viernes, 17 de octubre de 2014

PROCESO CREATIVO




María Girasol me invitó. Recibí la invitación para participar en una mesa redonda con el tema: “Proceso creativo”.
El nombre de mesa redonda ya es creativo de por sí. En el Museo Jumex existe una mesa redonda para jugar billar. Las mesas de billar, de todo el mundo, son cuadrangulares. A algún artista se le ocurrió darle una torcedura a lo común e ideó una mesa redonda. Tengo un amigo que, de igual manera, es ingenioso y, en su casa, la mesa del comedor es cuadrangular, pero con niveles diferentes. Estos diferentes niveles exigen sillas con alturas diferentes. Es maravilloso ver a la familia sentados en torno de esa mesa insólita. Los hijos están en un nivel superior de donde están sentados los papás. 30 centímetros hacen la diferencia. ¿Por qué ese diseño? No lo sé, pero provoca sensaciones y, después de todo, el proceso creativo lo que logra es provocar.
El proceso creativo, entiendo, se da de mil maneras. Se dice que cada persona tiene su modo de matar las pulgas. Esto es un exceso, pero así lo dicen. Yo sólo he visto un modo de matar pulgas. La gente toma una pulga con los dedos pulgar e índice de la mano derecha, mueve los dedos en intento de hacer polvo a la pulga y cuando ésta ya está más para allá que para acá, el susodicho hace una jugada magistral: coloca la pulga en la superficie de la uña del pulgar izquierdo y con la uña del pulgar derecho termina de hacerla papilla. Pero, en el proceso creativo, lo sabemos, la mente sí es capaz de imaginar otras maneras de matar pulgas. Aniceto Rocardini, autor italiano, especialista en obras infantiles, tiene un cuentito en donde uno de sus personajes mata pulgas con una escopeta de calibre 12/76 magnum. Ya pueden imaginar lo que cada pulga ocasiona.
Y digo que cada uno tiene su manera especial de matar pulgas, porque cada artista tiene su particular modo de enfrentar el proceso creativo. Por esto, hoy, hablaré tantito de cómo funciona mi mente a la hora de escribir o de pintar que son dos actividades de creación a las cuales he dedicado mi vida.
Soy un convencido de que todo acto creativo necesita de la constancia. Así funciono yo. Tengo una disciplina férrea. Procuro no salirme de ese esquema. Algunos amigos me dicen que si esa cárcel autoimpuesta no me genera insatisfacción. Digo que no. Soy un apasionado de lo que hago, por lo tanto, cuando alguien me invita a socializar o a sentarme en una mesa (redonda, cuadrada o rectangular) a compartir historias lo tolero cierto tiempo.
He contado en múltiples ocasiones que soy hijo único y que estoy acostumbrado, desde niño, a formular mis propios juegos. Cuando era niño iba al sitio de mi casa y jugaba solo. Me acostumbré a ello. Tal costumbre determinó que mi mente (así quiero pensarlo) se “acostumbrara” también a la soledad, a dar por hecho de que el mundo de afuera no era tan importante como el mundo “de adentro” que yo formulaba. En la actualidad, ya viejo, mi mente sigue “forzándome” a inventar mundos. Por esto, me siento muy a gusto con esos mundos interiores y desprecio los mundos que se me presentan como la realidad. No sé cómo el mundo de afuera soporta lo que la sociedad y el gobierno les están dando como opción. El día de ayer entré al Internet y leí la página principal del periódico La Jornada. ¿La leyeron? El titular de ocho columnas era: “PGR informa: ningún normalista en las cinco fosas”. ¿Qué queda ante esta grieta, ante este caldero lleno de mierda? ¡La creación! El acto creativo no como un método de evasión sino como una línea de esperanza de un mundo mejor. ¿Qué otra cosa hacen los artistas sino abrir ventanas para oxigenar los cuartos oscuros de la memoria? Cuando María Girasol danza, ella nos oxigena; cuando Daniel Saborío reparte el periódico Círculo ¡nos oxigena!; cuando cada uno de los creadores abre la llave de la luz lava la mancha de la sábana absurda que es la realidad.
¿Cómo es mi proceso creativo? Es muy sencillo. Dejo que un magma inexplicable me rebose. A veces me siento con la idea de escribir un cuento que ya tengo armado en la mente. Comienzo a escribir según los planes divinos del Molinari; cien líneas más adelante el camión de la creatividad anda ya transitando por otros caminos. ¿Qué fenómeno ocurre? No me lo cuestiono a la hora de escribir. Me lo pregunto y lo comparto a la hora en que alguien me invita a hablar acerca del proceso creativo. Hay algo que está conectado con lo que Carl Jung llamaba el inconsciente colectivo, esa brasa que contiene todo el conocimiento del mundo, lo pasado, el presente y lo que está por venir. Esto es lo que yo entiendo como un proceso de creación, dejar que ese fluido que está en el interior brote. ¿Cómo brota? Convocándolo. ¿Cómo se le convoca? Trabajando. Quien espera sentado el arribo de la musa puede hacérsele el milagro, quien, como Picasso, permite que la aparición de la musa lo agarre en plena chamba obtendrá el milagro a diario. Siempre pregunto a mis alumnos: ¿qué desean ser en la vida, alguien que se arrastre en la medianía o alguien como Picasso? ¡Ándale, pues, entonces a chambear! ¿Alcanzarás la fama de Picasso? ¡Ah, eso ya es otra historia, una historia mundana que está lejos de ese camino de Dioses que se llama creación! ¿Para qué la fama si lo maravilloso está en el instante en que uno escribe, pinta, baila, esculpe, toca, vive?
El chiste no es hacer una mesa cuadrada para jugar billar. Eso ya está hecho. El chiste es formular nuevos caminos, nuevas formas de diseñar al mundo.
Gracias.