lunes, 31 de octubre de 2016

IMAGINÁ QUE TE LLAMÁS SEDA





Imaginá que sos seda, que naciste en China. Antes eso sería un privilegio, porque ahora, corrés el riesgo de no haber llegado en la Nao y que seás “Made in China”, lo que significa que no sos original sino tela de poner y botar.
Ha cambiado la vida. Antes, la seda China era codiciada, por su tersura, porque era el camino de luz pintado por el gusano. ¿Mirás qué prodigio? Codiciábamos el hilo hecho por un gusano, lo que, viéndolo bien, es toda una enseñanza de vida: el gusano más modesto puede crear obras de arte. Ahora, todo es al contrario, una simple oruga boba hace un performance y todo mundo la alaba.
Pero, bueno, como estamos en el juego de la imaginación, imaginá que sos esa tela que estimuló, por ejemplo, la imaginación del escritor Alessandro Baricco, quien escribió la novela “Seda”, donde narra cómo un comerciante, francés, parece, adquiere huevos de gusanos de seda. Los críticos han señalado que tal novela es de una gran belleza por la perfección de sus líneas. Baricco la escribió como si su pluma fuese un hilo de oro y escribiera sobre un pergamino de seda, con gran cuidado, para que ninguna mancha entorpeciera el camino de la literatura.
Imaginá que sos un lienzo de seda, un lienzo con el que jugás a la hora que estás con tu pareja en la habitación. La seda, todo mundo lo sabe, por su tersura se adapta al cuerpo como si fuese una extensión. Si tu pareja está desnuda, bocarriba, sobre la cama; si recibe los rayos de sol de las cinco de la tarde, hora en que el sol es como una gota de miel o un río de ámbar, vos podés acercarte y colocarte sobre sus pechos, cubrile, nada más, la mitad, la parte donde los pezones se asoman como gatitos traviesos; con los dedos rodeá sus areolas y soplá por encima de la seda para que el aire caliente logre abrir los labios de sus pechos, no te retirés hasta que ella abra bien su boca y, como un habitante del desierto, pida agua, agua.
Imaginá que jugás por todo el cuerpo de tu pareja, imaginá que resbalás (es el término correcto) por su ombligo y más allá; imaginá que tus dedos (de seda) juegan por en medio de los muslos y son como cabras que se sostienen en la ladera para no caer, para no caer en la tentación de acercarse al lugar donde el deseo, como si estuviese en caldero, nace tierno, ávido, suplicante.
Imaginá que sos seda auténtica, que provenís de la misma estirpe de esa tela empleada por los integrantes de la familia imperial. Porque, si sos de seda, sos tela especial para príncipes y princesas, casi casi como si fueses cotón chuj.
Dejá que el mundo te admire, tendrás que soportar (esa es la palabra) el tacto de medio mundo, porque deberás admitir que hasta el gusano más infecto se asombrará ante la belleza de tu agua y de tu aire. Dejá que medio mundo te toque, dejá que sueñen con tu piel de nube, dejá que, por un instante, al menos sientan lo que es estar cerca de la gloria y del deseo. Porque, lo sabés, no hay tela que propicie el deseo con tanta intensidad como la seda, por ello, las nobles, las muchachas bonitas, más bonitas, te usan en la entrepierna, para que las hojas de sus libros que no están escritas puedan contar las historias más tiernas y más eróticas jamás soñadas. Tu piel seduce al tacto, llama a la flama más retorcida, al sueño más encumbrado, al deseo más escondido. Sos capaz de convocar tantas leyendas que con tus pasos se llenarían cientos de kilómetros de la muralla china.
Imaginá que sos seda y que tu piel es apenas una línea de luz que ilumina la mano que te toca, el labio que te besa, la palabra que te nombra.
Imaginá que sos tela, pero tela de príncipes y de princesas. Imaginá y volá, volá como si tus alas fueran de dragón y tus garras de paloma tenue.