jueves, 13 de octubre de 2016

EL UNIVERSO CONDENSADO





¿Cómo puede llamarse a alguien que es atrevido en extremo? ¿En Comitán se aceptaría llamarle aventado? Porque aventado es el que se avienta y se avientan los atrevidos, los que se avientan en paracaídas desde la altura altísima de un avión o los que se avientan desde la proa de un barco para bucear en las profundidades del mar. Aventado fue Gonzalo, niño al que yo admiraba, porque se aventaba desde lo alto de los zanjones y llegaba al piso sin un rasguño. Yo nunca me atreví a eso.
El maestro Gustavo Álvarez ¿es un aventado? Yo siempre pensé que Quique ha sido un aventado, porque él se atrevió a acciones de las cuales yo fui testigo, pero desde la ventana. Quique, en una ocasión que tomábamos cerveza en la Ciudad de México, y, en medio de la nata de la nostalgia, recordábamos nuestro amado pueblo, dijo que él había sido boy scout, y, medio bolo, nos dio una cátedra de cómo hacerle nudos a una cuerda. Jorge, más “cuerdo”, después de que Quique hizo varios nudos que, como si fuese mago, le valieron el anuncio del respetable (conformado por los ya mencionados, más Miguel y yo) dijo que ya bastaba, porque, conociéndonos, al rato íbamos a querer usar la cuerda para hacer suertes como si fuésemos charros sobre caballo y el lugar donde estábamos era respetable.
¿De veras fuiste boy scout?, le preguntamos a Quique y él dijo que sí. Ahora me entero que el grupo se llamó “Grupo de Boys Scouts Número 1, de Comitán”. ¿Cómo me enteré? Porque Gustavo Álvarez le dedica a ese grupo un libro de haikús. Gustavo fue maestro de Quique, en la primaria del Colegio Mariano N. Ruiz. Sin duda, entonces, ahí coincidieron, el maestro como guía y Quique como fiel aprendiz.
¿Alguien de estos tiempos sabe en qué consiste ser boy scout? No sé cuántas agrupaciones subsistan en el país. Acá en Comitán, puedo afirmar casi con certeza, es una sociedad extinta. Y esto es una pena. En Puebla, durante los años que viví allá (principios del siglo XXI) hallé un grupo de boys scouts. En un parque que frecuentaba era común verlos con sus uniformes azules y un pañuelo amarillo sostenido al cuello a manera de corbatín. Yo, sentado en una banca, con un libro de Dante o con un libro de Cortázar, los veía divertirse y aceptar los dictados del guía. Varias veces imaginé a Quique y a Jorge, en algún campo cercano a Comitán, caminando a mitad del grupo, cantando, apoyándose en un cayado, subiendo una montaña. Fue, sin duda, su privilegio estudiar en la Mariano, porque ahí el maestro Gustavo organizó dicho grupo. En mi memoria también aparece el nombre del maestro Artemio Torres. Tal vez él andaba enredado en esa aventura, porque él, de igual manera, es un hombre muy aventado. Ya en la secundaria tuve el privilegio de estudiar en la Mariano y ahí me tocó que el maestro Temo me diera la cátedra de Historia Universal y además me invitara a formar parte del grupo de filatelistas. Ya no me tocó el escultismo, pero sí me tocó “caminar” muchos caminos del mundo a través de la cultura miniaturizada de los sellos postales. Y sé que el maestro Temo, igual que el maestro Gustavo, es un aventado, porque si no ¿de dónde su hija Julia habría salido tan aventada? Julia, lo digo para aquéllos que no lo saben, actualmente realiza el viaje más aventado que mujer comiteca alguna realizó jamás. Ella, junto con su pareja, una mañana, se subió a la bicicleta y comenzó el viaje hacia Sudamérica. Hace rato pasó por Perú. Ambos se dirigen hacia la Patagonia. El viaje es el más hermoso y soberbio que ningún comiteco se atrevió ni siquiera soñar.
Bien dicen que el mundo es de los aventados, el mundo es de los Artemios y de los Gustavos.
Y digo que Gustavo es un aventado porque es un escritor que trata de condensar el pensamiento y la belleza a través de esos poemas de ascendencia japonesa que son como perlas cultivas en el corazón. ¿Cómo hacer que un universo quede expresado en tres breves líneas de una brevedad suprema? ¿Cómo, sin que se asfixien, colocar diecisiete sílabas en tres versos? Todo mundo sabe que el haikú consta de un verso de cinco sílabas, le sigue uno de siete y concluye con uno de cinco sílabas. ¡Ah, qué prodigio!
Quique, Jorge y los demás niños scouts ¿subieron alguna vez al Junchavín? No lo sé. En aquella ocasión que tomábamos cerveza en un bar de la Ciudad de México, el alcohol nos llevó por otros recuerdos, por otras nostalgias.
El maestro Gustavo ¿a menudo sube a la Pirámide del Sol, allá en Teotihuacán? No lo sé. Pero imagino, sé, que él en la cima del mundo recuerda, con nostalgia, el pueblo que lo vio nacer: Comitán. Y digo esto, porque en su libro más reciente hay haikús dedicados al pueblo del tenocté. ¿Gustavo alcanza la cumbre de su pretensión a la hora de escribir? No lo sé. Pero como él es un aventado, digo que ha obsequiado una joya para Comitán, algo breve que trata de sintetizar el amor a su pueblo.
El maestro Jorge fue el amable conducto para recibir este libro que el maestro Álvarez me envió desde Teotihuacán, lugar de dioses. Libro que contiene los intentos de Gustavo por condensar el universo.
Copio ese haikú que él escribió y me despido.
“Comitán lindo
que tu luz no se apague
¡Que horade siglos!”