sábado, 6 de abril de 2024
CARTA A MARIANA, CON LA CABEZA INTACTA
Querida Mariana: Comitán está hecho de imágenes y palabras. Si hacemos una revisión veremos que la palabra es la que nos da más vida.
¿Ya miraste que nuestros personajes más emblemáticos son personajes que tienen a la palabra como la esencia de sus actos?
Belisario Domínguez es recordado por el valor de su palabra en el Senado de la República. Muchos héroes mexicanos llegaron al altar de la patria por su valor con las armas, con acciones violentas. Belisario no usó la violencia, usó la palabra como el arma más letal. Claro, el uso de esta flama provocó su muerte.
¿Quién es el otro personaje que es baluarte de Comitán? La admirada escritora Rosario Castellanos. Ella es nuestro quedar bien en la rama intelectual. Los comitecos nos sentimos chentos ante la grandeza de su obra literaria. Los expertos han dicho que se movió como pez en el agua en muchos géneros literarios: novela, cuento, poesía, ensayo y teatro. Pucha, fue incansable en su labor creativa. Hoy existen miles de personas en todo el mundo que la siguen leyendo y estudiando.
En este 2024 el mundo conmemora el quincuagésimo aniversario de su fallecimiento, ocurrido el 7 de agosto de 1974, en Israel. En Comitán, su tierra, hay ya muestras de esta conmemoración. En la revista Arenilla, gracias al patrocinio de instituciones, empresas y personas comprometidas con la cultura y con el pueblo, ya le hacemos un reconocimiento histórico. ¡Sólo eso faltaba, que en su tierra pasara de noche! ¡No, no lo permitimos! ¡Honramos su palabra, el valor de la palabra!
¿Quién más es reconocida como mujer de palabra? ¡Josefina García! Doña Josefina es recordada por un acto breve, pero generoso. Ella no fue una intelectual reputada (ay, qué palabra tan rara), ni se le reconoce por algún otro acto, pero basta con lo que hizo el día donde se prendió la flama de la Independencia de Chiapas y de Centroamérica.
Los investigadores e historiadores nos han dado muchos elementos de las biografías de Tío Belis y de la Chayito. ¿Y Josefina, ‘apá? De Josefina no hay documentos que den datos precisos de su vida y obra. Quienes nos hablan de ella lo hacen desde el terreno de la presunción. Es más, muchos historiadores hablan de que es un gran mito histórico. Hemos dicho que El Quijote no existió en la realidad real, pero nadie se atrevería a negar su rotunda presencia en el mundo. El Quijote es el gran mito literario.
El mito histórico dice que Doña Josefina, en un momento donde los hombres dudaron, ella se paró y dijo que si los hombres no se atrevían, las mujeres comitecas estaban dispuestas a apoyar el movimiento de independencia. Esta intervención hizo que el movimiento no se abortara y diera inicio el gran hecho histórico de 1821.
Tenemos muchos libros que dan constancia de todas las palabras que usó tío Belis. En la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez, hay ejemplares de su periódico “El Vate”, asimismo copia de los discursos íntegros.
¿De Rosario? Pucha, ahí está toda su obra, más muchos otros libros que le han dedicado. Incluso hay libros donde se publican muchas cartas que ella envió a cercanos, incluso parte de la correspondencia que le dedicó a su esposo, el filósofo Ricardo Guerra.
De Doña Josefina nada hay. ¿En algún baúl existen pruebas de su obra? ¡Saber, querida mía!
El otro día fui al parque de San Sebastián, buscando al amigo que vende los salvadillos con temperante (como fui en periodo vacacional nunca llegó, debe ser que su época de mayor venta es cuando hay clases. Recordá que nuestro Colegio Mariano N. Ruiz está muy cerca y a la hora de la salida, muchos estudiantes y sus papás consumen lo que en el parque se ofrece).
Me senté en una banca frente al busto de Doña Josefina, que, según dice la placa, fue donado por el maestro Edgar Robledo Santiago. ¿Es Doña Josefina la que ahí aparece? Sí y no. Sí, porque así lo dice la placa; no, porque todo mundo cuenta que el rostro fue tomado de una fotografía de una mujer comiteca que no era ella, por supuesto.
