lunes, 7 de marzo de 2011

PRESENTACIÓN DE LIBRO.


María Castellanos Nájera declama un poema de María Luisa Macal.

María Luisa Macal me invitó a presentar su libro "El pulso de la vida", el sábado 5 de marzo. Paso copia del textillo que leí.

Buenas noches:

A veces hace falta reflexionar en el tipo de acto que hoy nos congrega. Las presentaciones de libros se asemejan un poco a las presentaciones en sociedad de una quinceañera. Ambos actos buscan resaltar las virtudes de los objetos en cuestión. Y si digo objeto en caso de la quinceañera es porque, en muchas ocasiones, los padrinos, por obra y gracia del champan o de la sidra, la convierten en objeto destinado al mejor postor, un poco como si dijeran ¡la niña ya está en edad de merecer! Claro, lo dicen en medio de la melcocha más almibarada.
¿Por qué me atrevo a decir esto ante ustedes, cuando se supone que este acto nos convoca a hablar de poesía y no de temas insulsos? Disculpen mi atrevimiento y disculpen el siguiente símil: los presentadores de libros somos como los padrinos de las quinceañeras rodeadas de sus chambelanes.
¿Con qué atributos morales los presentadores de libros pueden erigirse en voces autorizadas para dar un juicio, en público, acerca de una obra literaria? Pensemos entonces que, en efecto, fungimos como padrinos y somos elegidos por amistad. No puedo entender de otra manera el privilegio de estar frente a ustedes esta noche. María Luisa Macal, en primer lugar privilegió el afecto y nos eligió a Óscar Bonifaz y a mí para ser padrinos de su libro más reciente. Por esto, a partir de hoy podré decirle comadrita a la autora, y tal vez, a mitad de la plaza, un día a futuro preguntar cómo le va al ahijado. Por esto ahora en esta lectura parezco un abusivo al tutear al maestro Bonifaz y a la Maestra María Luisa pero es que ya casi casi somos compadres.
Lo que sí me resisto a hacer es un panegírico de su obra, como si estuviera en el Salón Campeador o en el Royalty presentando a una niña bonita con vestido de rosa. Me resisto por dos verdades absolutas: ¡no soy alguien con calidad moral suficiente para hacerlo, y la poesía está a mil años luz del reflector de un acto social sin mayor trascendencia universal! Pero ya que la comadre María Luisa me metió en el ajo, daré una sencilla opinión como lector, como un sencillo lector de la calle, que esto he sido por varios años. Y digo calle y digo sencillo porque, según yo, de estas sustancias están hechas las imágenes poéticas de María Luisa; y digo poesía porque la poesía está hecha de agua, de aire, de luz y de las cosas más sencillas que rodean al hombre. Me gustan los versos de María Luisa porque están despojados de afeites y de encajes. Si me permiten insistir en la comparación, la quinceañera que hoy presentamos viste un vestido bordado con la luz de la palabra común, pero frotada con un paño fino. La palabra de María Luisa es espléndida por sencilla. Su poesía está despojada de la lentejuela que otorga brillos falsos. Su poesía es un vaso de agua limpia, una flor que crece entre las hendijas de las lajas comitecas, una nube que se diluye en el cielo antes de presagiar tormenta, una línea de musgo en la piedra bola de río. La poesía de María Luisa es una línea para dibujar el horizonte.
Como los comitecos tenemos el privilegio de conocer a la autora, puedo decir que su palabra es el espejo de su carácter. Sus versos son tímidos y caminan con el silencioso y apresurado paso de una codorniz sobre las nubes. En su voz no hay improperio, prevaricación, afrenta o blasfemia; al contrario, hay un murmullo de hoja que cae o la caricia de un rezo que intenta el vuelo. El libro “El pulso de la vida”, de María Luisa Macal es un libro de esos que, al estilo de Machado, hace camino al andar, un camino alejado de las grandes autopistas o de los segundos pisos. Sus brechas son simples caminitos que están emparentados con los que hacen las hormigas en las huertas y en los bosques.
Gracias.