domingo, 21 de diciembre de 2008

Los sibaritas


Es domingo por la noche. Acabo de regresar a mi casa. Estuve en la residencia de la familia Cancino. Estuve ahí por esos designios divinos que me llevan a estar en el centro de lo sencillo.
Hace días escuché un programa de radio donde Miguel González Alonso entrevistó a Mario Uvence Rojas. En medio de la plática Miguel "acusó" a Mario de ser un sibarita. Quienes conocemos a Mario reconocemos su gusto refinado. Él asimismo reconoció ser tal y fue más allá porque dijo que los comitecos todos somos sibaritas.
A cada rato compruebo el dicho de Mario. Los comitecos tenemos la fortuna de gozar la vida en su rostro más humilde, más sencillo y, por ende, más grandioso.
Todo es como si fuera una feliz conjura para que disfrutemos este pan en forma de marquesote que se llama vida.
Hace apenas unos minutos volví a bañarme en esas aguas. Estuve en casa de Martita y Francisco para presenciar una pastorela donde los actores fueron miembros de la familia, con el agregado del gato de la casa (un gatito negro que tuvo una relevante actuación pues todo el tiempo anduvo enredado en los pies de los actores y culminó su actuación al meterse a una caja de cartón). Carmelita, la hija de Paty y Paco, representó el papel de la esencia que los comitecos gozamos a cada instante: ¡la luz!
Nuestro pueblo es un pueblo sencillo. Basta poner un poco de atención para advertir que la grandilocuencia está ausente. Pero el gusto refinado a que aludió Miguel González está trepado en todos los tejados de este pueblo maravilloso.
En los sencillo hallamos lo sublime y lo vivimos con la intensidad de quien presencia un amanecer con música de Morricone.
Ahora que escribo esto algo como un cielo lleno de estrellas me recuerda que la verdad y la belleza tienen un rostro simple.