Luego cambié de banca y me senté frente a la fachada del templo de San Sebastián, ahí donde hay cuatro nichos con esculturas de yeso. Un día Mario Escobar se hizo la pregunta: ¿quiénes son esos personajes? Igual que en la historia de Josefina, ningún historiador nos ha dado respuesta precisa a esta interrogante.
Los constructores del templo decidieron dedicar cuatro nichos, grandes, donde estuvieran las imágenes de estos personajes. Insisto, nadie sabe decir quiénes son. Y mucho menos cuando vemos que tres de ellos están sin cabeza. No soy experto en nada, pero a los personajes les miro horma de ser monjes, dos de ellos tienen un cordón atado a la cintura, como si fueran monjes benedictinos o franciscanos. Los otros dos tienen una vestimenta diferente, casi como si fueran monjes dominicos. Cualquier experto en estas vainas sí puede darnos una explicación que se acerque a lo real. Sería un gran logro saber qué onda con estos personajes. ¿Por qué les volaron la cabeza? Es otro de los enigmas. Los historiadores dicen que pudo ser en tiempos donde el gobierno se puso en contra de la religión católica. ¿Recordás lo de la quema de santos? Bueno, pues entonces también pudo ser que alguien mandara a quitarles las cabezas a las imágenes. No sólo las cabezas, sino también las manos.
Digo que sólo una de las imágenes logró salvarse de ser decapitada. Esta cabecita da idea de cómo debieron ser las demás. Además, también existe una imagen que conserva la mano que sostiene un libro.
El mensaje de los mutiladores no logró empolvar lo que es nuestro pueblo. Ahí está, digo, un personaje con cabeza (lugar donde bullen las ideas, crisol donde se forman las palabras); ahí está otro que conserva la mano (como dice una maestra de yoga: la artesana bendita, la que ayuda a hacer el mundo); y un libro, que es el recipiendario de la palabra, el mayor producto cultural que ha inventado el ser humano. Los violentos enviaron su mensaje, pero el destino preservó el mensaje mayor: la palabra es herencia vital de las personas nacidas en Comitán, porque Comitán está hecho de imágenes sublimes y de palabras lapidarias (ay, señor, otra palabrita rara).
Después que miré las imágenes mutiladas, mis ojos se posaron, como chinchibules argüenderos, en las dos placas que existen en la fachada. No sé en cuántos templos del mundo existen placas que nada tengan que ver con la religión. En el templo de Santo Domingo existe una gran placa en bronce que da cuenta de los nombres de los primeros frailes que llegaron a estas tierras. Esta placa se colocó a iniciativa del padre Carlos J. Mandujano cuando fue párroco de este templo.
En la fachada del templo de San Sebastián las dos placas son de otra rama, porque están dedicadas a las mujeres. En una se dice que es un homenaje a la mujer comiteca y la otra está dedicada en forma especial a Josefina García (cómo no va a existir, pucha).
Sin duda que la existencia de estas placas “civiles” se debe a que en este templo se dio el primer paso para la Independencia de Chiapas.
En estas placas se privilegió la participación de las mujeres y no de los hombres. La historia consigna que Fray Matías de Córdova y Fray Ignacio Barnoya fueron los iniciadores del movimiento de independencia, sin embargo, la estatua de Fray Matías fue colocada mucho tiempo después que las placas que están en la fachada del templo; y Fray Ignacio está en espera de que el mundo le haga justicia, porque no hay ni una sola plaquita que consigne su nombre. La Historia tiene rutas extrañas y misteriosas para manifestarse.
Estamos hechos con imágenes y palabras. Los estudiosos conocen la obra de Fray Matías, pero en los libros de Historia no hay una sola frase dicha por el iniciador de la Independencia, lo que siempre se consigna es la frase de Josefina García.
Posdata: el parque de San Sebastián tiene un nombre oficial: De La Corregidora. En un lugar hay un busto de Josefina y en el otro extremo un busto de Josefa, de Josefa Ortiz de Domínguez, La Corregidora. Acá sí nada pueden decir las feministas. Las mujeres están perfectamente reconocidas; claro, el pueblo no llama al parque con su nombre oficial, el parque es el parque de San Sebastián, un varoncito. Ah, a mí no me quedés viendo así.
¡Tzatz Comitán!