sábado, 27 de abril de 2024
CARTA A MARIANA, DANDO UNA VUELTITA
Querida Mariana: hago un ejercicio de redacción. Como si estuviera en un taller y la coordinadora dijera: chicos, describan lo que ven.
Estoy adentro del tsurito. Hallé estacionamiento frente al parque. Son las ocho de la mañana. Más tarde es imposible hallar un cajón de estacionamiento. ¿Cajón? Sí, así he escuchado que llaman a los espacios en los estacionamientos. Tal vez en este caso no aplica. No, acá no se aplica, acá no están marcados los cajones, acá es todo un chorizo sobre la calle. Los que sí están marcados son los espacios para las motocicletas, porque éstas las estacionan en batería. ¿Así se dice, batería? Así he escuchado que llaman a los cajones que están pintados para estacionarse en forma diagonal. Qué palabras tan simpáticas: cajón, batería. En realidad, estas palabras tienen otros usos. Bueno, la primera palabra: cajón, también la usan algunos boleros de antaño, porque donde guardaban las cosas y los clientes ponían los zapatos para que los limpiaran eran cajoncitos de bolear.
Tal vez al lado del Hotel Delfín sí hay una serie de cajones de estacionamiento en batería. Ahí sí puede caber el término. En el portal existe un área destinada para que se estacionen los automovilistas discapacitados. Ya hemos dicho que no siempre los otros los respetan (los discapacitados del cerebro). Hay gente inconsciente que sólo piensa en sí misma y no piensa en las personas que tienen dificultad para desplazarse de un lugar a otro. En el parque central hay entradas y subidas con rampas, para que una persona que se desplaza en silla de ruedas pueda acceder, pero (¡ay, señor!), el piso está tan deteriorado que aún las personas que no son discapacitadas tienen problemas para caminar. Estas irregularidades del piso ¡pueden ocasionar una discapacidad!, porque al caminar por ahí el pie puede caer en una ligera hondonada y doblarse y eso jode ya el día. Ahora, frente a la escalinata principal (la que está frente al templo de Santo Domingo) hay una maraña de cables que debió servirles para conectar luces, las luces ya no están, pero el cablerío continúa. No hay un mínimo cuidado del parque. Hemos dicho que si transitás con tu auto frente al templo de Santo Domingo vas dando tumbos. Es penoso, por decir lo menos, que el corazón de Comitán esté tan descuidado.
La mañana es fresca. Ya se nubló. Cuando llegué estaba soleado, ahora el sol ya juega a las escondidas. Está bien que así sea, el calor de los últimos días ha estado inclemente.
Estoy al lado del portal donde está la farmacia del ahorro. Un día te platicaré la historia de mi amigo Víctor, quien ganó una demanda a esta cadena de farmacias, porque, mucho antes, él abrió una farmacia con este nombre y registró la marca. Un día te cuento esta historia maravillosa.
Pero no estoy frente a la farmacia, no. Estoy frente a un club de nutrición. El acceso da a una escalera. He visto a varias personas que entran. No sé si es lo que promociona Herbalife.
En una esquina del parque dos chicas venden cigarros, dulces y pulseras. Sobre una mesa de madera, pequeña, tienen expuesta la mercancía. Los cigarros los venden sueltos. Quien compra un cigarro toma un encendedor y ahí prende el cigarro. Están sentadas debajo de una sombrilla que detienen en un rin de carro que llenaron de cemento para darle soporte. En mi adolescencia fumé mucho. Como la mayoría comencé a fumar para sentirme grande, para sentirme integrado a la comunidad. Fumar daba un status. ¡Qué bobo! Pero es que todo estaba diseñado para que así fuera. En el cine, todos los grandes actores (y actrices) ¡fumaban! Uno quería ser como ellos, se veían tan bien. Lo que no veíamos era cómo estaban quedando sus pulmones. Uno podría pensar que ahora, con tanto avance en la ciencia de la salud, la gente ya no fumaría, pero sigue haciéndolo. Hoy, los chicos y chicas fuman vapeadores. Uf, la industria es perversa, cada vez inventa formas más sofisticadas para joder la salud de la humanidad. Es un gran negocio: ganan mucho dinero enfermándonos y luego ganan mucho dinero curándonos. A veces la cura no llega, pero el dinero sí llega a la bolsa de ellos.
