miércoles, 5 de octubre de 2016
DE LA SERIE “PORQUE LA TELE TAMBIÉN BORDA NUBES” (3)
MARIO ALMADA
Parece que Armando se especializa en noticias fúnebres. Un día me sacó de la clase que impartía y con voz de grillo me dijo: “Murió Juan Gabriel”, lo dijo y se fue. Yo me quedé en la puerta del salón pensando cuál era la urgencia. Entendí que quería ser el primero en informármelo. Lo mismo sucedió con la muerte de Mario Almada, entró a mi oficina, deslizó un papel doblado sobre mi escritorio y, como había entrado, caminando sin pisar fuerte, salió. Desdoblé el papel y leí: “Murió Mario Almada”. Sonreí. Pensé que Armando se “muere” por ser el primero en dar la noticia cuando muera Chabelo, cuando muera Isela Vega.
El mismo Armando dice que el cine mexicano es un cine mediocre, porque no se ha atrevido a eliminar clichés. Un día me dijo que los machos siempre son machos y que las sufridas siempre lo son. No estuve de acuerdo, le dije que un día los cinéfilos nos sorprendimos con la película “Mecánica Nacional”, donde Sara García, quien siempre hizo papeles de madrecita sufridora, interpreta un papel que la obliga a decir palabras altisonantes, tan altisonantes que parecen dichas en altavoz por un verdulero. La abnegada viejecilla se mostraba como una vieja cabrona.
Pero, Armando quería ir más allá. Dijo que el cine debía proponer papeles de homosexuales a los grandes machos. ¿Imaginás -me dijo- a Vicente Fernández interpretando el papel de homosexual? No, le dije, no puedo imaginarlo. Sería un éxito cinematográfico, dijo Armando, y agregó que eso ayudaría a evitar el cliché de país machista que en el extranjero se tiene de México. Lo que no le dije a Armando es que sí podía imaginar al hijo de Vicente Fernández interpretando un papel de homosexual.
La noticia que me dio Armando no me sorprendió. Mario Almada ya había muerto en la película “El mar muerto”, había muerto en una de las muertes más dulces que hombre alguno pueda tener. En dicha película, Mario vive al lado del mar, vive en una cabaña solitaria en una playa solitaria, vive solitario. El hijo llega a verlo, don Mario ya está viejo, casi anciano. La penúltima escena de la película es sensacional, los dos hombres están sentados en la playa viendo el mar, uno está al lado del otro. Don Mario dice: “Cuéntame un cuento” y el hijo dice: “Había una vez”, entonces don Mario, el hombrón enorme del cine mexicano, como si fuese un tímido pajarito dobla la cabeza y la sostiene sobre el pecho del hijo. El hijo, pasa el brazo por detrás de su cabeza, y lo acaricia. Don Mario ha muerto. La última escena de la película muestra al hijo caminando mar adentro, cargando en brazos al padre muerto, a Mario muerto.
Mientras don Mario no actuó en la película “La banda del carro rojo” yo nunca le tomé atención. Para mí, don Mario murió en la película “El mar muerto” y nació en la película “La banda del carro rojo” y esto último fue así, porque, una tarde, Quique y yo, en la Ciudad de México, compramos boletos, palomitas, y nos sentamos en las butacas para ver “La banda del carro rojo”. ¿Tan bajo habíamos caído? Nosotros, los que adorábamos el cine de arte, ¿habíamos hecho fila para ver una película mexicana, perdón, tan de rancho? Sí, lo habíamos hecho porque en el cartel, casi junto al nombre de Mario Almada aparecía el nombre de Lety Pinto, joven actriz mexicana, que había sido nuestra compañera en la secundaria del Colegio Mariano N. Ruiz. ¡Ah, qué chentos nos sentimos cuando vimos a la Lety, la Lety que se sentaba delante de nosotros, al lado de María de los Ángeles, y que jugaba a dar saltitos sobre la banca para que nosotros dijéramos a quién de las dos se les movía más los pechos, y que, al final, Ramiro declaraba empate, para que de nuevo iniciara el juego! Y sí, en el instante esperado apareció Lety, nuestra ex compañera, nuestra amiga. Nosotros nos inflamos de orgullo porque sabíamos que no cualquiera tiene una amiga que aparece en la pantalla grande, ¡en la grande, a todo color, y al lado (esto lo supe después) de un grande de la cinematografía nacional: don Mario Almada! Don Mario que (perdón, Armando) murió en “El mar muerto”, con estas últimas palabras: “Cuéntame un cuento”.