jueves, 30 de agosto de 2007

El universo que se expande




La poeta Mirtha Luz Pérez escribe: "No soy de Comitán / Comitán es mío";Rossy Velasco Alfaro escribió a mi correo personal y me confió lo siguiente: "El Comitán que es sólo mío, renace cada junio con el aroma del nance"; en el foro de Comitecos punto com, Obed Gordillo hace una "pequeña" aclaración a otro participante del foro y le dice: "El Tzapiola era Jorge Caralampio Guillén de León y no hay otro".
Tal vez en estas declaraciones hay señales del carácter comiteco; tal vez acá están cifradas las lianas que enredan nuestro cielo.
El pueblo moldea a cada uno de sus habitantes. Cada comiteco está hecho de viento y de calles como resbaladillas; cada comiteco tiene un corredor con pilares de madera y sus cielos están pavimentados con teja roja quemada. El pueblo es la placenta.
Mas un día el hombre descubre que tiene alas, corta el cordón umbilical y emprende el vuelo.
A partir de ese instante el pueblo es moldeado por el hombre. Miles de Comitanes brillan en el infinito.
No es raro, entonces, que existan Comitanes inverosímiles: pueblos en donde no hay nombres propios, en donde todo es un catálogo de apodos; pueblos en donde una canción de "U dos" es interpretada por una marimba orquesta.
Tal vez ahora mismo está naciendo otro Comitán. Algún joven se corta el cordón y reconoce por primera vez el Comitán que lleva dentro, un Comitán único, espléndido, ¡universo que se expande hasta el infinito!