lunes, 22 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, CON INSTANTE HISTÓRICO

Querida Mariana: Claudia Sheimbaum vino a Comitán. El domingo 21 de abril de 2024 anduvo por esta tierra. Acá hay un grupo que está en primera fila, en espera de que llegue la candidata de Morena, para la Presidencia de la República. ¡Qué instante tan prodigioso! Una mujer tiene muchas posibilidades de llegar a ser presidente de este país machista. Salí de casa a las 7 de la mañana con veinte minutos. La casa está a cinco cuadras del parque central. Caminé. La mañana estaba luminosa. Pasé por el templo de la Virgen de Guadalupe, ya estaba abierto, porque más tarde habría misa. Siempre que camino hacia el parque por esta calle pienso en el poema de Jaime Sabines: “¿Cómo puede decirse un amanecer en Comitán? ¿En mayo, en la quietud, en la frescura, en el aire?...” Sí, en la cima del barrio de Guadalupe, el aire vuela con libertad. Roxana Armendáriz, la tía Rox, le contó a Amín Guillén, en un programa de radio, que este poema lo escribió Sabines en la casa de los Armendáriz Guerra, en el barrio de La Cueva. Al bajar por la pendiente, donde hay una hermosa jacaranda, pensé que esta mañana, Claudia despertó en Comitán, porque la noche anterior durmió en el pueblo. No sé si lo hizo en un hotel o en una residencia de algún amigo político. Lo que haya sido, ella abrió los ojos, corrió la cortina de la ventana y respiró ese aire que perpetuó Sabines, aire que habla de libertad, que sigue llevando el eco de las palabras de tío Belis y de las palabras de nuestra Rosario Castellanos. A veces, las personas que se dedican a la política (al nivel de Claudia) se avientan los rollos con las ideas que redactan sus asesores; en otras ocasiones, improvisan. Al llegar a la esquina pensé en el mensaje que, horas después, compartiría la candidata con todas las personas que la recibirían. ¿Citó algo de tío Belis, algo de Rosario? ¿A qué hora se levantó Claudia? ¿A qué hora desayunó? ¿Con quiénes desayunó? Ella está acostumbrada a llevar un ritmo vertiginoso, anda de un lado para otro. Yo, que soy escaso para lo de la convivencia, admiro a quienes viven trepados en autos, aviones, barcos. ¿Cómo les alcanza la vida para tanto? El domingo 21 de abril de 2024, Claudia despertó en nuestro pueblo. ¿Qué cenó? ¿Le ofrecieron un pan compuesto? ¿Caminó por las calles de Comitán? ¿Tuvo tiempo para pepenar algunos de nuestros más íntimos efluvios? Caminé por las florerías, donde las mujeres visten (igual que los compas que aparecen en la foto) sus vestidos tradicionales, con bellísimos bordados; luego subí hasta el edificio donde está Elektra, ya había una fila para entrar. Ya mirás que, todos los días, se hacen unas filas enormes. Algunos amigos me explican que ellos llegan a cobrar el dinero que envían los parientes que trabajan en los Estados Unidos de Norteamérica. En esta esquina hallé más gente, porque en todo el trayecto sólo pocos autos encontré y pocas personas caminando. En el parque de Guadalupe vi a un hombre, sentado en una banca, revisando su celular, con un atado de banderas que llevaría al acto de Claudia. Al llegar al teatro de la ciudad vi en una lateral del parque una serie de sanitarios y, en la esquina donde está el busto de Rosario Castellanos, una camioneta con fotos de Claudia. Hubo una coincidencia de imágenes, por un lado, la feminista del siglo XX y por otro la mujer que puede empoderase en el siglo XXI hasta acceder al lugar de mayor privilegio político. Caminé con rumbo al Centro Cultural Rosario Castellanos y contra esquina, ¡qué privilegio!, vi a dos hombres que colocaron una manta (de color Morena) y encima una serie de chunches que ofrecían con la clásica voz de los vendedores de la Ciudad de México: “Llévelo, llévelo, lleve la taza, el sombrero, el chaleco..." Todo con los nombres de Claudia, de Andrés Manuel. Fue como si un cachito de Tepito o de La Lagunilla hubiera llegado hasta Comitán. Los sombreros, con un lienzo para cubrir el cuello los vendían en ochenta pesos; mientras tanto, cerca del templete (que un día antes comenzaron a levantar frente al templo de Santo Domingo) nuestras voces comitecas repartían gorras y pañuelos verdes, en forma gratuita. Fui al mercado a comprar ajo. Los puestos que venden atoles y tamales estaban llenos de personas. Lo mismo sucedió con los restaurantes del Andador. Vi a varias personas que portaban sus playeras de Morena, en la parte trasera indicaban que habían llegado de Tuxtla. Alguien comentó que en Comitán no hacía tanto calor como en Tuxtla. ¡Por supuesto que no! Comitán siempre estará a mil seiscientos metros sobre el nivel del mar. La muestra fehaciente es la fotografía que anexo. Estos compas, con sus cotones, a pesar de que ya andaba caminando el sol con sus brazos candentes, ellos estaban frescos, como en un bosque Sabinesco, con aire benigno. Regresé a casa a las ocho, debía llevar a mi mamá a un desayuno con amigas. Posdata: desde una tarde anterior supe que estaba en Comitán mi amigo Jorge Mandujano, destacado escritor chiapaneco. Vino especialmente para el acto de Claudia. Supe que estaba hospedado en el Hotel Delfín, así que pensé que podía toparme con él y ¡así fue! En el área de restaurantes del Andador lo vi caminar al lado de un amigo. Tuve el privilegio de saludarlo. La visita de Claudia logró también este prodigio, la visita de mi querido amigo Jorge. ¡Tzatz Comitán!