lunes, 28 de marzo de 2011

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO EL HILO NO SIEMPRE SE ROMPE POR LO MÁS DELGADO


Con un abrazo para Fernando Figueroa Castellanos,
por sus cincuenta años de luz. ¡Que sean muchos más y más intensos!




Querida Mariana, el tío Eusebio murió, hace años, una tarde de eclipse. Según Concho, hijo mayor, cuando el cielo se oscureció, su papá cerró los ojos y dijo: “¡Luz, luz, luz!”. La tía Josefa -hermana del difunto- siempre ha echado por la borda esta versión. “No, no -dice la tía- eso es mentira, lo de la luz lo dijo Goethe, tu tío dijo: “¡Mierda!” y torció la cabeza como pajarito”. Andá a saber, Mariana, cuál es la versión cierta.
El tío tuvo una obsesión en la vida: ¡demostrar la estupidez de los dichos populares! Según el tío Eusebio, México está mal porque a cada rato se pronuncia un dicho popular. Él fue un hombre sencillo, laboraba en la fábrica de triplay que había en Comitán. A su regreso a casa me llamaba y me decía que México es un país de irresponsables y de huevones por cosas como éstas: “Más vale pedir perdón que pedir permiso” y “No por mucho madrugar amanece más temprano”. Decenas de jóvenes (decía) salen de casa sin pedir permiso y pierden la vida al salir de las discotecas (antros de hoy). Ay, Marianita, la vida no les concede la oportunidad de pedir perdón. Muchos jóvenes viven precisamente porque piden permiso y sus papás no se los dan. Los papás -decía el tío- tienen el tronco de la vida en las manos, los jóvenes apenas están comenzando a conocer las ramas.
Miles de hombres y mujeres se levantan tarde porque, según el dicho, ¿de qué sirve madrugar si no amanece más temprano?
El tío era un convencido del poder de las palabras. Siempre que platicábamos exigía, ante todo, la sencillez y el cristal limpio. Decía que México es un país que invoca la tragedia y la medianía. Somos un país de mediocres porque insistimos en transmitir esos granos de “sabiduría popular”.
“Agua que no has de beber ¡déjala correr!”; es decir, no te inmiscuyas en algo que no te afecte de manera personal. ¿Mirás, Marianita, qué estupidez? Por cosas como éstas es que medio mundo se hace a un lado y no se involucra en los problemas de la sociedad.
“Quien bien te quiere te hará llorar”, “La letra con sangre entra”. Tenía un “compañero” en la primaria (ahora hablo yo, Marianita, que coincido con mucho de lo que decía el tío) que siempre me andaba jodiendo y me hacía llorar. ¿Ese pendejo me quería bien?
Sí, Mariana de mi vida, la mayoría de dichos populares es una soberana estupidez. Son píldoras que concentran la mediocridad de nuestro pueblo. Son el pretexto donde nos escondemos. Acá en Comitán a cada rato se repite esto: “El peor cuch se lleva la mejor mazorca” y se aplica cada vez que un hombre feo, por ejemplo, está con una muchacha bonita. “¡Sí, sí, esto es cierto!”, dice la mayoría convencida de la certeza del dicho. ¿Mirás, Mariana, la carga de discriminación que contiene este dicho? Pero tiene más. Resulta que la muchacha bonita es comparada con ¡una mazorca!
Casi casi pienso que la versión de la tía Josefa es la real. Conociendo al tío Eusebio, yo también pienso que dijo ¡mierda!, en el instante que murió.
Pd. Mariana, algún día vos y yo deberíamos escribir algunos dichos que reflejen luz, que sean como canicas de agua. Pero, Alfredo dirá que “más vale malo por conocido que bueno por conocer”. ¡Ay, Dios mío, es un poco como decir: “más vale Chiapas por conocido que Chiapas bueno por conocer”!, y ahí seguimos acostados en la hamaca, frutos de la inercia, sin arriesgar algo.