lunes, 21 de marzo de 2011

DECRETOS DIVINOS



Un día Dios estaba de buenas y decretó algo inusual: ¡A partir de hoy quedan proscritos los temblores! Los millones de creyentes, al conocer la noticia, realizaron romerías a todos los templos dedicados a Dios. Durante cuatro días, el mundo detuvo sus actividades normales y paranormales y festejó con cantos, vino y tertulias la buena noticia. La gente estaba contenta porque se dio cuenta que sus plegarias habían llegado a Dios y éste había hecho caso. El Vaticano, aprovechado como siempre, mandó imprimir millones de carteles con la frase: “Dios existe. ¡Acá está la prueba!”, con el anexo de la reproducción del decreto por el cual, a partir de ese instante, la tierra estaba libre de temblores y tsunamis intermedios. El Papa sonrió, porque más de cuatrocientos millones de dólares ingresaron a las arcas.
Digo que Dios estaba de buenas porque los humanos insisten en decir que, a veces, Dios se enoja y manda tragedias. Por esto, aún cuando soy enemigo de los arquetipos debí usar el de que Dios estaba de buenas, por si aparece algún lector despistado (nunca falta el que en el consultorio toma El Heraldo de Chiapas sólo para “matar el tiempo”).
En Comitán, cuando ocurre una desgracia, siempre aparece una doña Lencha o doña Elpidia, quien, con cara de el mundo se va acabar, grita, jalándose los cabellos: “Dios nos está castigando…” y agrega el porqué de su enojo. Lo que doña Lencha y sus vecinos no saben es que Dios es una línea constante e infinita y no sabe de enojos o de bondades ya que estos conceptos son humanos, simplemente humanos.
¡Dios es la línea cuya imagen más cercana es la de un monitor de cardiógrafo, pero eterno! El mundo, por lo tanto, no puede ser plano ni armónico, si así fuese estaría muerto. Dios es una cajita de música que, a veces, interpreta un tango o un bolero o un vals o ritmos más movidos como el heavy metal. Dios tiene el espíritu de Los Beatles, de Rigo Tovar, de Luis Miguel, de Juanes, de Chico Ché, de Charlie Parker, de Celia Cruz, de Los Doors, de Elton John y de Lucerito (¡sí, qué pena!).
El mundo vivió tranquilo durante los siglos en que se dio la veda de los temblores, incluso hubo un filósofo que se atrevió a decir que la tierra había regresado a los tiempos dorados de El Paraíso y que pronto todo mundo sería como Adán y Eva.
Pero, como la naturaleza modificó su vocación natural debió buscar nuevos modos de acomodar las placas tectónicas y la única forma posible fue a través de géiseres liberadores de energía. Las placas se movían de manera imperceptible gracias a los chorros energéticos que fluyeron del núcleo de la tierra hacia el cielo. Dicha energía provocó lo que los científicos comenzaron a llamar temblores de cielo. Cuando un temblor de cielo aparecía millones de aves caían muertas en lluvia pertinaz y dejaban los sembradíos inundados de plumas. Millones de seres humanos comenzaron a sufrir severas crisis de alergias que fueron conocidas como “Las alergias del Espíritu Santo”, por aquello de la paloma.
Llegó el momento en que muchos países del mundo comenzaron a sufrir hambrunas. Fue tal la desesperación que (¡nunca falta!) un creyente se atrevió a lanzar una imprecación: “¡Que Dios castigue nuestra osadía regresándonos los temblores de tierra!”. Y Dios, que siempre está de buenas, escuchó la desesperada voz de ese hombre y les hizo el prodigio. Entonces la gente entendió que Dios estaba de su lado, que era generoso con la tierra. Multitudes, como en éxodo, caminaron por el desierto y ofrecieron sacrificios a Dios.
Ahora, cuando en el cielo aparece un tornado es que alguien en la tierra pide a Dios elimine el horror de los temblores de tierra y Él hace un guiño, sólo para recordarle al hombre que más vale temblor malo por conocido que temblor de cielo bueno por conocer.