miércoles, 2 de marzo de 2011

NI ASÍ ME ACUERDO DE LA HERMILA


Con un respetuoso abrazo a la familia Gordillo Figueroa,
por la ausencia física de Alfonso Gordillo Figueroa.




En Comitán el chiste es clásico: un enamorado decía “ni así me acuerdo de la Hermila” (y juntaba los dedos pulgar e índice). La Hermila era la mujer con que había roto relación, y a pesar de que el hombre aseguraba no acordarse de ella, la mencionaba a cada hora. Viene a cuento esto porque el otro día Mariana me dijo que lo del libro “Conjuros” (mis lectores saben de qué librincillo hablo) se me había convertido en obsesión y yo le dije: “No es cierto, puedo vivir tranquilamente sin publicar”, pero ahí ando jode y jode a las autoridades de Coneculta-Chiapas.
A raíz de una Arenilla donde comenté que Marvin Arriaga, Directora de Coneculta, se había comprometido públicamente a editar “Conjuros”, dos compas me escribieron en términos más o menos semejantes. Ahí me decían (lo juro) que no debía estar “suplicando” la publicación, ellos ofrecían prestarme dinero para que editara no sólo uno sino todos los libros que deseara. Cuando vendiera los librincillos podía pagarles. No existía plazo perentorio. Debo aclarar que mis compas, además de generosos, son personas de amplísima solvencia económica. Agradecí el gesto generoso, pero expliqué lo mencionado antes, más un agregado: ¿cuándo iba a terminar de vender los libros? ¿En Chiapas? ¿Libros de poesía? ¿Cuándo iba a pagarles? ¡Por el amor de Dios! Así que avizoré el fin de mi amistad con ellos por no alcanzar jamás a pagar la deuda. Por esto digo y reafirmo: ¡puedo vivir tranquilamente sin publicar!
Pero como “ni así me acuerdo de la Hermila”, no he cejado en la promesa de Coneculta. El otro día escribí una carta abierta a la Directora de Publicaciones demandando una respuesta acerca del avance de la edición. Ayer recibí un correo de Ana María Avendaño donde dice: “comenzaré el trabajo de edición de tu libro”. De inmediato le respondí diciéndole que el día (o tarde) en que el librincillo se publique beberé un vaso de agua pura en señal de festejo y sé, estoy seguro, que dos lectores, cuando menos, también celebrarán conmigo.
Entonces, dice Mariana, ¿no que no te preocupa publicar? Y no sólo esta pregunta hizo, sino que además, con el estilete que le es costumbre me preguntó si Coneculta me iba a pagar algo por ser el autor del libro. ¡Pucha, ya imagino la cara de Marvin cuando se enterara de la clase de preguntas que mi afecto hace! Mariana no alcanza a comprender que estas instituciones públicas hacen “el favor” de publicar los textos de los escritores chiapanecos. Entiendo que el favor se extiende a la entrega de cincuenta o cien ejemplares para el autor, como forma de pago de derechos de autor. Uno entiende. La inversión que hace Coneculta es, digamos, a fondo perdido. ¿Quién, en estos, y en todos los tiempos, anda comprando libros de poesía? Digo, si uno fuera Efraín Bartolomé o Jaime Sabines ¡pues sí hay posibilidades inmensas! Pero, ¿qué destino espera a alguien que es Mención Honorífica de un Concurso de Poesía donde el ganador fue Hernán León Velasco? ¡Quiere descaro insistir en mostrarse en público con tales credenciales!, pero, bueno, como “ni así me acuerdo de la Hermila”, estoy contento por la respuesta de la respetada Directora de Publicaciones de Coneculta-Chiapas.
Un día de estos, más temprano que tarde, tendré en mis manos el librincillo. Lo imagino con una portada muy bonita, con una edición cuidadísima, con ¡dignidad, pues! Como digno debe ser el trato a los creadores chiapanecos por parte de los funcionarios chiapanecos. Ya lo dijeron los clásicos: ¡No sólo de Jaguares de Chiapas vive el chiapaneco!