En muchas partes del parque hay bases de cemento, desperdigadas. Son las bases que usan quienes ofrecen dulces, chicharrines o desayunos. Los espacios se van limitando cada vez más. Son tiempos de necesidad, donde cada uno busca espacios para poder sobrevivir, a veces estos sobrevivientes pasan por encima de los derechos de los otros. La sobrevivencia no admite límites.
Son las ocho con cuarenta ya. El sol se asoma tímido. La gente camina por el parque. Muchas personas ya desayunan en los comederos improvisados. Varios niños están sentados en la orilla de la fuente.
He contabilizado a más de diez personas entrando al Club de Nutrición. Pienso que es buena noticia, que estas personas han elegido cuidar su salud. No lo sé. Un día investigaré acerca de los beneficios. Digo que veo los dos extremos de la misma línea, en un extremo está el club de nutrición y en el otro extremo el engordadero con los sabrosos pitaules, empanadas, tamales, butifarras, chalupas, pozol, atol, arroz con leche…
Los framboyanes están llenos de flores, se desgajan en naranjas sorprendentes. Alguien comentó que nunca había visto un florecimiento tan luminoso, comentó que tal vez se debía al excesivo calor. No le hallé lógica al comentario, pero como soy un neófito ¡nada dije!
Frente a la presidencia municipal un grupo de alumnos de la primaria Adolfo López Mateos, de La Pilita Seca, se toma la foto de generación. Eligieron este espacio para la foto del recuerdo. Los encargados de tomar la fotografía llevaron un mueble donde colgaron los birretes y las togas. Las niñas y los niños estaban bien guapos. Hay gente que critica tal acto, ¿cómo es posible que unos egresados de primaria porten togas, que debía ser exclusivo de universitarios? Pues, lo sentimos mucho, dijeron los papás y mamás de la primaria López Mateos e hicieron el gasto para que sus hijos e hijas estuvieran bien bonitos.
Di una vueltita para ver el busto de mi amigo el licenciado Jorge De la Vega Domínguez. Único personaje que está vivo de los que tienen bustos en el parque central. Ya le pusieron una placa que dice: “Jorge De la Vega Domínguez, fue gobernador de Chiapas. Durante su gestión se construyó este parque central de Comitán. julio 2023”. Se ve que habían colocado los años de gestión, pero debieron estar equivocados, porque los borraron. Lo que apena es que el busto esté todo cagado de palomas. Las palomas no son culpables, los culpables son los encargados de mantener en buen estado nuestro patrimonio. Habrá que decirles a estas personas que la pátina de los bronces no se logra con las cagadas de la paloma. De inmediato fui a ver cómo estaba el busto del maestro Mariano N. Ruiz. ¿Qué creés? Pues sí, cagado de paloma. Digo, de vez en vez, debían pasarle un trapazo para mantenerlos limpios.
El parque central es el corazón de nuestro pueblo. La leyenda cuenta que el grupo expedicionario llegó donde ahora está el parque de La Pila y al hallar el león bebiendo agua, dijeron: ¡acá hay que fundar el pueblo! Y lo fundaron, pero la traza inició donde está el centro. Ahí construyeron el templo y el monasterio, ahí está el palacio municipal. En el Internet hallo la información: en las plazas principales de las poblaciones construidas por los españoles, concentraban el cabildo, la catedral, el gobierno, comercios y casas de notables. Pues es lo que hallamos en el centro de nuestro Comitán. En pocos años, nos dijo Rosy Cancino y Toño Zamudio, Comitán celebrará los quinientos años de su fundación. Sería conveniente que la autoridad dignifique el corazón de nuestra ciudad.
Posdata: insisto en decir que, en el parque central, al lado de los bustos de Benito Juárez, Pantaleón Domínguez, Mariano N. Ruiz, Jorge De la Vega Domínguez y Rosario Castellanos debe estar el busto de Belisario Domínguez. Es contradictorio que en la ciudad de Comitán de Domínguez no haya un busto del héroe cuyo apellido lleva nuestra ciudad. La escultura de tío Belis está en el interior del palacio municipal. Cuando existe un homenaje en su memoria, sólo los poderosos asisten, porque cierran las puertas para acceso del pueblo. ¡Qué bobera!
Bueno, querida mía, esto sólo fue un ejercicio de redacción.
¡Tzatz Comitán!