viernes, 31 de agosto de 2007

Lluvias ácidas

El apodo es una nube que genera lluvias grises.
En Comitán apareció un chiste al inicio del trienio actual.
"- Oí, compa, ¿ya sabés que ahora Comitán se va a llamar CONSTANTINOPLA?
- Adió, ¿y por qué?
- Porque CONSTANTINOPLA es tierra de Constantino.
- Ah, qué mudo sos, entonces Comitán se va a llamar QUIRINOPLA"
El apodo es como un chubasco que dura apenas un instante, pero que humedece el espíritu del hombre.
Cuando un recién nacido recibe el nombre, recibe ¡la luz! Como el apodo sustituye el nombre, cada que un apodo sale a relucir cancela la luz.
El apodo, la mayoría de veces, hace referencia al físico. Si un hombre es gordo le dirán: barril y, si además de gordo, es chaparro, en Comitán le dirán: tumputz.
El apodo, pues, denigra a quien recibe el mote y a quien lo pronuncia, porque privilegia al cuerpo antes que al espíritu.
La sociedad acostumbra poner apodos a la personas públicas. Ahora, los candidatos a la presidencia municipal de Comitán ya son mencionados, en muchas ocasiones, por sus apodos.
¿Qué sucede en una relación de pareja en donde uno de ellos nombra al otro por su apodo, de manera constante y reiterada? Dos cosas pueden suceder: una, que el sujeto en cuestión se opaque y "se haga chiquito"; y, otra, que el sujeto anide el rencor en su corazón y busque la manera de "desquitarse".
Como el poder no acostumbra "hacerse chiquito", una vez que el político tiene el poder en sus manos se desquita. El pueblo paga los platos rotos.
Esto es un proceso que se da de manera inconsciente, pero es un elemento que está presente siempre en toda relación humana.
El pueblo, en la plática de café, detrás de la puerta, siempre se refiere al gobernante por su apodo; pero, de frente, siempre le llama "señor presidente". ¡Los extremos absurdos! Por un lado una señal virtual de supremacía, pero, por el otro lado, una práctica real de vasallaje denigrante.
Tal vez convendría ubicarse en el justo medio. Que Eduardo, que Hugo, que Alejandro y los demás candidatos recuperen su nombre. Que no sean rebajados ni tampoco ensalzados.
Tal vez una relación respetuosa de tú a tú (o de vos a vos, en este caso) entre el gobernante y el gobernado sea lo más conveniente.