lunes, 24 de octubre de 2016

CARTA A MARIANA, DONDE SE DA LA NOTICIA DE UN VIAJE





Querida Mariana: El otro día vi la foto que acá te anexo (y que robo a Richard Riding) y pensé en el viaje que Julio y Carol realizaron. Uno de los viajes más sorprendentes que una pareja realizó, tan prodigioso como el viaje que Cristóbal Colón emprendió un día. El viaje de Julio Cortázar y Carol Dunlop, todo mundo lo sabe, tardó un poco más de treinta días; es decir, tardó un mes. ¿Cuánto tardan los viajes más sorprendentes? ¿Cuánto tardó el viaje de Marco Polo? Yo conocí a Jaime, quien era aficionado a las sustancias extrañas, y que “viajaba” casi todos los días. Un día, como dicen los que saben, se quedó “en el viaje” y ya no volvió. Muy joven leyó un libro de Jack Kerouac, pero no entendió la metáfora del viaje y lo tomó como si el viaje fuera un tobogán indescifrable. Hay de viajes a viajes.
Y pensé en el viaje de Julio y Carol, porque Richard y Julia realizan un viaje que se antoja increíble.
Siempre que me entero de viajes que salen de los viajes rutinarios pienso en el origen. ¿En qué momento a Cristóbal Colón se le prendió la llama de la aventura? ¿En qué momento Julio y Carol decidieron viajar de París a Marsella como si fuese el viaje más largo del mundo? El viaje de Julio y Carol, todo mundo lo sabe, se dio en una autopista moderna, cuyo trayecto se realiza (cuentan) en seis o siete horas, en condiciones normales. Y digo condiciones normales, porque lo que realizaron Julio y Carol entró en el terreno de la anormalidad maravillosa, esa anormalidad que hace que la vida sea el Gran Viaje.
¿En qué momento Julia y Richard pensaron en iniciar el viaje que realizan? En condiciones “normales”, ¿cuánto tarda un viajero en realizar un viaje de México a la Patagonia, por la carretera internacional? No lo sé, pero, por lo regular, los viajeros hacen sus planes privilegiando el punto de llegada. Siempre hay un destino (en la más amplia concepción del término). Millones de viajeros, en este momento que vos leés esta carta, viajan por todo el mundo. Rocío hace dos días viajó a Barcelona, por motivos de estudio. Se trepó en un avión en el aeropuerto de Tuxtla Gutiérrez y luego abordó el que lo llevó de México a Barcelona, España. Bastaron dos días para arribar a su destino. Ahora mismo, millones viajan por negocios, por placer o por alguna tragedia personal. A estos viajeros les urge llegar a su destino. Cristóbal Colón no tenía la certeza de su lugar de llegada, lo mismo sucedió con Marco Polo. Al contrario, Julio y Carol sí supieron a donde llegar, pero decidieron (en buena hora) no llegar pronto, sino demostrar que el sentido del verdadero viaje no es el destino sino el trayecto. Julia y Richard son la versión siglo XXI de Julio y Carol. Éstos hicieron el viaje trepados en Fafner, una camioneta Volkswagen, cerrada (como las combis que ahora son tan usadas para el transporte público); Julia y Richard son más valientes, realizan el viaje en bicicleta. Cuando Colón enfrentó un huracán tuvo una cabina para resguardarse, Marco Polo la tuvo más difícil, pues tuvo que improvisar una tienda para enfrentar la tormenta. Cuando Julio y Carol desafiaron una tromba se resguardaron en el interior de su combi; Julia y Richard sí la tienen difícil. ¿Dónde duermen? ¿Qué hacen a la hora que la lluvia los bendice con su mano de cristales puntiagudos, congelantes?
No sé cuándo Julia y Richard decidieron este maravilloso viaje, pero sí sé que ya llevan más de cinco meses viajando, montando la bici. Ellos viven, pero con su vida, sin ser su intención, envían muchísimos guiños: uno de ellos es que quien se atreve a viajar vive la vida a plenitud. ¿Cuántas montañas han subido, bajado? En cada una de ellas han impreso su huella, una huella tan valiosa como la del primer hombre que pisó la luna. Armstrong dijo, al descender del Apolo a la superficie lunar: “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”. ¿Qué han hecho Julia y Richard? Ellos han dado miles de grandes pasos que parecen pequeños ante tanta inmensidad. ¿En qué momento decidieron hacerlo? ¿De dónde, ¡Dios mío!, obtuvieron las fuerzas para iniciar uno de los viajes más insólitos de este siglo?
Una tarde de estas, sólo como juego, varios amigos jugaron a nombrar a la mujer del año. Ya saben, no faltó el que, sumiso, deslizó el nombre de la esposa de un eminente y gris político (una amiga dijo que se trataba de nombrar a la mujer del año, no a la mujer del caño, todos rieron); otros votaron por una escritora renombrada; por la paisana que descuella a nivel nacional en el plano de la jurisprudencia; uno más propuso el nombre de una deportista; y, detrás de la fila, muy al fondo, alguien dijo: ¡Julia! Su nombre no atrajo las miradas ni suscitó comentarios. Al final, ya se sabe, no hubo acuerdo, porque cada uno tenía su candidata y varias de ellas eran merecedoras de tal título.
Pero para dar un final feliz al juego, Julia podía llevarse tal título hipotético, porque es la única comiteca que, hasta el momento, ha realizado el viaje más sorprendente, Julia es la versión femenina de Marco Polo. Sabe que pedaleando llegará a la Patagonia, pero no tiene prisa. Ella y Richard van poco a poco, arando el aire, porque reconocen que la semilla germina sólo cuando se planta amorosamente.
¿En dónde están ahora? Hace rato estuvieron en Perú. El vuelo México-Perú tarda seis horas. Ellos, los intrépidos, han tardado más de tres mil seiscientas horas. Es, sin duda, el vuelo más largo que un ánade comiteco se ha atrevido a hacer. Julia es la comiteca del año, y, como al lado de una gran mujer siempre está un gran hombre, algo de este nombramiento le toca a Richard.
¡Salve Colón!, ¡salve Marco Polo!, ¡salve Julia!, ¡salve Richard!, ¡salve Julio!, ¡salve Carol!, ¡salve Neil!, ustedes formularon un sueño e hicieron del sueño la fórmula para descubrir el mundo. Julia y Richard han demostrado que son un par de hermosos atrevidos. Ellos tienen un destino, pero para llegar a él han torcido el destino y han hecho de su vida el pretexto para realizar el ¡gran viaje!
Y digo esto, querida Mariana, porque yo escribo esto desde mi escritorio, bajo techo, tomando un té. No sé vos.

Posdata: Y si se trata de dar premios, ¿cómo mirás que a la foto de Richard le sea concedido el galardón 2016 para la mejor fotografía de la naturaleza?