jueves, 2 de diciembre de 2010

PARA CUANDO LLUEVA SIN SOL



¿Qué vas a hacer un lunes de abril de 2020? ¿El lunes que en Chiapas aparezca la noticia que Los Jaguares ascendieron a primera división, después de tanto tiempo, de nuevo? ¿Qué, cuando los artistas plásticos chiapanecos pinten el exterior del Palacio de Gobierno en protesta por el nombramiento de Mario Nandayapa como Director de Coneculta-Chiapas? ¿Qué, cuando, en Comitán, nazca quien, en 2084, recibirá el Premio Nobel de Literatura? (Ojalá que ese día Vicente Fox escriba en el twitter: “Ya te uniste a Paz, Vargas Llosa y Borges”, sólo para que los mexicanos del 2020 tengan un motivo de risa).
¿Qué vas a hacer ese lunes? Tal vez te divertirás con el divertimento de moda: lamentar lo no hecho. Tal vez, como gato, te dediqués a lamer tu mano para lavar tu espíritu. Porque los seres humanos siempre cargamos el peor pecado del universo: el pecado de omisión.
Decimos que el tiempo no alcanza. Por esta escasez de tiempo no escribimos la gran novela, no vamos al parque a dar maíz a las palomas. Por falta de tiempo no le damos suficiente cuerda a nuestro reloj de cada día. De vez en vez nos acostamos sobre el césped, pero no lo hacemos para mirar el cielo sino para cerrar los ojos cansados de no hacer algo.
Llenamos el tiempo con la nada, mientras, como decía Lennon, la vida pasa a nuestro lado.
¿Qué vas a hacer? Vas a querer tomar a tu madre de la mano y llevarla a mirar el cielo para hallar formas a las nubes; vas a querer cargar a tu hijo sobre tus hombros para que él vea el tapir en el zoológico; vas a querer, con una brocha gorda, pintar la barda de enfrente de la casa de tu amada: “Te amo, Lucía”; vas a querer querer pero esto ya no será posible. Porque tu mamá estará muerta, tu hijo estará grande y en otra ciudad; el tapir ya estará extinto y Lucía será agua de otro río. Porque siempre es así. Siempre estamos pensando qué haremos un lunes de abril de 2020; siempre soñamos qué haremos cuando seamos grandes, cuando obtengamos el gran premio literario, cuando seamos ricos y famosos. Siempre vivimos, no el instante mágico que recomienda la sentencia del “Carpe Diem” sino lo que es materia invisible y se llama futuro.
¿Qué vas a hacer cuando querás correr y tus huesos no respondan? ¿Cuando querás amar y ya tu corazón esté partido? ¿Qué, cuando querás acariciar y tus manos no alcancen las hojas del árbol?
¿Qué vas a hacer un lunes de abril de 2020 cuando te mirés al espejo y reconozcás que el tiempo te ha colgado cientos de hilos de araña? ¿Qué vas a hacer cuando tu telescopio esté roto, cuando el lente del corazón esté rayado y toda materia visible refleje el haz equivocado?
¿Qué vas a hacer cuando te enterés que Nandayapa sólo duró tres días en su encargo? ¿Cuando tu reloj de sol no tenga más que lunas y estrellas? ¿Qué, cuando tu hija ya no esté a tu lado para pedirte un helado? ¿Qué, cuando seás terrón agrietado y el misterio no sea esencia sino alambre que rodea tu cuerpo?
¿Qué vas a hacer cuando descubrás que pudiste subir a tu Everest y sólo llegaste a las faldas de un montículo? ¿Qué vas a hacer cuando te sentés en una piedra del camino y mirés que el tiempo se fue y vos te instalaste en la posada que te iba a servir sólo para pasar la noche?
¿Qué vas a hacer cuando ya no sea válido volver la vista? ¿Cuando no podás pensar qué harás el día de mañana porque no habrá mañana? ¿Qué vas a hacer, vos, qué vas a hacer un lunes de abril de 2020? ¿Qué voy a hacer yo? ¿Qué va a hacer Mario, qué Lucía, qué Enrique, qué Miguel, qué Luna, qué Viento, qué Sol, qué Tiempo?