, esta clase de mujer ¡abunda! Hay más mujeres muletas que mujeres mulatas.
¡Abunda!, porque todos los hombres son inválidos. Tal vez ahora algún lector hombre está a punto de suspender la lectura, molesto por este tipo de declaración, dispuesto a comprobar que ¡él no es inválido! Y yo digo “calmex es la marca de la sardina”. Sé que a este lector le duele, pero, la Historia ha comprobado que no hay un solo hombre maduro. Todos son como frutas cortadas antes de tiempo. Los hombres más poderosos, los más seguros de sí mismos, son la pura apariencia. En el fondo son como ositos necesitados de mamá osa. Y la mamá osa es la mujer que tienen al lado. Los más inseguros son los que tienen muchas mujeres. Así que con esto podrán comprobar que en México abundan los ositos inválidos, porque son millones los que andan, fuera de casa, buscando mujer que “les eche un lazo”. Y el lazo, pobres hombres, no les sirve para hacer un puente o una escala, sino para colocárselos alrededor del cuello. Y ahí vemos, en las plazas, en las cantinas, en los estadios, en los burdeles, en los templos, millones de hombres a punto de asfixia.
La mujer muleta puede ser de madera o de aluminio. La diferencia es notable. La mujer maleta de madera corre el riesgo de morir quemada junto con el hombre. La que tiene la estructura de aluminio debe llevar un soporte de fierro, para que no sea tan liviano. No es bueno que una mujer sea como papel o como nube. Es bueno que una mujer sea como el lecho de río que lleva agua entre sus venas, pero que tiene el fondo de piedra. Los hombres, por lo regular, están hechos de máscaras, la que ostentan es como esa que usan los parachicos, pero, debajo de ésta tienen una máscara de cartón que a la primera lluvia de llanto se deshace. Por esto, los hombres no soportan la soledad. No pueden caminar, creen (qué tontitos) que el camino es una línea en el vacío. Creen (¡qué ilusos!) que sus mujeres son prótesis que no tienen caducidad.
La mujer muleta es una mujer dispuesta al sacrificio. En intento de santidad sacrifica su propio destino. Lo hace para acompañar al hombre en la persecución de sus sueños guajiros. ¡Qué nobleza de corazón habita en su pecho! ¡Qué pecho tan noble habita en su corazón! Sobre todo, porque, el hombre (asqueroso, después de todo) siempre la culpa a la hora de un resbalón. El hombre no mira el hueco y cree que a la hora de la caída fue la mujer muleta quien equivocó el paso.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que son como una mano dentro de la bolsa y mujeres que son como bolsas para guardar manos.