lunes, 8 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, CON UN LEGADO

Querida Mariana: de vez en vez, amigos preguntan por el sentido de la vida. Esta pregunta no asoma en la infancia. Cuando fui niño jugué en el sitio, fui de vacaciones con mis papás, disfruté el cine, comí exquisitos antojos. La pregunta nunca asomó, porque la vida era ese cacho sublime que era para vivirla. Sí, el sentido de la vida era ¡vivir! Ahora, con sesenta y siete años de vida escucho la pregunta: ¿cuál es el sentido de la vida? Veo que muchos filósofos expresan ideas diversas, con lenguajes más o menos complejos, pero, en el fondo, en cada respuesta está la idea del niño: ¡vivir! Y como hay millones de formas de vivir la respuesta no es única. Puede decirse: cada quien vive como le place. Hace pocos días vi una nota luctuosa en el Facebook. Llamó mi atención la manifestación de pesar que expresaron muchos amigos y amigas. ¿Quién era la persona fallecida? El mismo Facebook me dio la respuesta. No conocí a Cecilia, pero muchos paisanos ¡sí! Sí, porque Cecilia es hija de Socorro Román Sobrino. A Socorrito sí la conozco. El Facebook indicó que Cecilia falleció en un accidente. Cecilia fue una gran fotógrafa mexicana, directora de Escuela Activa de Fotografía Echegaray, en la Ciudad de México, ciudad donde ella nació. No conocí a Cecilia, muchos paisanos sí. Lamenté su muerte. Entré a su muro y admiré su obra, obra fotográfica de excelencia. Sí, Cecilia fue una gran fotógrafa. Me dio pena no saber nada de ella, pero, al mismo tiempo, agradecí su vida y su obra, sustancias vitales imbricadas. Llamó mi atención que Cecilia escribió en su muro, en una sección llamada Detalles, lo siguiente: “Apasionada, enamorada de mi familia, fotografía, viajes, perros, gatos y todos los demás animales”. ¿Se vale decir que esto es su respuesta a la pregunta inicial? Pienso que sí. En un determinado momento, ella se definió y al hacerlo definió su propósito vital. Gracias a esas palabras, yo, sin conocerla físicamente, puedo ver el tipo de persona que fue, una mujer apasionada, enamorada de su familia, le encantó viajar, tomar fotografías y amo a los animalitos, todos. Ah, qué lamentable su fallecimiento, qué pena. Fue una gran mujer. No la conocí, pero ahora entré a disfrutar su legado: sus fotografías, tomas hechas con un gran conocimiento técnico, pero, sobre todo, con una dotación excelsa de arte. Lo dijo, de principio lo dijo: fue una mujer apasionada. Al revisar los fragmentos de su obra, las fotos que están expuestas en su muro, descubrí eso: pasión en su pasión. Vivió apasionadamente y nos legó una obra excelsa. Todo mundo deja una herencia intelectual. Al vivir, cada persona construye un único edificio espiritual. El tío Andrés es recordado porque fue un gran bolo y mujeriego. Dos de sus hijos procuran evitar su recuerdo, en cambio el tercer hijo, el menor, lo recuerda con gran emoción, cuenta todas las anécdotas que su viejo le contaba o las que le ocurrían; las cuenta con una gracia especial. Un día me confesó que él heredó ese gen, el gen del saber contar anécdotas; me dijo que tal vez también heredó el gen del gusto por el trago y por las nenas, pero que él le dio vuelta a esa herencia, se quedó sólo con lo que le aporta savia a su vida. Posdata: vos no te preguntás por el sentido de la vida, vos sos una chica joven que vive, que vive intensamente, que tiene muy bien definida la ruta de su vida. ¡Tzatz Comitán!