viernes, 4 de marzo de 2011
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO LA VIDA ES UNA FLAUTA O UN VIOLÍN
Con un abrazo para Javier, porque, gracias a Dios,
hemos compartido muchos seis de marzo.
Querida Mariana, los famosos dicen lugares comunes pero lo hacen como si descubrieran el hilo negro. El otro día vi a Saramago en la televisión (es una de las maravillas que tiene la tele: traernos al presente a hombres ya muertos). La toma es bella, él va en el vagón de un tren en movimiento, al lado de la ventanilla. El lugar puede ser cualquier lugar de la tierra, pero tal vez es Portugal o España o Francia. Es la hora en que el sol se acuna en las montañas de igual manera que el bebé lo hace en el vientre de su madre. El escritor no mira a la cámara ni al paisaje que pasa veloz, mira al frente en donde tal vez está su mujer Pilar del Río o está el vacío del otro asiento, dice: “Nacer, crecer y morir, ¡no hay más!”. ¡Una bobería!, y sin embargo.
Maguito mira a su mujer o al vacío, que es un poco decir lo mismo. No mira al paisaje porque éste siempre nos engaña: el paisaje es la utopía de la vida. Cuando vemos una mariposa, un árbol o una piedra tenemos la sensación de que eso es parte de la vida. La cámara de televisión o la fotográfica son objetos endemoniados porque nos untan al espíritu la sensación de vida. Cuando vemos una foto o un documental tenemos la sensación de que, en efecto, la vida puede atraparse en un papel, en un rollo o en la memoria. ¡Nada más falso que eso! ¿Quién puede creer que en esos materiales tan frágiles la vida queda impresa? La vida, lo sabés Marianita o lo llegarás a saber algún día, es una sustancia frágil cuya existencia es improbable.
Pero Saramago sintetiza la vida con tal seguridad que pareciera, en efecto, que ¡eso es la vida y que la vida existe! Pero, ¿de veras la vida es esa apretada síntesis? Si quemáramos todos los registros escritos, auditivos y fílmicos, ¡todos, todos!, ¿quién podría asegurar que hubo vida antes de esta época ingrata?
El propio Saramago tiene un cuento bien bonito que refiere un poco a la misma cosa. Dos hombres se acercan a un hueco profundo, se detienen sobre un saliente para no resbalar. Uno de ellos dice que, por la humedad que se respira, en el fondo del hueco debe haber agua; el otro comenta que, por la sensación de vacío, el hueco debe estar “lleno” de nada. ¿Mirás, Mariana, qué prodigio escribió el tal Saramago? ¡Por ello, sin duda, ganó el Nobel de Literatura! Cada lector puede hacer su propia interpretación, pero, tal vez, lo que el escritor quería decirnos es que ese hueco es un símbolo de la vida y, claro, como hay lectores que no interpretan bien pues tuvo que decir lo que dijo en la televisión: ¡una bobería! Ahora que lo pienso, tal vez Saramago no miraba el vacío del asiento del frente, sino a Pilar, su mujer. No es casual que al lugar común le haya restado el “reproducirse” que contiene el ciclo vital. Ella y él no tuvieron hijos, fueron como esos árboles secos sembrados a mitad del desierto. ¿Fue a propósito? Si la vida es eso que dijo, ¿qué caso tiene la reproducción?
Pd. Las palabras, querida Mariana, son prodigiosas. Los seres humanos, en vida, pronuncian la palabra “muerte” a cada instante, tal vez porque tienen la certeza de que en la muerte no pronunciarán jamás la palabra “vida”. ¿Mirás? Esto confirma la certeza del dicho de Saramago. Sin embargo, hay miles de millones de personas que esperan lo contrario.