martes, 28 de octubre de 2014
UN SALTO HACIA ARRIBA
Ayer estuve en la presentación del libro “El salto de los duendes”, de Luis Antonio Rincón García. Paso copia del textillo que leí.
Un día decidí no estar más en una presentación de libros. En las presentaciones de libros, la gente consulta su celular, bosteza, platica con el vecino. Es difícil estar en una mesa de honor hablando de algo que los demás no saben de qué se trata. Sería mucho mejor repartir libros, dos o tres días antes de la presentación, para que así todo mundo supiera ¡qué vainas con el libro! Sería mejor, porque no habría necesidad de presentadores. Todo sería como un foro donde se podría comentar acerca del libro. La labor de presentar un libro es muy compleja, porque es imposible construir el mismo edificio que logró el autor.
Decidí no estar en presentaciones de libros, pero no he logrado cumplir con mi promesa. Como si no hubiese más lectores en el mundo, nunca falta alguien que me invita a presentar un libro. ¡Por el amor de Dios! Hay amigos que se burlan y me molestan. Dicen que soy un busca presentaciones, dicen que “me muero” por salir en la foto.
Dios sabe que no es así. Me escondo, pero me encuentran.
Ahora estoy acá, porque el maestro Ornán me invitó. Estaba a punto de agradecer la invitación y decir que no, cuando me dijo que el libro a presentar era un libro de Luis Antonio Rincón García. Entonces, como rata salí de mi rincón y dije que si era de Rincón sí le entraba. De nada me sirve rezar eso de “y no nos dejes caer en la tentación. Amén”. Dios me manda pruebas y como soy duro como el árbol de papaya, acá estoy.
Acepté y agradecí la invitación porque ya es como un récord que algún día meteré al Guinness. Con este libro, “El salto de los duendes”, llevo tres libros de Luis Antonio que presento.
Hace ya tiempo Araceli me invitó a presentar un libro de Luis Antonio, “Las raíces de la ceiba”. Ya para entonces había decidido no entrarle a presentaciones. Se me hizo feo negarme de primera, por lo que acepté el libro y pensé: “Lo leo y luego le digo a Araceli que me salió otro compromiso”. Pero al leer el libro hallé que era un libro muy bien escrito. Disfruté su lectura, así que acepté con gusto el honor de presentarlo. Lo hice porque pensé que era una buena oportunidad para decir que Luis Antonio está llamado a ser uno de los más grandes escritores del Sureste, de México, tal vez de Hispanoamérica, tal vez del mundo.
Cuando me invitaron a presentar el segundo libro de Luis Antonio no dudé. Y ahora, Dios mío, volví a caer en la tentación. Confieso que me he vuelto fanático de la obra de Rincón y de sus rincones. Cuando comparte “Cotidianidades”, una columna que publica en el Facebook, no dudo en entrarle. Como en todo, algunas columnas me gustan más que otras, pero todas, en general, tienen esa esencia que llena de vida lo que parece inerte.
Hoy, con gusto acompaño a Luis. Doy gracias a Ornán por el privilegio. Llevo tres de tres. Corro el riesgo de caer mal por estar en todo, pero lo corro como si fuese una maratón que el destino me envía, un destino afectuoso.
“¿Qué decir de El salto de los duendes?”. Nada, nada diré. Bueno, sí, algo. Repetiré lo que sabe todo mundo, que es un librincillo que obtuvo un premio. Una mañana, en el Cuarto Poder, apareció la siguiente noticia: “Chiapaneco obtiene certamen nacional de letras infantiles”. Era una noticia espléndida, un poco como si el camino intuido fuera, poco a poco, iluminándose para Luis Antonio. Además, pensé: ¿existen las letras infantiles? ¿Hay letras adultas? Parece que las letras, sin sexo y sin edad, sirven para contar historias especiales para adultos (hay textos pornográficos) e historias especiales para niños (acá está como ejemplo el librincillo de nuestro autor, que bien pueden leerlo los niños verdaderos y aquéllos que son viejos pero que siguen conservando el aroma de un renuevo de tenocté).
Ya luego me enteré que el libro de Luis tendría un tiraje de más de ochenta mil ejemplares. Eso era otra buena noticia. Cuando los tirajes de libros en México son de quinientos o mil ejemplares y muchos quedan en bodega, la noticia de que “El salto de los duendes” sería repartido en las manos de ochenta mil lectores es una noticia maravillosa. Ante estos datos, ¿qué agregar? Nada.
El libro que hoy se presenta está antecedido por una larga historia de talento y de disciplina. No queda más que felicitar a Luis. Desearle que siga por el camino de la luz (bueno, por el camino de la penumbra y de la sombra ¡dando luz!). Y a ustedes, lectores de bien, sugerirles que se den el chance de unirse a ese número de ochenta mil chiquitíos que leerán a Luis.
Hoy caí en la tentación. Gracias por enviármela, Señor. Fue un poco como si Dios dijese que no debía comer del árbol del bien y del mal y, sin Eva, subí por una escalera de madera y descolgué el fruto. No me arrepiento. Ahora puedo estar afuera del Paraíso. Valió la pena. Luis es un gran narrador.